Año CXXXIV
 Nº 49.143
Rosario,
domingo  10 de
junio de 2001
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Beatriz Sarlo: "Internet no puede hacer milagros"

Marcelo Damiani

"Escenas de la vida posmoderna" hizo que Beatriz Sarlo trascendiese los ámbitos académicos. El rigor de ese libro y su abordaje de una temática actual la convirtieron en un referente de consulta. Sin embargo, su trabajo venía desde mucho antes y fue con "El imperio de los sentimientos", un libro de 1985 que acaba de ser reeditado, donde se insinuaban las cualidades de lo que sería la última parte de su obra: rigor conceptual y claridad argumentativa.
En la entrevista Sarlo se explaya con la agudeza de siempre sobre los temas que la preocupan desde años atrás, pero sin dejar de lado la nueva perspectiva que le aportan los cambios tecnológicos y científicos que amenazan con seguir transformando la vida diaria de manera irreversible.
_Hace ya más de un lustro, en su libro “Escenas de la vida posmoderna”, usted analizaba los efectos de esa generalización del modo de producción capitalista y del consumo de sus productos al que se da en llamar globalización. ¿Cuáles piensa que son, hoy en día, los efectos que en la cultura ha provocado tal proceso?
_Quizás el efecto a más largo plazo, sea el que tiene a Internet como un espacio cultural de nuevo tipo: mercado y red de discursos incontrolables, anárquicos, que el mercado virtual intenta ordenar. Internet es una gigantesca masa de textos, sin una sintaxis jerarquizada, sin una topografía concreta, sin índices ni recorridos preestablecidos. La globalización encuentra en Internet una especie de gigantesca metáfora espacial. Allí está el mercado mundial, que es el rasgo no precisamente cultural que muchas veces pasamos por alto cuando hablamos de cultura. Shopping virtual y espacio académico (donde los académicos cuelgan sus textos buscando una especie de nombradía tan planetaria como improbable), Internet, por ahora, parece responder a todos los deseos, porque a ella se remiten problemas que los Estados no resuelven.
_¿Esos problemas tienen que ver con la crisis cultural de los sistemas educativos?
_En efecto. Me escandalizan los discursos que trasmiten la idea de que Internet es el gran educador, sobre todo porque esos discursos se emiten frente a la crisis de la escuela pública. Sin duda, toda nueva tecnología comunicacional trae cambios muchas veces difíciles de evaluar en el presente. Durante todo el siglo XX, los cambios tecnológico-comunicacionales trajeron ampliación del público y emergencia de nuevos públicos. Pero esos públicos deben aprender sus destrezas en alguna parte: la escuela, a comienzos de este siglo, produjo el público de los diarios de masas y de las editoriales populares. ¿Quién se hace cargo hoy de una distribución democrática de destrezas? Internet es un campo de posibilidades pero no puede hacer el milagro de inculcar destrezas de lectura y escritura donde no las hay. La capacidad de la lectura a gran velocidad es previa e indispensable para utilizar la red. Por el momento, la gente navega para mirar vidrieras, un diez por ciento compra algo, y un diez por ciento baja imágenes o música. En el estado actual Internet refuerza lo que se aprendió en la televisión. Y, en todo caso, para que un chico del secundario busque un dato, una enciclopedia en CDROM es más rápida y barata que la red. Esperemos a ver qué pasa con los portales educativos, eso recién está comenzando, por lo menos en Argentina.
_¿Cuáles serían las reglas, las destrezas y los protocolos cuyo conocimiento es indispensable en Internet?
_A diferencia de un libro, la red no tiene índice ni una tabla de materias, ni un ordenamiento alfabético, ni un standard de disposición de los contenidos. El navegante tiene que hacer su propia hoja de ruta y tener una idea relativamente precisa de lo que va a buscar. Salir a pescar en Internet, al precio de las tarifas telefónicas, es muy caro. Ahora bien, trazar las coordenadas, plantear una búsqueda con operadores lógicos, seleccionar las cientos de páginas que vienen como resultado, exige rapidez y habilidad. Entonces, si bien es reaccionario pensar que con Internet no se expandirá las posibilidades de acceso a contenidos culturales y científicos, de todos modos la capacidad de lectura es una condición previa. Un alumno de primaria o secundaria que quiera bajar el último corte de los Radiohead probablemente no tendrá problemas, porque además esos sitios son especialmente amigables; en general la red funciona mejor para los hobbies (información sobre volcanes o sobre la medicina en la edad de bronce), y es una masa poco transitable cuando lo que se busca tiene jerarquía o procedencia académica. Incluso navegar por páginas culturales exige más destreza de lo que exige manejar cualquier enciclopedia. Hay muchos obstáculos, trampas, desvíos, ante quienes son pobres desde un punto de vista conceptual y semántico (¡ni quiero pensar en la necesaria destreza ortográfica!). A los avisadores les conviene difundir la idea de que en la red todo es fácil. Pero incluso comprar es un poco más difícil, por el momento, que ir al supermercado.
_En lo que usted dice se escucha una crítica a las ideologías optimistas respecto de la globalización...
_Frente a la globalización, encontramos discursos que establecen las diferencias culturales regionales como la respuesta estratégica de las culturas populares. Siento cierto escepticismo frente a esta especie de equivalencia simple de opuestos: globalizado/regionalizado. Por lo que parece, no habría allí lugar para esa unidad cultural y política que son las naciones modernas, es decir las naciones-estado (no las nacionalidades en un sentido étnico y cultural). Creo, sin embargo que persiste la necesidad de pensar en términos nacionales, en un mundo globalizado. Paises centrales como algunos europeos, incluso comprometidos profundamente en el impulso unitario de la UE, no han dejado de diseñar políticas culturales específicas, en relación con la lengua, las industrias y el mercado simbólico, etcétera.
_En este contexto, en el que las distancias geográficas se han vuelto irrelevantes, ya que el avance tecnológico tiende a suprimir las coordenadas espacio-temporales y con ello las características de cada región: ¿Qué diferencias encuentra entre las culturas llamadas tradicionalmente populares o nacionales, y la cultura que proponen los medios masivos de comunicación?
_Hoy es difícil decir que existe una cultura popular ajena a las culturas mediáticas. Así como en varios países de América Latina, desde fines del siglo XIX, la cultura popular es, para usar una expresión de Carlo Ginzburg, el encuentro de las prácticas cotidianas con la página escrita que la institución escolar pone en circulación y enseña a manejar, en la actualidad, las culturas populares, en esos mismos países, no existen sino como restos generalizados, retrabajados y devueltos a sus mismos protagonistas por la cultura de los medios audiovisuales. Ellos tienen un pacto de representación de su público, lo repiten en espejo. Más que ensoñación, los medios hoy son una masa informe de realidad, como lo prueban los últimos experimentos con "televisión real". La oferta de las industrias culturales responde y potencia un deseo de realidad que, en otros escenarios públicos, se muestra como cada vez más evanescente. En efecto, el desvanecimiento del espacio público en las grandes ciudades, la lejanía de las instituciones políticas y la complejidad de los sistemas de representación, parecen buscar una compensación simbólica en la proximidad extrema, en la perspectiva del detalle, la micro-analogía de un real que, de otro modo, parece alejarse precisamente en el juego de abismos posicionales y representativos de los medios. Lo que queda de las culturas populares anteriores a la hegemonía audiovisual, es precisamente esa doble y opuesta tendencia a interesarse en lo más próximo y, al mismo tiempo, fascinarse con lo exótico (geográfico o social).



Para Sarlo, la literatura piensa más que la televisión.
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