Año CXXXIV
 Nº 49.143
Rosario,
domingo  10 de
junio de 2001
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El pensador habla del "atroz encanto" de vivir en este país
Marcos Aguinis: "Los argentinos buscamos culpas ajenas y no asumimos nuestra responsabilidad"
Su último libro, una crítica descarnada al ser nacional, es el texto de no ficción más vendido también en Rosario

Laura Vilche

El fenómeno huele a autoflagelación. En momentos de mayor crisis social y económica los argentinos optan por comprar masivamente el último libro de Marcos Aguinis, un texto que de forma lapidaria, y tal cual lo indica su título, retrata "El atroz encanto de ser argentinos". A lo largo de sus páginas Aguinis señala los defectos del ser nacional, ese ciudadano que, según dice, apostó al facilismo echando mano a la viveza criolla y que supo esquivar toda responsabilidad en los momentos difíciles haciendo de este país casi un "¡Viva la Pepa!".
El libro enumera los puntos débiles y vergonzantes de los argentinos: desde históricos hechos de corrupción y clientelismo hasta la displicente actitud de no respetar las normas de tránsito. De esto último también habló con La Capital, precisamente de la resistencia de muchos ciudadanos a usar el cinturón de seguridad, tema sobre lo que sin dudar sentó posición: "El que no respeta esta norma no es un vivo, es un irresponsable".
-¿Los argentinos compran su último ensayo porque son masoquistas?
-Creo que estamos ansiosos de escuchar una versión sincera y descarnada de los hechos que ocurren en nuestro país. Queremos diagnósticos precisos que develen el enigma que presenta esta Argentina, donde sobran recursos naturales pero estamos atados a una incomprensible trampa: la de no poder crecer y lograr la prosperidad que anhelamos. En el libro hago un diagnóstico descarnado pero también señalo elementos objetivos que nos pueden hacer confiar en que saldremos adelante. Eso sí, para lograrlo, debemos dejar de buscar culpas ajenas y asumir nuestras responsabilidades.
-"Dejar de ser víctimas", dice usted en el libro...
-Claro. Comprender que somos autores de lo que nos pasa, que arrastramos vicios profundos. Argentina siempre tuvo una opulencia ilógica que no era producto del trabajo, el esfuerzo y la imaginación.
-Bueno, imaginación siempre hubo. En Rosario, por ejemplo, se comenzó a controlar rigurosamente el uso del cinturón de seguridad y frente a la norma muchos buscaron formas de zafar al control apelando a la típica viveza criolla, una de las características con las que nos pinta en su texto...
-Es que tenemos herencias culturales fuertes. En Nápoles, cuando se quiso aplicar la norma del cinturón de seguridad, se vendían remeras con una franja negra pintada para engañar el control policial. La viveza la hemos heredado de Italia y España, su prolegómeno está en "El lazarillo de Tormes", en la picaresca española, que se consolida con la conducta de los ciudadanos del sur de Italia. Ser vivo es un recurso de los impotentes, de los cobardes, de la gente que se conforma con éxitos menores. No ponerse el cinturón y engañar, más que una viveza es una irresponsabilidad que cuesta cara. Claro que se buscan excusas para conservar cuotas de impunidad, pero toda impunidad, desde los megaescándalos hasta el tirar una lata vacía al río, son actos antisociales.
-¿Tiene la misma responsabilidad la persona que tira una lata al río que la fábrica que arroja toneladas de desechos al agua?
-Creo que es un error suponer que sólo mejorarán las cosas atacando los grandes males, olvidándonos de que son la suma de pequeños errores. Todo acto antisocial es negativo porque crea una atmósfera que contamina. Cuando decimos que en la década del 90 los niveles de la corrupción fueron altos es porque toda la sociedad se volvió corrupta.
-¿Pero todos nos volvimos corruptos?
-Bueno, es cierto que no es lo mismo robar una gallina que asaltar un banco, pero en todos esos hechos hay actitudes condenables. Los argentinos durante mucho tiempo buscamos excusas y justificativos a las pequeñas transgresiones y ese es uno de nuestros grandes defectos: la ausencia de majestad de la ley. Acá desde el aparato judicial, por su anemia y ineficiencia, hasta el aparato de seguridad, están cuestionados. Si no se respeta al juez y al policía porque no son respetables, entramos en un círculo vicioso, donde lo que prevalece es el caos y en el caos no hay ni prosperidad, ni alegría, ni crecimiento.
-Usted recién en el último capítulo ("¡Aguante Argentina todavía!") expresa cierto optimismo. Algo así como que el país puede salir adelante, pero es difícil digerir esto luego de ocho capítulos que son un verdadero mazazo...
-(Risas). Creo que se puede ser optimista a pesar de todo. Para encarar un buen tratamiento, lo primero que hay que hacer es reconocer el mal, para luego estar en condiciones de corregirlo. En mi libro hago mención a lo que decía un viejo jurista italiano (Cesare Bonessana). "No importa la intensidad de la sanción, sino la seguridad de que todo delito tarde o temprano la recibirá".
-¿Qué opinión le merece que muchos argentinos emigren a otros países en búsqueda de una salida?
-La gente se va porque está desesperada. La Argentina repite lo de nuestros antepasados italianos y españoles, porque estos exilios no son políticos, son económicos. Esto cesaría si en la Argentina hubiera oportunidades de trabajo, y no las hay, no sólo por causas económicas, sino porque hay miedo de encarar temas tabúes.
-En su libro dice que el ingreso y el arancelamiento de las universidades nacionales son ejemplos de temas tabú...
-Es que la política oficial está tratando de corregir el atraso académico y superar cuestiones arcaicas, pero todavía hay mucho temor. A estos temas hay que tratarlos con valentía y rapidez, hay que establecer un amplio consenso.
-Respecto al consenso, ¿qué opina de la encuesta realizada por la Federación Universitaria Argentina (FUA) donde el 90 por ciento de los estudiantes se expresó contra el arancelamiento?
-Que se defienden privilegios cortoplacistas. No se piensa en los males a largo plazo y se opta por una Universidad cada vez más lamentable, estancada, que día a día pierde calidad académica.
-¿Comparte las expresiones de Mario Bunge, quien días atrás dijo que en la Argentina ya no hay más científicos porque la Universidad está diseñada para formar abogados?
-Bunge habló en términos muy crudos, pero aunque la crítica duela hay que reconocer que la ciencia argentina está atrasada con respecto a tres décadas atrás. Lo que dijo molestó, pero es compartido por muchos científicos.
-Algunos se preguntan por qué países como Australia, que hasta los 50 tenía las mismas posibilidades de Argentina para crecer, hoy está en auge mientras nuestro país agoniza...
-Australia creció porque generó dentro de su sociedad una conciencia de la responsabilidad, el trabajo y el sacrificio. Y los argentinos, en cambio, somos expertos en perder oportunidades o echarlas a perder.
-¿No es muy fatalista?
-No, con este libro he tratado de sacudir a un país dormido que trata de preservar su sueño echando culpas afuera.



"En los 90 toda la sociedad se volvió corrupta".
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