Año CXXXIV
 Nº 49.107
Rosario,
sábado  05 de
mayo de 2001
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Estrenó "Buenos Aires lado B" y debutará en el musical "La Nona"
Cacho Castaña: "No me inquieta parecer berreta"
El artista dijo que prefiere disfrutar del aquí y el ahora y que su música es un reflejo de Buenos Aires

Marcelo Menichetti

Cacho Castaña es un personaje multifacético que llegó a la fama gracias a temas musicales tan disímiles como "Quieren matar al ladrón", que vendió millones de copias y que cantó medio país y "Café La Humedad", un tango con aire de clásico. Protagonizó películas y trabajó en comedias y revistas teatrales. Con su papel en "Felicidades", el filme de Lucho Bender, y su anunciada participación en "La Nona", el musical que Hugo Midón estrenará en el Teatro General San Martín, el artista vuelve al protagonismo.
El músico dialogó con Escenario y deslizó algunos conceptos en tono de confesión: "De repente en este momento puedo hacer lo que se me cante, por primera vez en mi vida, y sé que no estoy ni estuve tan equivocado", reveló. Enamorado de su barrio, Flores, Castaña no renuncia a sus orígenes ni oculta su amor por la ciudad que lo vio nacer.
-¿Qué es Buenos Aires para usted?
-Y, Buenos Aires es un planeta aparte. Yo vivo a unas quince cuadras del lugar donde nací.
-La ciudad conserva la misma personalidad de aquellos años de infancia.
-No, claro que no. Se perdieron muchas cosas que se fueron suplantando por otras. Pero hay algo que se fue y que es insustituible lamentablemente, que es la bohemia. Cambió todo. De repente los chicos buscan otras manifestaciones y los ves los fines de semana sentados en el cordón de la vereda o en un estación de servicio y yo no creo que ahí se pueda generar una bohemia.
-El ámbito ideal eran los billares.
-No te quepa la menor duda. La gente que habitaba esos lugares eran aquellos filósofos de estaño que te enseñaban otras cosas de la vida. Al final, la mejor escuela que yo tuve fue la del Café La Humedad.
-¿La influencia de ese lugar y la canción que lo inmortalizó lo arrinconó a usted como tanguero?
-No. Yo tuve la suerte de incursionar en el tango desde que empecé. Mis inicios fueron cuando tocaba el piano en la orquesta de Oscar Espósito, una típica de tango y después hice rock y twist, cuando apareció Elvis Presley y se me mezcló la hacienda. El único que salvaba las papas del tango en esa época era Julio Sosa.
-¿Se arrepintió alguna vez por haber salido del tango para entrar en otros ritmos musicales?
-No, para nada. Cómo me voy a arrepentir si disfruté mucho de éxitos como "Quieren matar al ladrón", "Canciones son canciones", "Cara de tramposo". Y los sigo disfrutando porque la gente me los sigue pidiendo por más que yo haga tango, baladas contemporáneas o documenté el Buenos Aires actual. No te olvides que fueron éxitos muy grandes. De los tres temas que nombré vendimos en 1975 un millón seiscientos mil discos.
-¿En esa época hacía lo que quería o lo que le exigía el sello grabador?
-No. Yo aprendí a hacer esas cosas con el gordo Santos Lipesker, que fue mi maestro para vender discos. Pero el artista no termina en el disco, después tenés que aprender a hacer trascender el arte, si no, te morís y después van a vender tu disco. Y yo la guita la quiero ahora! (risas). Eso es saber hacer trascender el arte, que es la profesión.
-¿Y cuál es el límite entre ese arte y el negocio liso y llano?
-Tenés que conjugar las dos cosas y con el tiempo vas aprendiendo a hacerlo. Hay que tratar de mantener un equilibrio entre lo que vos querés hacer y lo que la gente quiere que hagas y hacer lo que el mercado necesita. De repente en este momento puedo hacer lo que se me cante por primera vez en mi vida y sé que no estoy ni estuve tan equivocado. Los tres últimos discos que grabé fueron premiados con el ACE, o sea que no le erré por tanto a la cosa.
-Más de una vez ocupó espacio en los medios, no por cantar, sino por los matrimonios que contrajo mediante distintos ritos...
-Ahora me voy a casar por el Automóvil Club Argentino (risas). Es la única que me falta.
-¿Qué dice cuando lo acusan de berreta, populachero o de tipo de la orilla?
-No sólo que me lo banco sino que lo asumo. Yo soy un tipo de barrio nacido en un hogar muy humilde. Mi viejo era zapatero y éramos un poco los Campanelli. Estoy orgulloso de haber nacido donde nací y de la familia y los amigos que tuve. A mí los que me dieron de comer fueron los humildes, los pobres. Los cajetillas nunca me dieron un mango.
-Algunos reniegan del origen humilde cuando les va bien.
-Yo no. Yo tuve un mango y me gasté la guita. Me la disfruté toda (risa). Mañana es más tarde de lo que uno piensa. Para muchas cosas mañana será demasiado tarde.
-¿Qué lo emparenta con Sandro?
-El se parece bastante a mí... Toda la vida me imitó... (risa). Los dos tuvimos, en nuestra adolescencia, un ídolo común que fue Elvis Presley y cada uno lo imitó a su manera.
-¿No harán algo juntos alguna vez?
-Se está corriendo mucho la bola de que vamos a hacer algo juntos. Tendría que llamarlo a ver si lo hacemos de una vez por todas, porque la verdad sería cumplir el sueño del pibe.
-¿Se siente un clásico o un sobreviviente?
-No. Ya soy un clásico. Son muchos años y con disco o sin disco he laburado toda la vida y no paro de laburar. Yo soy un obrero de esto.
-Cuando vendía millones de discos también hizo cine con películas como "La playa del amor" y "La carpa del amor", ¿cómo desembocó en el papel que le tocó en "Felicidades"?
-Hicieron un casting y Lucho Bender me llamó. Lo hicimos y salió bárbaro. No fue nada fácil pero salió bien y me abrió puertas. Como que ahora me llamen del teatro San Martín para hacer "La nona". En este momento estamos ensayando con Hugo Arana, Elsa Berenguer, Claudia Lapacó y Luis Luque.
-¿Piensa que lo llamaron porque es una comedia musical?
-Me llamaron porque es una puesta musical y porque además hay que laburar. No es nada fácil; es una ópera con música de Ernesto Acher que estuvo tres años trabajando e hizo una composición maravillosa y hay que cantar y actuar.
-¿Qué buscó con su álbum "Buenos Aires lado B"?
-Se trata de documentar un poco la época. Los que estamos en esto tenemos la obligación de hacerlo y ya pasó el tiempo del malevo, del conventillo y el lengue. Musicalmente también trato de documentarlo con guitarra rockera mezclada con un bandoneón.
-En uno de sus temas dice que alguien llega sin saber nada y se va conociendo todo. ¿A quién se refiere?
-A las minas. Les enseñás y después se piran (risa).
-¿Qué le llevaron las mujeres? ¿El mercadito?
-No, pero los discos de oro sí (risa). Mirá, por un lado perdés y por el otro ganás. Es muy difícil tener la carga completa.
-¿Qué es la fama?
-Es algo que te prestan, no sabés quién. Y es algo que te sacan y no sabés quién.
-¿Alguna vez se la creyó?
-No. Yo tuve jefes de prensa a los que les pagaba para que las revistas hablaran sobre mí así que si me la creo soy un boludo. Pero hay muchos boludos en este ambiente que se la creen (risas).
-Usted que tiene horas de bar, ¿piensa que hay solución para los problemas argentinos?
-Soluciones hay; en la misma medida que hay error tiene que haber soluciones. No puede ser todo un gran error.



El alma tanguera del músico se revela en su último álbum.
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