Año CXXXIV
 Nº 49.107
Rosario,
sábado  05 de
mayo de 2001
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Simulan ser operarios para robar a una pareja de ancianos
Fue en Castellanos al 400. Los ladrones se presentaron como personal de la EPE

Una vez más una pareja de ancianos fue asaltada con un ardid que se repite con mucha frecuencia. Para ingresar a su casa de la zona oeste, los ladrones se hicieron pasar como operarios de la Empresa Provincial de la Energía (EPE) y una vez adentro se apoderaron de unos 500 pesos. El caso es el segundo episodio de estas características que se registró en la última semana.
José Antonio Hernández tiene 84 años, y su esposa, Carmela Faranna, 86. La pareja vive en una casa situada en Castellanos 488. El hombre trabajó toda su vida en Newell's, donde hace diez años se jubiló como subgerente. Carmela alternó el cuidado de los tres hijos del matrimonio con su actividad como modista.
En el mediodía del jueves, los dos ancianos estaban en la vereda de su vivienda esperando que la chica del almacén les trajera los alimentos que habían pedido cuando se acercó un hombre de unos 40 años diciendo que era un operario de la EPE y que debía realizar una inspección del medidor. En un primer momento, a Hernández le llamó la atención la explicación, ya que poco tiempo atrás la empresa de energía había cambiado las tapas de los contadores, pero el supuesto trabajador lo convenció con una excusa creíble: el matrimonio de jubilados estaba pagando una factura con un monto superior a su consumo de energía eléctrica, aunque el hombre no estaba vestido con la indumentaria de la EPE ni exhibió ninguna credencial. "Sólo me mostró un cuaderno, en el que tenía anotado mi nombre", comentó Hernández.

En busca de dinero
El hombre ingresó a la casa con Hernández y los dos se dirigieron al baño. El ladrón llevaba un buscapolo. "El tipo me dijo: «Quiero ver los tomacorrientes. Tenéme la lámpara con un palo de escoba para que me dé corriente»", recordó el jubilado.
Hasta aquí, todo transcurría con normalidad y el anciano hasta ese momento no presumía lo que se enfrentaría después. En ese momento, entró en la casa otro hombre. El intruso, "robusto y muy amable", caminaba detrás de Carmela mientras la sujetaba de los brazos. Enseguida mostró sus intenciones. "Dame la plata", le gritó a Hernández, pero el jubilado no se amedrentó. Le respondió que no tenía dinero y le profirió varios insultos.
Pero la respuesta del ladrón no se hizo esperar: le colocó el destornillador en el cuello mientras introducía a la pareja en el baño. Allí, los dos ancianos fueron obligados a sentarse en el suelo y nuevamente fueron intimados a entregar el dinero. "Yo le dije que le iba a dar la plata, pero le pedí que no golpeara a mi esposo", comentó Carmela.
Mientras esto ocurría, el otro maleante comenzó a recorrer la habitación en búsqueda de elementos de valor. Revolvió el ropero y la cómoda, pero no encontró dinero. Entonces regresó al baño y llevó a la mujer al dormitorio para que les entregara la plata que estaba envuelta en un papel y guardada en el bolsillo de un saco. "Me la quiso sacar, pero le dije que yo se la iba a dar porque era mía", dijo Faranna.
La mujer les entregó los quinientos pesos que el matrimonio había ahorrado en los últimos meses. Pero por pocos minutos, los ladrones no se llevaron "las jubilaciones" de los dos ancianos. En el momento del atraco, una vecina se disponía a ir al banco para cobrar los haberes.
Con el botín en su poder, los ladrones se fueron y se llevaron la llave de la puerta de la casa. Caminaron hacia la esquina y doblaron por la calle Urquiza. Allí se subieron a una camioneta y desaparecieron. Ayer Carmela tenía anotado en un papel un número de tres cifras: el 535, que sería "la terminación" de la patente del vehículo en el que escaparon los maleantes.



José Hernández y Carmela Faranna fueron las víctimas.
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