Año CXXXIV
 Nº 49.073
Rosario,
sábado  31 de
marzo de 2001
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El hallazgo permite conservar los alimentos sin peligro para las personas
Científicos argentinos descubrieron un antibiótico de origen humano
Dos investigadores del Conicet desarrollaron un antimicrobiano de amplio espectro luego de diez años de labor

Carlos Ceresole

Un antibiótico de origen humano, con gran potencialidad tecnológica, para ser utilizado como conservante natural de alimentos, fue descubierto por dos científicos argentinos tras más de diez años de investigaciones patrocinadas por instituciones estatales y será presentado a la comunidad científica europea en abril.
"La microcinaJ25 es un antimicrobiano naturalmente producido por bacterias del intestino humano, por lo que puede administrarse de manera regular sin riesgo de toxicidad para las personas", explicó Ricardo Farías, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT).
Farías aseguró que "esto tiene una aplicación casi inmediata en la industria alimenticia, como sustituto de conservantes artificiales que quitan naturalidad a los productos, donde la incorporación de antibióticos comunes como preservantes está mundialmente prohibida por su toxicidad para los consumidores".
"Este antimicrobiano representaría incluso un gran ahorro para nuestra producción alimentaria, que hoy importa conservantes del exterior o paga royalties para producirlos localmente, y podría, en cambio, generar algún día buenos ingresos con el cobro de patentes", se entusiasmó el químico.
El descubrimiento del antibiótico, que según Farías es "el primer péptido de estructura circular producido por una bacteria gram negativa descripto hasta ahora", será presentado a la comunidad científica en Europa, en el próximo mes de abril.
En 1989, Farías, junto a otro investigador del Conicet y la UNT, el bioquímico Raúl Salomón, aislaron en las heces de un bebé sano una cepa de una enterobacteria, la escherichia coli, productora de un antibiótico al que bautizaron microcinaJ25.
La escherichia coli, una bacteria residente en el intestino de todos los seres humanos, utiliza la microcina para competir frente a otras bacterias y garantizar su supervivencia, una cualidad que los investigadores tucumanos pretenden aprovechar como antibiótico de amplio espectro microbiano.
A diferencia de la microcina, los antibióticos conocidos provienen de bacterias que no conviven internamente con los seres humanos y su uso debe ser limitado porque son tóxicos para las personas.
"Los productos alimenticios industrializados incorporan aditivos conservantes, generalmente orgánicos, que no dejan de ser agregados artificiales, por lo que en muchos casos despiertan la sospecha o el rechazo de los consumidores", acotó Farías.
"El único preservante natural autorizado hasta ahora para la alimentación es un antimicrobiano producido por una bacteria presente en los lácteos, la nicina, patentada en el Reino Unido, pero su producción presenta numerosas complicaciones por tener un sistema genético complejo y difícilmente manejable", afirmó.
"En el caso de la microcina, los 21 aminoácidos que la conforman no son modificados después de su síntesis, y eso la hace apta para realizar manipulaciones genéticas tendientes a aumentar su capacidad de inhibir el desarrollo de otras bacterias", aseguró el bioquímico tucumano.
Con respecto a las posibilidades de aplicación práctica del descubrimiento, Farías explicó que "estamos en la parte inicial de la investigación, aunque esto podría pasar a producción casi de inmediato. En el laboratorio ya somos capaces de obtenerla, sólo habría que pasar a escala".
"Este, aunque parezca un salto automático, es el verdadero problema que enfrentamos en Argentina. La investigación básica acá la hacemos, lo que no podemos es aplicar lo que descubrimos, una fase que normalmente implica multiplicar por mil el gasto insumido en la investigación", detalló.
Farías dijo que "aunque patentar el descubrimiento es técnicamente sencillo, el problema es defender luego la patente. Para lograr que nos paguen por el uso del producto hace falta mucho dinero y capacidad de presión, y en la Argentina no hay ni lo uno ni lo otro".



Los bioquímicos aislaron una enterobacteria.
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