Año CXXXIV
 Nº 49.073
Rosario,
sábado  31 de
marzo de 2001
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Editorial
Ya están los superpoderes

Por decisión de 50 de sus integrantes (cuatro votaron en contra y otros cinco se ausentaron para no oponerse), el Senado de la Nación concretó el paso legislativo que faltaba para el otorgamiento de facultades legislativas (los superpoderes reclamados por Domingo Cavallo) al Poder Ejecutivo. De tal manera, según las argumentaciones del oficialismo, el gobierno podrá intentar la reversión del estado de franca decadencia económica que, desde hace más de treinta meses, golpea a la sociedad argentina sin contemplación alguna. El hecho es importante, pero no se agota en sí mismo. De poco valdría este instrumento de excepción si los encargados de utilizarlo no pusieran manos a la obra ya, asumiendo sin vacilaciones y con eficiencia la acción que esta difícil y crucial hora nacional demanda. Es que, al margen del tremendo ajuste contemplado en el nuevo gravamen a las transacciones bancarias, que se calcula representará un aporte de unos 5.000 millones de pesos extra que el sector privado hará al Estado -el esfuerzo para morigerar el déficit fiscal superó con creces al practicado por José Luis Machinea y al propuesto, y finalmente nonato, por Ricardo López Murphy-, no está del todo claro cuáles metas permitirán alcanzar las disposiciones incluidas en la ley especial sancionada.
Con la advertencia de que todavía falta el paso esencial de que comiencen a hablar los hechos, hasta el 1º de marzo del año próximo (nada más que un mes menos del plazo original del proyecto) el Poder Ejecutivo tiene la facultad de decidir, sin consultar al Congreso, sobre numerosos temas. Entre otros, respecto de fusión de los entes autárquicos y reparticiones descentralizadas, que podrán ser transformados en empresas públicas, sociedades del Estado u otras formas de organización jurídica. También eliminar o crear exenciones impositivas y derogar normas que perjudiquen la competitividad.
Lo que no podrá hacer el Ejecutivo es modificar la ley marco de regulación del empleo público, así como tampoco privatizar el Banco de la Nación ni otros organismos y reparticiones. Tampoco garantizar operaciones de crédito público mediante la afectación de recursos o activos públicos.
Con estos instrumentos, más el importante factor psicológico que representó la incorporación al gabinete de Fernando de la Rúa de una personalidad tan respetada y activa como la del economista y ahora también político Domingo Felipe Cavallo, no caben dudas de que el panorama que ahora se presenta a los argentinos es muchísimo más esperanzador que todo lo visto en los últimos tiempos. Ojalá que esta nueva gestión económica alcance con plenitud el éxito que muchos le avizoran a partir de una fundamentación racional. La golpeada y tantas veces postergada sociedad argentina lo merece, sin dudas.


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