Año CXXXIV
 Nº 48971
Rosario,
domingo  17 de
diciembre de 2000
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Angélica Gorodischer y los secretos de Menta, su último libro de cuentos, recientemente publicado por Emecé
"Busco la palabra que se oye en la calle"
La escritora rosarina se define en términos literarios como una enemiga de la pomposidad y de la cosa solemne, por lo que prefiere las palabras más vulgares posibles

Mercedes Gómez de la Cruz

Desde la aparición de Cuentos con soldados, primer libro de Angélica Gorodischer (Buenos Aires, 1928), pasaron ya treinta y cinco años. A través de ese tiempo, numerosas novelas y volúmenes de cuentos se sumaron a la obra de esta narradora rosarina por adopción. Entre sus títulos se encuentran Fábula de la virgen y el bombero, Trafalgar, La noche del inocente (1996) y Cómo triunfar en la vida (1998). Esa obra acaba de incorporar un nuevo título, con la aparición de Menta, libro de cuentos publicado por Emecé.
Escritora de prestigio internacional, Angélica Gorodischer recibió, entre otros, el Premio Konex de platino, Premio Emecé de novela (por Flores de alabastro, alfombras de Bokhara, en 1985) y el premio Dignidad, otorgado por la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos por su trabajo en pro de los derechos de la mujer. Además, es la representante argentina de la Red de Escritoras Latinoamericanas (Relat) y la principal impulsora de la organización del Encuentro Internacional de Escritoras, que se realiza en Rosario, desde 1998.
-Cuando piensa en un libro, ¿se lo plantea como un todo orgánico, como una unidad?
-No, no. Los libros de cuentos a mí me salen solos porque yo escribo cuentos constantemente y a veces encuentro algunos que pueden unirse en un libro. A veces, no siempre. Hay algunos que quedan sueltos siempre o que encuentran su lugar después, en otro libro.
-Menta es un libro de cuentos con muchos rasgos del género fantástico.
-Claro. Porque la marca del género fantástico es muy fuerte, así que una vez que hiciste cosas fantásticas, o algo que no es realismo -no sé si existe el realismo puro- pero algo que no es realismo, eso queda y te metés para ese lado siempre aunque sea en un rasgo, en alguna cosa. Así que sí, te doy la razón.
-En algunos de estos relatos las mujeres aparecen resolviendo situaciones muy duras por medio de la violencia. ¿A la hora de escribirlos tuvo la intención de mostrar, a modo de denuncia, la situación de maltrato que padecen muchas mujeres?
-No, no, yo nunca tengo ninguna actitud determinada, ni ningún deseo explícito de demostrar nada. Yo escribo por escribir, chau. Nada más. Claro que se nota qué es lo que una piensa, por supuesto. Quiero decir que, tanto la ideología como el género -que están tan cerca- están ahí, así que quien lee sabe de qué se trata. Yo escribo muchas cosas de mujeres, no siempre, pero casi siempre, porque soy mujer. (Roberto) Mariani escribía cuentos de la oficina porque era oficinista. Después, yo hablo en femenino, yo no digo uno, no digo nosotros, si hay muchas mujeres digo nosotras, y me hace gracia porque a veces la misma gente que trabaja con palabras dice ah, pero las palabras no tienen importancia. No, no me hace gracia, me espanta. Y bueno, las cosas me salen desde el punto de vista de la mujer o desde la situación o de la voz de la mujer pero eso no quiere decir que sean siempre cuentos destinados a mostrar la voz distinta... Son cuentos que me salen en los que me planteo una historia y nada más, y en general esa historia está protagonizada por una mujer porque yo soy mujer.
-En este libro también trabaja mucho con la temática de la muerte desde diferentes puntos de vista: como seductora, como forma de erotismo... ¿Podría hablar un poco de eso?
-Resulta que eso también pasó a mis espaldas. De repente me di cuenta que tenía muchos cuentos sobre la muerte en medio de todos los cuentos que tengo por ahí, y entonces dije, bueno, los puedo meter todos juntos. Pero como yo soy una incurable optimista el último cuento no es sobre la muerte sino sobre la resurrección. Después me encontré con aquel viejo cuento que se llama El Aguila Real y dije viene fantástico porque, aunque no es sobre la muerte sino sobre la resurrección, yo lo pongo al final y me gusta el conjunto. Y la muerte a todo el mundo le preocupa, qué gracia, y a mi edad más. Porque de qué se habla cuando una escribe: de la vida, de la muerte y del poder. Y cuando una habla también. Y cuando se habla del amor se está hablando de la vida. Entonces, por eso, yo me encontré con este tema básico y dije bien, acá va un libro.
-En algún momento, se había propuesto escribir un libro que fuese abarcador y que iba a llamarse El Ordenamiento de lo que Es y Canon de las Apariencias. ¿Qué sucedió con ese proyecto?
-Bueno, eso era durante mi período de ciencia ficción y es una cosa muy atractiva, que no es precisamente ciencia ficción, es otra cosa. Bueno, yo no me quiero comparar con Borges, Dios libre y guarde, no soy capaz de semejante soberbia, pero esa cuestión de que el universo es un libro me parece tan fascinante, tan maravillosa... Además ese libro tendría que ser un libro totalmente loco, totalmente despanzurrado porque no podría ser un libro orgánico donde se habla de cosas o se establece algo. Tendría que ser una mezcla infernal de todo lo que se te vaya ocurriendo. Eso es muy atractivo pero también es muy difícil y yo por ahora no tengo ganas de tomarme tanto trabajo.
-Le hago esta pregunta porque el cuento El Aguila Real parece tener mucho de eso en la historia de esta suerte de civilización que busca describir todo lo que hay o hubo a su alrededor...
-Claro, porque el personaje está escribiendo el libro que es el libro de todo ese pueblo que ha muerto y resucita, o es el nuevo nacimiento. No sé lo que es. Entonces, lo que él está escribiendo son las reflexiones sobre cosas que son perfectamente cotidianas, pero que de pronto a ellos les aparecen muy extrañas porque es la primera vez que lo hacen, debe ser por eso. Pero no llega a ser lo de El Ordenamiento... porque no está tratando de retratar el universo...
-Al final del cuento Eso no es todo aparece la misma frase del epígrafe: Yo cuento cuentos. Confíe en mí, de Jeannette Winterson. ¿A qué responde ese juego de palabras?
-Es una complicidad que yo quiero establecer con el lector. Puedo incluso hacerlo hablar como allí, que me dice en medio del cuento: bueno pero eso es una tontería. El cuento nació en Estados Unidos, hablando con la mujer a la que se lo dedico, Dulcie Camp, que es una gran amiga mía. Entonces, ella me contaba las notas que había visto sobre el cuerpo calloso, que son interesantísimas, pero que no sé adónde lleva eso. Tampoco me importa. Me importa como tema literario. Entonces, estas notas decían que eso conectaba los dos hemisferios del cerebro y que el cerebro de la mujer esto, que el cerebro de la mujer lo otro, no me acuerdo qué. Al mismo tiempo, se había hablado de la influencia de Mozart, que estimulaba cierta fantasía en el cerebro izquierdo o derecho, no sé. Entonces, yo dije: ahí hay un cuento. Lo había realmente: era ese cuento. Y lo junté con esta manera de hablar porque, justamente, estaba leyendo a Jeannette Winterson, que es una mina sumamente interesante, que hablaba algo de eso: decía que los cuentos, en realidad, son de veras; que es un poco también lo que decía Borges, que es cierto, que lo que contamos también es cierto aunque no esté sucediendo en este momento en la realidad, pero que puede suceder o que ha sucedido o que va a suceder, o que es cierto porque una lo ha podido contar. Así que toda esa mescolanza bastante disparatada da ese cuento. Además los cuentos de hadas siempre son muy atractivos, esa cosa de conseguir lo que uno quiere. Después te podés llegar a morir. Yo tengo un cuento que se llama algo así como Los buenos van al paraíso, o algo por el estilo. Ese era un cuento de ciencia ficción, muy viejo, en el cual el mayor de los castigos para los peores asesinos es concederles todo lo que quieren. Llega un momento en que se dejan estar, se dejan morir o se suicidan.
-Porque ya no hay deseo.
-Claro. Qué sentido tiene seguir viviendo si no pueden decir, ay, yo quiero eso y no puedo.
-A diferencia de otros libros suyos, entre los cuentos de Menta casi no aparece el paisaje de Rosario, ni de ninguna otra ciudad. ¿Por qué?
-Es cierto, mirá. No me había dado cuenta. A veces hay así como una insinuación de lo que es, porque el asunto del veraneo vos te podés imaginar que están en el mar. O, en los otros cuentos, puede estar la ciudad en el caso de la mujer que atiende al viejo, pero no hay mención directa de la ciudad ni presencia de la ciudad. Bueno, porque este es otro rasgo que une a estos cuentos: el de la muerte y el de la inespacialidad -si eso existe-, es decir que pueden estar ocurriendo en cualquier parte, incluso el del lagarto (Con los ojos cerrados). Ese sí podría ser acá, o podría ser en Puerto Rico, o en una reserva, donde sea. Pero no hay una mención de la ciudad y eso quizás sea medio raro porque yo escribo muchos cuentos que suceden en Rosario porque es natural. Si viviera en Chicago supongo que escribiría cuentos que sucedan en Chicago.
-En general en sus relatos, y en especial en estos últimos, hay muchas marcas del lenguaje oral.
-Bueno, esa es una cosa que a mí me gusta mucho, ves. Yo soy todo lo contrario de la pomposidad y la cosa así, solemne, y prefiero usar las palabras más vulgares posibles porque no sé lo que es el lenguaje literario. Es decir, sé lo que es el lenguaje literario: es el que pasa por la voluntad literaria, que puede ser cualquier tipo de lenguaje y depende de cada persona y depende de cada cuento, depende de cada tono, depende de muchísimas cosas. Pero suele haber una huella en todas estas cosas, del mismo autor o la misma autora y a mí lo que me encanta es formar un lenguaje literario por medio de esa voluntad estética, pero con las palabras que usamos todos los días. Yo busco la palabra más vulgar, la que se usa más, la que vos oís en la calle; esa palabra. Con esa palabra quiero construir un cuento. Por supuesto que también eso depende del tono y del ambiente del cuento. Si estoy escribiendo otro tipo de cuento donde la gente habla de manera solemne, bueno, hablarán de manera solemne. Yo no. Yo como autora, no, mi personaje no sé, vamos a ver lo que hace. Pero a mí me interesa mucho como un lenguaje completo, como un lenguaje que abarque todo, que abarque cosas que, en general, en los cuentos no se usan o en los ensayos o en las novelas. A mí me pasa muchas veces que todo el mundo dice, ay, qué bien porque vos hablás tan bien y las conferencias y sos tan divertida. Y claro, soy tan divertida porque en vez de decir dinero digo guita. Toda esa cosa en la que entra el humor porque el espectador o el lector pierde pie cuando se encuentra con una cosa así, y contribuye a un lenguaje general que todos estamos hablando y eso es lo que a mí me parece más interesante.



"Los libros de cuentos me salen solos".
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