Año CXXXIV
 Nº 48.945
Rosario,
miércoles  22 de
noviembre de 2000
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Triste adiós desde Tokio

Pablo Díaz de Brito

Con fondo de pinos y una incongruente combinación de campera negra y corbata fantasía, Fujimori explicó desde Tokio que renuncia a distancia -al parecer, vía fax- pero no olvidó reivindicar lo hecho en su decenio de poder. Y destacó el proceso de redemocratización en que había ingresado últimamente su administración. Admitiendo así con franqueza que el suyo no era un gobierno democrático, sino lo que todos saben, una negra dictadura.
Conviene detallarlo: un presidente de un país sudamericano apenas reelecto anuncia desde la otra punta del mundo, un hotel de Tokio, que dejará su puesto. Por el bien de la economía nacional, según explicó el flamante ex a France Presse.
El episodio aparece tan improbable y afiebrado como la escenográfica persecución de Montesinos que, en sus últimas semanas de poder, Fujimori dirigió incansablemente. Sin éxito, claro, salvo la incautación de una colección de relojes suizos valuada en un millón de dólares que habría pertenecido al elusivo ex capitán de inteligencia. Fujimori los exhibió orgullosamente a la prensa. El disparate duró algunas semanas, hasta que fue suplantado por otro, el actual.
Mientras Fujimori practicaba sus locos allanamientos, la ciudadanía del pauperizado Perú se enteraba de los 48 millones a nombre de Montesinos en cuentas suizas, y supuso, con razonabilidad inatacable, que el volatilizado jefe del SIN tendría algunos dinerillos más en otros sitios del globo. Y que a su superior, Fujimori, debía contar al menos con otro tanto.
Así las cosas, no había allanamiento a casino de oficiales o conferencia con relojes que alcanzara. Entonces apareció en la agenda del Palacio de Lima la providencial conferencia de la Apec, en el lejanísimo Brunei. Y para allá partió Fujimori, con un equipaje que se contó en 20 bultos. El paso del presidente peruano por la cumbre Asia-Pacífico fue breve y poco memorable. En cuestión de horas, el hombre y su séquito estaban donde verdaderamente querían estar, un confortable hotel del centro de Tokio. Luego vino lo del fax, la conferencia de prensa entre los pinos y todo lo que, en idéntico tono tropical-demencial, seguirá a no dudar en estos días.


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