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 domingo, 11 de noviembre de 2007  
[lecturas] - un libro premiado de Silvio Mattoni
Partículas de rara memoria

Osvaldo Aguirre / La Capital

Poesía
  • El descuido, de Silvio Mattoni. Recovecos, Córdoba, 2007, 89 páginas, $ 15.

    En su ensayo “Versos sobre uno: lo autobiográfico en la poesía argentina reciente”, Silvio Mattoni advierte momentos “de retorno a la expresión de un sujeto” en obras de sus contemporáneos. Son “anécdotas biográficas, donde alguien mira su propia vida sin que la descripción aspire a la universalidad de una idea del yo”; en vez de un relato ordenado cronológicamente, “se trata de una descomposición en mínimas partículas de una memoria que sólo la escritura puede reunir, en el simulacro de unidad que es un libro”. Esas reflexiones son inseparables de la poesía que Mattoni está escribiendo desde hace un tiempo y en la que se incluye su nuevo libro: una poesía que recurre, en primer lugar, a lo autobiográfico.

    En “Boulevard”, uno de los poemas de “El descuido”, se relata un paseo por una ciudad ajena y a la vez familiar, una ciudad conocida a través de recuerdos de otros pero no por experiencia propia. “Camino, no conozco la ciudad/ y voy buscando un punto de referencia/ para perderme, pero no del todo”, dice al principio el poema y luego: “De golpe me doy cuenta que no sé/ en dónde estoy. ¿Es Buenos Aires, Córdoba/ París? ¿Cómo hago para volver al lugar/ donde pensaba parar?”. Algo ocurrió de un momento a otro, hubo un sobresalto en el fluir de la narración. Sin darse cuenta de lo que ocurría, el que iba caminando no sólo extravió la orientación sino que ni siquiera sabe en qué lugar está. Y no podría decir de qué modo ocurrió ese tránsito, que parece el efecto de un simple descuido.

    La misma experiencia de “Boulevard” es la que aparece en otro poema, “Vértigo”: “Pero ahora/ a plena luz, en pleno mediodía nublado/ con claridad me sentí sustraído del presente”. El descuido inscribe un blanco: de él no puede decirse nada, salvo que ocurrió, porque ocurrió cuando uno se sustrajo, cuando no estaba, cuando uno se había desprendido del cuerpo, cuando pensaba en las nubes. Un flash, en cierto modo, desde el momento en que el descuido se produce a plena luz. Una iluminación, también, ya que se escribe por descuido y a partir del descuido.

    En la infancia, de acuerdo a las versiones de este libro, estaba prohibido descuidarse. Si uno se distraía, podía corporizarse alguna de las vagas sombras que se insinuaban en la oscuridad. En el poema “Deshacerse del cuerpo” se evoca una excursión con el padre en busca de un sitio para enterrar un perro. Una empresa que se frustra y deriva en un pacto de silencio entre padre e hijo. “Volvemos sin decir nada y me guardo/ un vacío con forma de poema”, dice el narrador. ¿Es una alucinación lo que luego reconstruye, de dónde viene esa voz que le advierte: “Cuidate del descuido, cuidá bien/ tus palabras, tus actos, esto que ves/ es todo lo que hay”? ¿Es la enunciación de una preceptiva? Pero había algo placentero en aquellos descuidos: “Quisiera descuidarme de mí mismo/ como la primera vez en que algo raro/ me agarró de los pelos y me puse/ a escribir, solo, sin ningún motivo/ Cuando reaccioné, había pasado/ casi toda la tarde”.

    Aquel rapto “no vuelve ahora”, cuando “el pensamiento impone su red de frases”. Pero hay algo que persiste: el cuaderno y la birome. El niño llega a la casa y sube a su pieza, a su cuaderno. El adulto sale de casa con el cuaderno y la birome; donde quiera que se encuentre, está en condiciones de registrar lo que considera interesante. “Convertir la vida, esto que pasa,/ en simple material para un poema”, escribe Mattoni. Y de hecho lo familiar, lo doméstico, el colegio, el gato que aparece en el techo de la casa, un paseo por el shopping y, en fin, recuerdos diversos de la infancia, constituyen la materia de los poemas. También el descuido en la vida de las personas, en los casamientos y en las concepciones, y el descuido como desorden en la casa, el descuido, podría decirse, como lo que rompe el automatismo de la percepción.

    Es precisamente lo que quiebra el relato, son los puntos de fuga lo que constituyen todos esos registros como poemas. Son los descuidos. Aquello que corta la red de pensamientos. Los instantes que extrañan el pasado inmediato, que obligan a volver sobre ese pasado para cubrir un repentino intervalo de misterio. Basta una falla de la atención para que todo parezca distinto.

    Esos descuidos permiten escribir. En su punto extremo, ellos mismos son la escritura. En “La cosa perdida”, uno de los grandes poemas del libro, se lee: “¿En dónde puse esa cosa perdida? (...) Pregunto por la incansable remisión, por el descuido/ que me hizo olvidar de algo”. Por un raro espiral de su propio movimiento, la poesía autobiográfica de Silvio Mattoni se construye, entonces, a través de fragmentos donde el yo se distrae, donde el yo se ausenta, donde el yo, finalmente, se sustrae, para dar paso a una experiencia de la poesía.
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    Literatura y vida. Silvio Mattoni reelabora episodios autobiográficos en sus poemas.

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