Año CXXXVII Nº 49653
La Ciudad
Política
Información Gral
El Mundo
Opinión
La Región
Policiales
Cartas de lectores



suplementos
Economía
Ovación
Turismo
Mujer
Escenario
Señales


suplementos
ediciones anteriores
Turismo 04/11
Mujer 04/11
Economía 04/11
Señales 04/11
Educación 03/11
Página Solidaria 17/10
Estilo 06/10

contacto
servicios
Institucional

 domingo, 11 de noviembre de 2007  
El humor, su mueca y el dibujante

Roger Pla

Aproximadamente entre 1937 y 1941, Gambartes ejecuta una serie de cartones en los que deja testimoniada una actitud a primera vista insólita.

(...)Se trata de témperas de un color lujoso, generalmente de dominancia cálida —aun los azules, los cielos están llenos de luz— y de un dibujo figurativamente firme, de líneas amplias y definitorias, destinadas a narrar una anécdota inspirada con frecuencia en temas infantiles o vinculados a la mitología o la literatura infantil a veces tejida directamente alrededor de un hecho cotidiano.

El aspecto lúdico del cartón, dado tanto en la forma y el color como en la anécdota narrada, consiste en el primer grupo, en el modo de comentar el tema infantil, con la diversión y la gracia que puede encantar a un niño; pero, a la vez, con un trasfondo irónico que implica ciertas alucinaciones a la condición humana en general, trasfondo donde justamente se pone en movimiento la veta humorística del pintor, y que sin molestar la contemplación del niño —esto es, sin transgredir los límites de la literatura infantil— actúa tan sólo para el adulto.

(...) Lo insólito de estos cartones es más aparente que real. Sí. Gambartes no fue un pintor anecdótico. Inclusive, el humorismo dado narrativamente —quizás ni siquiera la actitud del humor— está ausente de su obra pictórica. Pero aquí y allá asoma, no sólo en sus figuras anteriores al 50 sino en alguna figura en el paisaje, alguna yuyera, inclusive en algún payé, un resabio quizás de humor mudo, un humorismo al que se le prohíbe abrir la boca, un humor al que se le ha arrancado la lengua.

En otros términos, el goce de pintar, la diversión del oficio junto a la contemplación remotamente crítica (...) pone a veces en sus dioses olvidados o en sus génesis o en sus fósiles algo grotesco, algo en la estructura misma de su lenguaje, que no está lejos de esa zona no necesariamente amarga pero tampoco necesariamente alegre donde comienza la mueca del humor.



 Fragmento de una nota publicada en La Capital el 25 de marzo de 1973
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo


Notas Relacionadas
Un conjuro llamado Gambartes


  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados