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 domingo, 09 de septiembre de 2007  
El aluvión y el derrumbe

Mauricio Maronna / La Capital

Los efectos del huracán Hermes, lejos de desaparecer, siguen dominando la escena política santafesina pero, además, se hace sentir nacionalmente. El aluvión de votos al Frente Progresista desnudó al justicialismo que, como un boxeador sin aire, busca una campana salvadora que lo arrime al banquito para recuperar oxigeno. El gobernador electo es por estas horas, y como se preveía, el chico de la tapa de los grandes medios nacionales.

   La prensa opositora al Ejecutivo nacional quiere que caiga en la trampera con alguna declaración altisonante contra el presidente Néstor Kirchner; para Elisa Carrió y Rubén Giustiniani es imperioso que Binner, más temprano que tarde, explicite su apoyo a la fórmula y borre del mapa a algunos operadores mediáticos que desean mostrar el silencio del ex intendente como una desautorización a Rubén Giustiniani, a todas luces una falacia.

   Pero no son tiempos de zambullirse en la cuestión nacional cuando las huellas del 2 de septiembre se incrustan en todos los partidos políticos santafesinos.

   Las internas abiertas de julio operaron como un boomerang para el peronismo. La victoria que le cupo entonces por sumatoria de votos al oficialismo despertó el voto escondido de quienes, apoyando a Binner, no habían concurrido a sufragar o lo hicieron en blanco. El domingo pasado no dejaron pasar la oportunidad y contribuyeron a que se produzca el binnerazo tan anunciado.

   El Partido Justicialista, en Santa Fe y Rosario, ya es menos que una cáscara vacía. En realidad, no parece haber quedado ni la cáscara. Las urnas terminaron con los caudillos, los aprendices de caudillos y los que, elección tras elección, aparecen en las boletas sin darse por aludidos pese a las sucesivas derrotas.

   Al PJ de la ciudad le cae de perillas una cita de Borges cuando, entrevistado en su momento por una periodista española sobre las crisis encadenadas de la Argentina, sintetizó: “Es que nos han quitado hasta el fondo”. Algo de eso sobrevuela en las silenciosas unidades básicas y sobre todo en la departamental peronista. Es hora de renunciamientos en el justicialismo. Cada minuto que pasa sin autocrítica es un paso más hacia el abismo.

   Jorge Obeid ha sido considerado el gran responsable de la derrota. Lo hizo público el diputado nacional Oscar Lamberto y lo amplifica con grabador apagado la mayoría de los dirigentes. Como una mochila cargada de piedras cae sobre la humanidad del gobernador la responsabilidad de ponerle los atributos de mando a un opositor, algo que se comenzó a vislumbrar, créase o no, desde la misma madrugada del 8 de septiembre de 2003 cuando, pese a la victoria, Carlos Reutemann observó la nula capacidad de reflejos del oficialismo, la ausencia de festejos y hasta las luces de la Gobernación apagadas.

   “Espero que el nuevo gobernador cumpla con el mandato de festejar las bodas de plata en la Casa Gris”, dijo entonces el Lole, quien pese a no haber sido candidato también fue “tocado” por la caída. Creer que la crisis del peronismo nació el 2 de septiembre es una falsedad intelectualmente deshonesta. Las diferencias entre Obeid y Reutemann se fueron profundizando con el correr de los meses: el senador jamás se sintió reconocido por Obeid, a quien aupó con el sublema de Alberto Hammerly, y Reutemann tomó distancia del gobierno provincial. Hace 4 años que ambos no se juntan ni para tomar un café.

   La derogación de la ley de lemas, que le fue arrancada por la oposición a fuerza de una campaña de demonización estentórea, borró del mapa aquellos dichos de Obeid en la Quinta de Olivos frente a Eduardo Duhalde, entonces presidente de la Nación, Binner y el propio Reutemann. Este cronista fue testigo de la frase: “Lo que sirve no se toca”.

   Cuando la Legislatura dejó en el olvido ese sistema, el peronismo comenzó a suicidarse.

   Las primarias abiertas, obligatorias y simultáneas metieron al oficialismo en un internismo a veces soterrado que hoy sale a la luz con todo su esplendor, agudizando la parálisis de un partido oxidado, con consignas anticuadas y ausencia de renovación absoluta en la parte superior de la pirámide. Nadie puede sentirse sorprendido por las consecuencias del 2/9.

   La ola de cambio propuesta por Binner arrasó con 24 años de peronismo, puso en segundo plano la buena gestión provincial tras dos primeros años tambaleantes y dejó pasar las condiciones económicas favorables que se hacen sentir a lo largo y ancho de la bota. Cuando la sociedad decide cambiar, cambia. El líder socialista captó el humor popular mejor que nadie y, sin propuestas grandilocuentes, llamó a votar contra la falta de vidrios en las escuelas, los problemas de la niñez, el flagelo de la inseguridad y algunos otros tópicos.

   Binner, pese a los casi 860 mil votos que cosechó, deberá lidiar con una Legislatura refractaria a la hora de las grandes decisiones, cuando las Cámaras se convierten en Asamblea. El primer filtro que deberá superar es el de la reforma constitucional, rechazada por el grueso del PJ pero avalada por Obeid.

   La falta de liderazgo visible entre los senadores reelectos hace que no pocos socialistas estén intentando tender un puente de plata hacia Reutemann, jefe político de los senadores que han revalidado pergaminos. Por primera vez, Binner reconoce que “en Santa Fe se impidió la consumación de un fraude en 1995 por la acción del Lole”, y lo separa de la actitud que tomó José Manuel de la Sota en la escaldada provincia de Córdoba.

   En la Cámara alta, la vicegobernadora Griselda Tessio deberá tener “cintura de avispa” para acordar cada ley con los legisladores peronistas mientras que el socialista Eduardo Di Pollina, futuro presidente de Diputados, tendrá que consolidar la unidad con los representantes de la UCR, PDP, ARI y Encuentro Popular.

   La debacle del Frente Progresista en Las Colonias desdibujó la intención de Carlos Fascendini de convertirse en titular de la Cámara baja.

   Con la derrota como alfombra, Obeid deberá salir a hacer campaña como primer candidato a diputado nacional, una tarea nada fácil teniendo en cuenta el malestar que envuelve a referentes territoriales de toda la provincia.

   Los números en Santa Fe comenzaron a preocupar al gobierno nacional, cuyas máximas figuras, Néstor y Cristina Kirchner, no lograron traccionar para la fórmula encabezada por Rafael Bielsa. “No sólo eso, creo que nos restaron votos a la hora de venir a la provincia”, se sincera un altísimo funcionario de la Casa Gris pidiendo estricta reserva de identidad.

   ¿Quién será el jefe de campaña de la postulante presidencial en Santa Fe? ¿Cómo operará el triunfo de Binner respecto de la candidatura de Carrió, quien ganó las presidenciales locales en 2003? Hoy no hay respuestas para esos interrogantes.

   Santa Fe iniciará en diciembre un proceso histórico de la mano del primer gobernador socialista de la historia, con la ausencia de los grandes caudillos peronistas, que, para siempre, deberán dar un paso al costado. Sobre esos escombros, las nuevas referencias, que llegan desde el interior de la bota, el peronismo deberá reconstruir una casa que se derrumbó y cuyo estrépito se potencia día a día, minuto a minuto.

   Binner tendrá la enorme responsabilidad de darle gobernabilidad a un territorio que siempre fue previsible. Su primer objetivo será priorizar las coincidencias con las fuerzas aliadas y evitar una rápida diáspora por cuestiones clave, como la eliminación de la bicameralidad, resistida por el socio mayor, la Unión Cívica Radical.

   Hermético, el gobernador electo quiere que pase el cierre de listas para las diputaciones nacionales y que los nombres para un futuro gabinete se vayan decantando por el peso específico de su figura, sin dudas el nuevo gran elector santafesino. Se ha escrito, apenas, el primer borrador de la historia. Santa Fe empieza a vivir una transición apasionante, rica en matices, con nuevas piezas en el tablero.

   ¿Será el Frente para la Victoria (una construcción con más humo que realidades) el certificado de defunción para el histórico y exitoso Partido Justicialista? Esta película recién empieza.
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Binner.


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