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 miércoles, 05 de septiembre de 2007  
Simulan ser clientes de una tienda y roban en la casa de la dueña

“La imagen que me quedó grabada es la del tipo morocho apoyando el revólver en mi cabeza y diciéndome: «Te voy a matar»”. Además de ese recuerdo, a Silvia le quedaron un corte en la cabeza, moretones en sus brazos y el faltante de 5 mil dólares que se esfumaron con un trío de ladrones.

El lunes a las 10 Silvia B. atendía su tienda ubicada en 27 de Febrero al 2900. “Había una clienta del barrio que estaba con su hijita de 7 años. La verdad es que no sé cómo entraron (los ladrones). No sé si la puerta quedó cerrada en falso o la chiquita vio gente y les abrió. Pero cuando me di cuenta ya estaban adentro”, dijo Silvia.

Tres personas y un bebé.
La tienda de Silvia está conectada con su casa por una puerta interna. Mientras la mujer despachaba a la clienta, dos hombres y una señora con una criatura en brazos entraron y se quedaron en un segundo plano. Todos estaban prolijamente vestidos. Los dos hombres, con el pelo bien cortado y afeitados, tenían entre 35 y 40 años. Uno de los dos tenía ojos verdes y estaba teñido de rubio furioso . La mujer, de unos 45 años, era morocha y llevaba en brazos un nene de un año y medio rubiecito. “No parecían choros. Era gente común”, sintetizó Silvia.

Silvia terminó de atender a su vecina y se dedicó a sus nuevos clientes. “Qué necesitan”, les preguntó. Entonces uno de los hombres le dijo mirando a la criatura: “Soy el padrino”. Después todo se aceleró. El rubio tomó a la mujer con el bebé con la que habían entrado y la sacó del negocio. Y ahí empezó el robo.

Dato conocido.
“El morocho me agarró del brazo y me apuntó con un revólver pequeño plateado. «Dame los dólares de tu mamá», me dijo y me empezó a llevar de acá para allá”, explicó la mujer. Siempre a los tirones. Siempre bajo amenazas de muerte, a Silvia la metieron en su casa.

“En un momento miré el caño del revólver y caía un hilo de sangre. Entonces pensé: «Estos vienen de matar a alguien y ahora me tocó a mí». Y no. Era mi sangre. Me habían apoyado tan fuerte el arma que me habían cortado la cabeza”, explicó. Con la mujer como guía los dos hombres fueron recorriendo la casa de dos plantas. “Todo el tiempo me pedían «los dólares de mi mamá»”, recordó.

Cuando llegaron a la habitación de su mamá, quien tiene 72 años y no estaba en la casa, la mujer se paró ante un placard de dos cuerpos, uno encastrado sobre el otro. “Ante la proximidad de la muerte, les dije donde estaba el dinero”, describió Silvia, con su voz ahogada en llanto.

Así, mientras el morocho la apretaba, el rubio, a duras penas, corrió el mueble y halló el botín: una pulsera de oro y piedras cuyo valor Silvia desconoce y 5 mil dólares en billetes. Tras ello, a Silvia la encerraron en un baño y se fueron por el negocio.
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