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domingo,
25 de
marzo de
2007 |
Una construcción colectiva
La Asociación de Ex presos políticos homenajea a los desapaecidos con murales realizados en distintos lugares de la ciudadA CIUDAD
Osvaldo Aguirre / La Capital
Mate, memoria y mural. Con esos tres elementos los integrantes de la Asociación de Ex Presos Políticos y Sobrevivientes realizan en distintos puntos de la
ciudad actos de homenaje a víctimas de la represión durante la dictadura. Una
nueva forma de dar testimonio cobra fuerza a través de pinturas, volantes y
encuentros callejeros en los que el debate y los recuerdos circulan en torno
a una posición definida. “Queremos personalizar y tener presente la identidad
de los desaparecidos y los muertos; fueron compañeros perseguidos por sus
ideas políticas y su militancia, y a ellos no les gustaría, como tampoco a nosotros, que se los recordara omitiendo esa identidad”, dicen Hugo Papalardo,
Carlos Arroyo y Horacio Dalmonego, miembros de la entidad.
“Veníamos haciendo reuniones los sábados. En un momento nos pareció que nos juntábamos sólo para discutir y pelearnos. «Mejor encontrémonos para
trabajar y hacer algo práctico», dijimos. Le pusimos «Mate, memoria y mural»
porque no es solamente cuestión de ir a pintar una pared: mientras hacemos
eso, discutimos, y el mate es lo que aglutina”, cuentan los ex presos políticos,
quienes consideran a esta actividad como “un modo de salir del internismo
y de discusiones muy destructivas que generalmente tenemos los que venimos
de la generación del 70”.
El punto de partida fue la conmemoración de las muertes de Julio César
Rossi y Ricardo Amarilla, militantes de la Unión de Estudiantes Secundarios
asesinados el 7 de septiembre de 1976 cuando realizaban una pintada en La
Paz entre Corrientes y Entre Ríos. Desde entonces, los homenajes se realizan
en el mismo lugar donde ocurrieron los hechos. “Tratamos de que la gente del
barrio sepa que esos jóvenes militaban, que tenían una historia. Antes y después de hacer el mural repartimos un volante por la zona con esos datos. Intentamos construir una memoria colectiva. Nosotros tenemos una visión de esos compañeros y de cómo sucedieron los hechos; los vecinos y los familiares tienen
otras, y al no ser coincidentes, porque no hay una única verdad, buscamos ese
conflicto, en el buen sentido, para armar una historia que concilie todos los
aspectos de la vida de ese compañero”.
Escrito en la pared
Los ex presos destacan la repercusión inmediata de los murales. “Hay vecinos
que se sienten como liberados cuando alguien les pregunta por lo que pasó
—dicen—, porque han sido testigos de la muerte de personas a las que conocían,
de las que eran amigos o compañeros de escuela, pero nunca hablaron, o lo comentaron en voz baja, porque el miedo todavía es muy grande”. A veces
no sólo son palabras las que se recogen: en el caso de Estela Miguel (asesinada
en Juan José Paso al 7000; en el mismo procedimiento fue secuestrado Sergio
Jalil, quien apareció muerto en la localidad cordobesa de Los Surgentes),
“un vecino había guardado el reloj y el paquete de cigarrillos que ella llevaba,
cuando la mataron”.
La realización del mural apunta precisamente a crear un ambiente para el
recuerdo. “A veces cuando vas a buscar testigos por un juicio la gente no quiere
hablar. Pero si le explicás que estás construyendo la memoria del hecho, la
historia de vida, se abre mucho más”.
Esa memoria se propone rescatar a militantes comunes y convocar a quienes
puedan dar un nuevo testimonio. “Los homenajes se suelen hacer en el
centro, con un grupo reducido de personas, siempre las mismas —dicen los
miembros de la Asociación—. Los vecinos de los barrios no van a esos actos.
La memoria para el común de la gente queda como un hecho ajeno y por eso
vamos a donde sucedieron las cosas, porque todos tienen algo para contar.
Aparte la represión mayor no fue en el centro sino en los barrios”.
Los murales han recordado hasta el momento episodios ocurridos entre
1976 y 1977, “cuando el grueso de la represión en 1976 fue responsabilidad de
la policía con respecto a Montoneros, y del ejército y una parte de la policía
con el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo); a partir de principios de 1977
eso empieza a cambiar, porque el ERP prácticamente ya no existe y empiezan
a usar el centro clandestino La Calamita para llevar a los que consideraban
cuadros de Montoneros”. El último, en Salta y España, conmemora a los desaparecidos en Rosario.
En Dorrego 4771 fueron recordados Isabel Soto Parra y Héctor Cian. El 10
de diciembre de 1976 un grupo de tareas asesinó en el lugar a Soto, embarazada
de ocho meses, y secuestró a Cian, quien permanece desaparecido.
A su vez, en San Martín y Centenario, el homenaje tuvo como protagonistas
a ex militantes de las unidades básicas Astudillo (Cabildo y Ayacucho) y Brandazza (Cabildo y San Martín): Carlos Sapo Gutiérrez, Carlos Eduardo Wagner y Olga Pattacini (desaparecidos) y Juan Carlos Amador y Roberto Zapato
Luna (asesinados).
La esquina de José Ingenieros y Alberdi señala el escenario de otro crimen.
El 15 de diciembre de 1976 fue asesinado Raúl Héctor García, docente
y militante gremial; los represores detuvieron en el mismo sitio a Norma Elena
Larrosa, psicóloga y también docente, quien luego apareció asesinada en la
llamada masacre de Ibarlucea.
En San Lorenzo y Vera Mujica, otro mural recuerda a Rodolfo Juan Lucero
y Claudia González, asesinados el 12 de febrero de 1977, y Beatriz Aguilera, Ana
Valle, Silvia Fabris, Roberto Altamirano, Juan Carlos Morel y otro militante no
identifi cado, que fueron secuestrados entre esa fecha y el 17 de febrero, cuando aparecieron fusilados en pasaje Marchena y San Lorenzo. Todos militaban
en la Juventud Universitaria Peronista.
La Asociación de Ex Presos Políticos y Sobrevivientes recordó además las
muertes de Claudia Omar, Ana María Teresa Drago, Daniel Hugo Cambas y
María Cristina Luchessi, miembros de la Juventud Trabajadora Peronista que
fueron asesinados en Balcarce 742, el 31 de diciembre de 1976.
En Saavedra 3571 fueron evocados Héctor Luis Fluxá, Silvia Lidia Somoza,
Mónica Cristina Woelfl in, Nadia Doria, Gladys Hiriburu y Luis Enrique
Ulmansky, militantes de la Organización Comunista Poder Obrero, quienes
estuvieron detenidos en el Servicio de Informaciones de la policía de Rosario
y cayeron asesinados el 23 de enero de 1977 en Saavedra y pasaje Famaillá.
Una misma frase se repite en todas las paredes: “Murieron para que la patria
viva”. Palabras para reabrir historias que deben ser contadas.
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Fotos
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Imagenes de ayer y hoy. Un detalle del mural de La Paz entre Corrientes y Entre Ríos.
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