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domingo,
25 de
marzo de
2007 |
Humanizar el momento del nacimiento
Durante años, el parto fue entendido como un acontecimiento “natural”. En nuestras sociedades industrializadas, el creciente intervencionismo médico ha corrido al parto de su lugar de acontecimiento vital, transformándolo en un hecho susceptible de ser intervenido médicamente, provocando así en muchas ocasiones complicaciones indeseadas. De esta manera, los actores fundamentales de este proceso (madre, padre, bebé) han perdido gran parte de su protagonismo en manos de la medicina y las tecnologías ofrecidas. Por lo tanto, a la vez que el parto y el nacimiento pierden lo que tienen de intrínsicamente naturales en tanto procesos biológicos, se “naturalizan” (se aceptan sin cuestionamientos) ciertas prácticas en su gran mayoría innecesarias.
Entre otras prácticas médicas innecesarias figuran la inducción artificial del parto mediante goteos de oxitocina sintética, postura horizontal e inmovilidad de la mujer, episiotomía, corte inmediato del cordón umbilical y las cesáreas. Todos estos factores hacen que el momento del parto resulte para algunas mujeres “poco feliz”, incluso violento o traumático.
El movimiento del parto humanizado propone no renegar de la tecnología, sino tomar de ella lo útil, evitando su mal uso. Esto es, respetar los derechos de la madre, padre y niño por nacer. Para propiciar el ejercicio de esos derechos, es de suma importancia contar con información relativa al embarazo y al parto para estar en condiciones de elegir y pedir aquello que se desee.
La Organización Mundial de la Salud, advertida de esta situación, ya en el año 1985 redactó una serie de recomendaciones generales sobre los derechos de la mujer embarazada y el bebé. Entre sus puntos más salientes, declara que “la población debería estar informada sobre las diversas formas de cuidado en relación con el parto”, para que cada mujer pueda optar por lo que más le convenga; advierte sobre la importancia de que el recién nacido no sea separado de su madre en las primeras horas de vida (siempre que la salud de ambos lo permita); promueve la lactancia materna, y habla sobre la no justificación de la aplicación masiva de la provocación del parto, episiotomía, enemas, rasurados y corte inmediato del cordón. En la Argentina existe una ley nacional de escasa difusión, sancionada el 25 de agosto de 2004, que avala estas recomendaciones, haciendo referencia fundamentalmente a los derechos de la madre y el recién nacido.
El ser humano es el único ser vivo que nace en la más absoluta indefensión, requiriendo de otro que lo aloje, lo cuide y lo ame para poder vivir. Este otro es, por lo general, la madre. Este lazo vital comienza a gestarse mucho antes de que el niño nazca, antes incluso, quizás, que se encuentre en el útero materno, a partir del deseo de esa madre. Y si bien decimos que el parto y nacimiento son hechos de la naturaleza ligados a lo instintivo de la especie, no existe algo que podamos llamar instinto en relación al “saber ser madre” . Esto se arma a partir de la propia historia, saberes propios y ajenos, y las circunstancias en que la maternidad ocurra.
Por todo esto es que el promover lazos entre mujeres que se encuentren en una situación similar, esperando un hijo, propicia el rescate de estos saberes compartiendo dudas, inquietudes y temores. También es importante contar con información precisa para poder cuestionar lo que aparece como incuestionable, recuperando el protagonismo de algo maravilloso y único en la vida de una mujer, y de un sujeto por nacer. La propuesta es, entonces, informarse para poder elegir, y encontrarse para compartir.
Cristina Giménez (médica)
Mariana Kaplan (psicóloga)
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