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domingo,
25 de
marzo de
2007 |
"Uno acá siempre
se siente rechazado"
En la puerta de su casa, Julia despide a su hijo que sale para la escuela. Ella no sabe leer ni escribir y para hacer estudiar a sus chicos dejó de ser quintera y se afincó en el barrio cuando era casi un campo. A su lado está Marcelina, su madre, que sólo habla quechua y que llegó hace poco de Potosí (Bolivia).
A pesar de que hace quince años vive en Argentina aún no puede evitar la humillación de sentirse diferente. "Uno acá siempre se siente rechazado", confiesa. Lo mismo le pasa a sus hijos en la escuela. Bolitas y bolivianos sucios son sólo algunas de las cosas que escuchan. La convivencia es difícil porque siente una pared invisible que los aparta, hasta de los propios vecinos les hicieron sentir que eran extraños y no los querían en el barrio.
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