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domingo,
25 de
marzo de
2007 |
"No hablo por miedo"
En el terreno fiscal que compró por 350 pesos, Natalia plantó un limonero y hasta hizo un jardín. Al lado, hay un árbol de copa gigantesca que el viento mueve con un murmullo refrescante. El lugar contrasta con el paisaje árido de Bolivia, de donde llegó hace dos años. Vive a la vera del Camino Nuevo a Soldini con sus siete hijos y su esposo que por no tener documentos en regla trabaja salteado como peón de albañil por 30 pesos diarios.
Pero hay algo que aún no asimila. Son las miradas. "Cuando cargo mis hijitos a caballito con el aguayo (el poncho donde llevan sus niños), me miran mucho, me ponen nerviosa", musitó. Y agregó: "Mi hermana me dijo que acá no hablan como yo, así que tengo miedo, y no hablo".
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