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miércoles,
21 de
marzo de
2007 |
Historias de desarraigo y dolor
Detrás de un inmigrante sin documentos no sólo hay desarraigo, también angustia, dolor y no pocas veces, delito. "A dos menores de Bolivia les fraguaron la edad para ingresarlos al país y hacerlos trabajar en jornadas agobiantes por 15 pesos mensuales en una quinta", relató el cónsul de ese país en Rosario, Williams Medrano. Dos historias de vida marcadas por la necesidad y la sumisión que terminaron con los jóvenes repatriados y una pesquisa sobre los responsables.
En ambos casos, aunque en distintas circunstancias, escaparon "por hambre y sed" y fueron llevados al Consulado después de que la Gendarmería los encontró caminando y exhaustos. "Los repatriamos y ubicamos a los familiares", explicó Medrano.
Según relató el cónsul, la vida de los inmigrantes bolivianos no es fácil. El trabajo en las quintas sólo les reditúa entre 200 y 300 pesos mensuales. La construcción, yesería y ladrillería, suelen ser opciones "un poquito mejores". Medrano tampoco pasó por alto que no pocas veces también entra en escena la extorsión. "A veces no pueden ni quejarse, ya que los amenazan con denunciarlos porque están indocumentados", comentó. Para revertir la situación, desde el Consulado visitan los lugares donde hay trabajadores bolivianos y les explican sus derechos.
En Rosario, el trámite de residencia precaria se realiza en los consulados de Bolivia, Paraguay, Brasil, Uruguay, además del Centro de Residentes Paraguayos y los cinco distritos municipales. Pueden acudir quienes ingresaron antes del 17 de abril de 2006. Llevar dos fotografías y cualquier documento que acredite identidad. En el caso de menores, es necesaria la autorización de al menos uno de sus padres.
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