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sábado,
05 de
agosto de
2006 |
Yo creo: "El valor de hacer un cine independiente"
Rodolfo Bella / Escenario
Acercarse a un festival de cine independiente es siempre estimulante. Sin embargo, la actitud para hacerlo puede definir el recorte que el espectador hará de la acumulación monumental de posibilidades estéticas e ideológicas que coinciden en esos encuentros. Rosario es sede por cuarta vez de la versión local del Bafici (Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente). Allí confluyen exponentes de las más variadas vertientes, desde el más clásico de los transgresores, como Ingmar Bergman, hasta un rodaje documental sobre la filmación de una película pornográfica. Acercarse a estos festivales puede ser también como abrir una grieta en una monolítica forma de ver cine comercial, una forma de gimnasia visual e intelectual. Casi siempre lo que se muestra es saludable, no sólo como el intento de escarbar en las costuras menos presentables de la sociedad y su gente, sino también como un cachetazo capaz de sorprender al más espabilado. Una de las formas posibles de acercarse a los festivales es sin fundamentalismos, una actitud que curiosamente y en algunos casos termina pareciéndose mucho al esnobismo; otra es sin la mirada torcida de quién sabe cuáles prejuicios sobre lo nuevo, lo raro o lo exótico. Asistir a esos encuentros puede ser entonces un desafío del cual se puede salir renovado o golpeado. Y es así porque también es un recurso inestimable para comprobar hasta dónde el hábito, también respetable y bienvenido de ver cine "chatarra", puede impedir disfrutar de otro tipo de filmes. Los festivales pueden evitar que alguien se transforme en en fundamentalista de lo tradicional, inamovible y perpetuo de un único tipo de cine y, llegado el caso, de una uniformidad que puede extenderse a otros campos donde no se toleran las asimetrías. Poner el rótulo de "diverso" o "independiente" no equivale necesariamente a "mejor" . En el caso de un festival, el material exhibido funcionaría como unas coordenadas trazadas con material fílmico a lo largo y ancho del mundo, desde Oriente a Estados Unidos y Sudamérica, para finalmente descubrirse capaces de disfrutar de un plato gourmet. Claro que sin olvidar que nadie los va a lapidar por confesar que de vez en cuando también disfruta de la comida chatarra.
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