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sábado,
05 de
agosto de
2006 |
Yo opino
El chat: ¿transgresión o barbarie?
Yo opino. Espacio de opinión de chicos y jóvenes
El lenguaje del chat surge como una adaptación de los códigos lingüísticos a las nuevas tecnologías, es creado por los jóvenes, que vieron nacer a dicho medio de comunicación que privilegia la velocidad, pero que no se traspola a otros ámbitos, por ejemplo el educativo, donde el lenguaje es normativo, correctivo y tradicional.
Mucho se ha oído sobre la relativa, total o parcial o supuesta responsabilidad que tiene el chat en los errores ortográficos cometidos por los adolescentes.De todos modos, si nos remitimos al origen del problema, al origen de los errores ortográficos, caemos en los orígenes mismos de la formación del alumno, es decir, de este individuo capaz de incorporar, asimilar, procesar y poner en práctica los conocimientos que se le ofrecen.
Los conocimientos lingüísticos deben ser bien infundidos. Quien escribe bien, -es aquel que aprendió correctamente las normas ortográficas, gramaticales, sintácticas, morfológicas y semánticas de las palabras y así las aplica- a la hora de escribir en el chat no modifica ni perjudica ni desgasta ni ensucia su correcto lenguaje. Y esto es claro, el que lo sabe, lo aplica, los errores que puede llegar a cometer son casi intencionales, porque los efectúa sólo para adaptarse a este medio, donde los pulsos corren, se genera un gasto y la rapidez apremia.
Por el contrario, quien nunca tuvo contacto no sólo directo, sino profundo, con la lengua y su buen uso, con sus reglas y normas, en el momento de escribir -tanto en su vida cotidiana como en el chat- ni siquiera duda sobre cómo se escribe tal o cual palabra, porque no conoce otra concepción posible a la que se le cruza por la cabeza en ese instante, cayendo casi siempre en el error ortográfico o gramatical. El que no sabe, no va a aprender de un día para otro lo que debió aprehender desde el primer contacto con la lengua escrita, allá en los primeros años de la EGB, por lo tanto, va a seguir escribiendo mal.
El lenguaje es, pero siempre hace falta aclararlo, un tema transversal, atraviesa la vida, es relación, es contacto, es sociedad, crecimiento y evolución. Y justo por eso, las opiniones a su alrededor son muchísimas y encontradas. Se sabe que las posturas deben analizarse minuciosamente ya que existen distintas propuestas en el mostrador de las reflexiones: de profesionales, lingüistas, del presidente de la Academia Argentina de Letras, y de escritores que hablan y califican o descalifican al chat.
Por el momento, tenemos claros algunos aspectos: el chat surgió hace unos años como un medio que facilita y agiliza las comunicaciones, se lo puede considerar trasgresor, revolucionario, mutilante, caótico; pero tal vez se trate sólo de un fenómeno, de una moda, del renacimiento del esperanto (aquel lenguaje ideado por un joven, aturdido de las dificultades de su idioma original, para unificar a los países) o simplemente -y esta es nuestra opinión- de un código al que dieron vida los jóvenes para entenderse entre ellos, para cerrar no tan limitadamente su espacio, para marcar terreno. Quizás, sobre todo, para simplificar la complejidad del lenguaje castellano, tan amplio, tan significativo, tan rico y tan diverso. A esto se le suma que los jóvenes deben ser veloces, tienen que "chatear" con la mayor cantidad de conectados posibles, que a veces apabullan, y están "obligados" a interpretar el emoticón que se envía desde el otro lado de la computadora lo más rápidamente posible.
En todo caso se puede decir que los jóvenes son concientes de que el lenguaje del chat o ciberlenguaje, es una adaptación del castellano, para usar sólo entre amigos, para usar sólo en Internet, y que no debe mezclarse con el lenguaje escolar o cotidiano, con los códigos preestablecidos por el resto de la sociedad, aceptados históricamente (y no bien aprendidos por la mayoría).
Una vez más es el adolescente, que de adolecer a veces se cansa o a veces se ríe, el que burla las normas usuales, las que ya se entienden, y lo hace para mitigar su existencia, para economizar palabras, para simplificar su lenguaje, para hacer lo que sabe: transgredir.
Anaclara Dalla Valle, Estefanía David, Rocío Banega y Eliana Palazzesi. Estudiantes del polimodal de Pujato.
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