Año CXXXVII Nº 49022
La Ciudad
Política
Economía
Información Gral
El Mundo
Opinión
Escenario
La Región
Policiales
Cartas de lectores


suplementos
Ovación


suplementos
ediciones anteriores
Turismo 05/02
Mujer 05/02
Economía 05/02
Señales 05/02
Estilo 21/01
Educación 30/12

contacto

servicios
Institucional

 miércoles, 08 de febrero de 2006  
La democracia no puede admitir los vetos religiosos

Pablo Díaz de Brito / La Capital

Luego de una semana de asaltos a embajadas y quemas de banderas danesas y de más de una decena de muertos, está claro que en el caso de las caricaturas de Mahoma hay un choque de valoraciones: para los islámicos una prohibición dictada por su religión debe regir para toda la humanidad. Pero para muchos de los no islámicos (la mayoría de los otros 5.000 millones de humanos), no es así.

Suponiendo que la prohibición, en este caso la de representar a Mahoma, debiera respetarse también por fuera del islam, entonces deberían sumarse las de las demás creencias, como señaló el amenazado diario France Soir: "¿Pueden imaginar una sociedad donde se acumularan todas las prohibiciones de las distintas religiones? ¿Qué quedaría de la libertad de pensar, hablar o incluso circular libremente?".

Asimismo, si no se admite siquiera la caricatura del profeta, ¿qué queda para el análisis histórico crítico de su vida y acciones? Es claro que Mahoma construyó un proyecto político en torno a su religión, que dio lugar a una enorme expansión militar imperialista. Decir esta obviedad histórica ¿también es una blasfemia punible con la muerte?

Subyace además en el debate actual un sobreentendido: que las creencias religiosas tienen más valor que las seculares, como descuentan no sólo los islámicos sino también los profesantes de casi todas las religiones. Decenas de banderas danesas son pisoteadas y quemadas diariamente, sin que nadie diga nada. Parecería que se está ante un "valor menor" al que se puede violentar sin graves consecuencias, las que sí existen, y cómo, al ofender a Mahoma.

Si es justa o comprensible la reacción de furia islámica, ¿no debería ser igual de violenta la reacción danesa-sin embargo inexistente- por la ofensa a su bandera? ¿Y qué pasaría si los cristianos de todo el mundo reaccionaran con la misma furia que ahora muestran los musulmanes ante los crecientes atentados contra sus iglesias y sacerdotes en Líbano, Indonesia, Irak, Turquía? Si un enojo es sacrosanto, lo deben ser también los otros.

Para evitar el conflicto mundial al que llevaría esta carrera a la sacralización inapelable de los propios valores por parte de todos, la única alternativa es la secularización, que Occidente inició en el Renacimiento y consolidó en el siglo XVIII. Este proceso de secularización fue inexistente o parcial y frustrado en el mundo islámico. Debido a esto, de las grandes religiones monoteístas, el islam es la única que sigue contando con un imponente brazo secular, aunque no siempre sea estatal.

En "las democracias laicas, en las que es plenamente ratificada la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, el único principio válido es el de la libertad de expresión en el respeto del derecho", afirmó con razonamiento impecable Le Monde en su editorial sobre el tema. "Las religiones son sistemas de pensamiento, construcciones del espíritu, de creencias, que son respetables pero que pueden ser libremente analizados, criticados, incluso hasta ridiculizados. Lo mismo que las ideologías políticas. La laicidad republicana supone la neutralidad religiosa y la tolerancia" agregó el diario político francés.

En otras palabras, en democracia lo único "sacrosanto", intocable, es el conjunto de normas que garantizan la convivencia en libertad.

A esto el filósofo estadounidense John Rawls lo llama "consenso entrecruzado", en el que las distintas colectividades limitan sus creencias en valores absolutos al fuero de la vida privada o del grupo de creyentes, para adoptar por encima de ellas estas normas que garantizan la libertad y la convivencia democrática para todos. Una noción que, claro está, choca frontalmente con el proyecto político de los grupos islámicos radicales. En democracia, la esfera civil no se somete nunca a la confesional: algo inaudito para los clérigos que desde el púlpito mediático de Al Jazeera explican que los viñetistas daneses deben morir.
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo

Notas Relacionadas
Los musulmanes inflaman el conflicto de las caricaturas con provocaciones


  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados