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domingo,
05 de
febrero de
2006 |
Punto de partida de un narrador
Jorge Carrión
Novela. El disparo de argón, de Juan Viloro. Anagrama, Barcelona, 2005, 262 páginas, $ 55.
Como ocurrió en su momento con Ricardo Piglia, la recepción de Juan Villoro en España y América latina está siendo diferida. Este hecho crea una tensión entre el momento de producción del texto y el de su lectura actual. En el caso que nos ocupa, entre 1991 y 2005. Pero no se trata sólo de un texto; obviamente también hay un escritor, que quince años atrás publicaba esta, su primera novela, y que ahora ya ha dado a conocer, también en Anagrama, la colección de ensayos periodísticos "Efectos personales" (2001) y, sobre todo, "El testigo" (2004), una novela muy ambiciosa que ahora, en el extraño orden de lectura del que hablo, se nos aparece como parte de un camino que se iniciaba mucho tiempo atrás. La misma ciudad: México D.F. El mismo tipo de narrador, más espectador que actor de la trama que se despliega ante él. El mismo motor, cercano al thriller.
En cualquier caso, "El disparo de argón" ha sido corregido para esta relectura. Básicamente: expurgado. Los párrafos suprimidos remitían sobre todo a aspectos superficiales de la historia o a muestras de ingenio por parte del novelista debutante. Queda así mucho mejor dibujada una arquitectura en que la búsqueda del fundador de una clínica oftalmológica y el tráfico de órganos vehiculan una reflexión sobre la enfermedad del individuo y de la sociedad, sobre el caos urbano y el orden que un maestro quiere legar a sus discípulos.
Creo que el hecho de que el narrador sea médico y precisamente oftalmólogo supuso una apuesta. En mirada, pocos intelectuales hispánicos pueden competir con Villoro. También hay simbolismo en el título: el primer disparo, la búsqueda de la diana, la voluntad de demostrar que las esperanzas depositadas en él (el alumno aventajado de Augusto Monterroso, el autor de cuentos notables) no iban a ser defraudadas. En ese sentido también es interesante el título de su última novela. Mirada y testimonio, inseparables.
La edición diferida y la reedición son problemáticas, pero también pueden resultar fértiles. En esta nueva lectura de la novela he visto una posible relación con "El invierno en Lisboa", de Antonio Muñoz Molina, cuatro años anterior. Algo similar me ha ocurrido con "La saga de los Marx" (1993), de Goytisolo, que en su nueva edición de "El Aleph" he visto secretamente vinculada a "Jardines de Kensington" (2003), de Rodrigo Fresán. Por otro lado, "El último lector" (2005), de Piglia, me ha parecido un libro fallido y en cierto sentido, anacrónico. Todas las lecturas, al cabo, son diferidas: en esas diferencias cada cual cartografía su mirada textual. Que también evoluciona.
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