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 domingo, 05 de febrero de 2006  
Sobre gustos: Pichi de Benedictis

Pichi De Benedictis es músico, y como tal fue el líder del grupo Acalanto. Incursionó en el periodismo en el diario El Ciudadano, y es especialista en vinos. Recientemente publicó, junto a Gabriela Gasparini, "El país de los fuegos" (Homo Sapiens), una serie de reportajes a cocineros famosos. También fue secretario municipal de Cultura y hoy dirige el Centro de Expresiones Contemporáneas (CEC).

-¿Qué lugar preferís de la ciudad y por qué?

-No tengo uno preferido. Me gustan mucho los que bordean al río, los parques, algunos bares, el bulevar Oroño, nada original.

-¿A qué calle le cambiarías el nombre y cómo la llamarías?

-A muchas. Creo que debe haber un fundamento muy fuerte para que una calle lleve determinado nombre y no un número como se usa en La Plata. Pero podríamos ser más creativos, y hasta informales, y permitirnos pensar en direcciones como "Gol a los Ingleses" al 2600 o "Faltan Patriotas" s/n. Podríamos hacer concursos y la gente elegiría los 20 mejores nombres para calles que antes se hubieran propuesto para modificarles la denominación.

-¿Qué actitud agradecés en una persona?

-La franqueza. Y la valoro más cuando está bien cultivada o cuando se expresa como un don natural que fluye suave y delicadamente.

-¿Con qué plato agasajarías a un amor imposible?

-Hay distintos rangos de amores imposibles, y no me vengan con que lo imposible es imposible. Yo quisiera cocinar para Andie Mac Dowell, pero para que eso fuera posible no alcanzaría con alinear los planetas. Ahora, cuando el "amor imposible" es un "amor utópico", la cosa cambia. Se estudia al destinatario y se fija una estrategia gastronómica que abarque un menú completo. Cada parte integrará un todo, y deberá volverse invisible, porque si los minutos pasan y el amor imposible no hace más que halagar la comida, una de tres: o se es un gran cocinero, o el interés por uno bajó más que el termómetro en Ucrania, o ella, la quimérica, es una pesada que sólo habla de comida.

-¿Cuál fue tu primera experiencia con el vino?

-Creo que mis primeros vinos fueron dulces, y recuerdo como muy común en mi infancia un postre que podríamos llamar "de necesidad y urgencia", el "cóctel" de huevo y azúcar, cuyo secreto era encontrar el punto justo en que la mezcla ya no se deslizara por la cuchara. Ese era el momento en que las manos sabias de mis mayores (padres, tías, etc.) agregaban una cucharadita de oporto o garnacha. Era algo hipnótico. Y seguro fue en la familia donde aparecieron mis primeros vinos. Al principio los blancos dulces en copitas, y después ese genial y humilde refresco que fue (y será) el vino con soda. Eso sí, seguro mis primeras experiencias fueron menos sofisticadas que las últimas.

-¿Qué significa tener cultura alcohólica?

-La cultura alcohólica no se mide ni en cantidad, ni en calidad, y creo que ni siquiera en variedad. Es una resultante inquieta, una ecuación dinámica, cuyo único sentido de ser es la actualización permanente en la búsqueda del placer. Dicen por ahí que tiene que ver con la cantidad de alcohol que podés tomar sin que te afecte. Siguiendo esa línea, y si lo asociamos al cine o la música uno podría ser muy culto sólo con ver la mayor cantidad de películas o con escuchar todo el día música sin terminar enajenado o sordo.

-¿Qué es lo mejor y qué es lo peor de ser funcionario?

-Lo mejor es el poder, pero el de intervenir en la ciudad, de gestionar las cosas que uno cree que podrían hacerla mejor. Y lo peor entonces será no poder hacer nada, calentar una silla. Pero hay un espacio apasionante entre una cosa y otra que es el proceso de esa intervención, con todos sus matices, con la lucha contra la mediocridad, porque ahí es donde se ponen a prueba tu ideología y tu creatividad. Después, hay dos momentos que se disfrutan: al asumir, si uno considera que lo han elegido por sus valores, y el de dejar el cargo, si se cree haber hecho lo que se debía hacer.

-¿Qué canción te gustaría componer?

-La próxima, porque sé que será la más complicada de crear, y no de hacer, ya que son cosas muy distintas. Uno puede "hacer" con el oficio, pero crear es otra cosa. También hay muchas que me hubiera gustado componer y lamentablemente quizás hayan ido a parar a la obra de otros que seguramente no les habrán prestado la misma atención que les prestaría yo. Lo peor que es que he intentado seducirlas con nuevos acordes, instrumentaciones exóticas o simplemente escuchándolas hasta la rutina, pero no hay caso, nada es más fiel que una canción. También me gustaría componer una que cantemos todos.
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