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 domingo, 05 de febrero de 2006  
Rarezas en 18 kilates. Dos casos que en cuatro meses delatan aspectos turbios en un rubro de Rosario
El escabroso mundo de los negocios ilegales y las maniobras en joyerías
Un oscuro golpe en agosto y el hallazgo en un local de piezas robadas en una casa reinstalan un tema: el control deficiente del comercio de oro, la reducción de alhajas, el blanqueo de lo sustraído y el riesgo de ser embaucado

Eduardo Caniglia / La Capital

Hace quince días una mujer que miraba las piezas a la venta de una joyería de Mendoza al 900 empalideció de la sorpresa: del otro lado de la vidriera reconoció las alhajas sustraídas por los tres ladrones que, el 19 de diciembre, la habían aterrorizado a ella y a su familia en su casa de Echesortu. Este desconcertante descubrimiento puso otra vez de relieve la parte escabrosa del mundo donde se negocian estos bienes, en el que se mueven algunos comerciantes de negra confiabilidad. Un tema que ya se había agitado en agosto pasado, cuando trascendió el todavía sórdido robo a Tiffany, el local de Enrique Ariosti, de donde supuestos boqueteros se habrían llevado en agosto un botín valuado en 270 mil pesos, aunque en la Justicia el dueño no pudiera mostrar ni inventario ni registro de lo perdido.

Todas estas oscuridades muestran, para algunos comerciantes del rubro, los perfiles de un turbio negocio del que participan "4 ó 5 tipos pesados y peligrosos que tienen una protección que va más allá de la policía. Tienen influencia en algunos medios y vinculaciones políticas", aseguraron a La Capital.

La mujer que reconoció en una de las vitrinas de la joyería Nefertiti, de Mendoza al 900, habían padecido un violento atraco de un ex convicto de Coronda en su casa de 9 de Julio al 3600. El propietario del negocio, Miguel Gómez, "no pudo precisar cómo y a quién le compró las alhajas. Y el libro de altas y bajas que tiene de la joyería está desactualizado", había explicado un fuente policial a La Capital. En el local había 37 piezas de la mujer, valuadas en 20 mil pesos. Al día siguiente del hallazgo, el 20 de diciembre, el local ya estaba funcionando.

En el caso de la joyería Tiffany, un funcionario judicial había deslizado a La Capital a muy poco del robo. "¿Cómo puede ser que un comerciante que inicialmente denunció haber perdido medio millón de dólares no pueda presentar un registro de lo robado". En el caso reciente, una vez más, más sugestivo que lo ocurrido es toda la rareza que delata.

Tras estos dos formidables casos ocurridos en cuatro meses dan cuenta de una pasmosa irregularidad en Rosario. ¿Cómo pueden ocurrir cosas tan inquietantes sin aclaraciones formales de la entidad que agrupa a joyeros y de la policía que debe supervisar los libros de movimientos en las joyerías?. Según los trabajadores más antiguos, el rubro ha sido colonizado por especuladores que buscan la renta más rápida alejándose de la legalidad, adoptando métodos que sirven para poder vender piezas malhabidas o defraudar al público, lo que implica desamparo para muchos que al tratar de negociar alhajas lícitamente pueden caer en las garras de oportunistas.

Un joyero con larga tradición en el rubro trazó la línea divisoria de lo lícito y lo ilícito. "Cualquier comerciante que se dedica a la compra de oro debe llevar un libro rubricado que le entrega la policía. En él debe figurar la mercadería que adquirió, a quién y los datos personales de los compradores. También el comerciante debe entregarle al cliente un recibo en el que debe constar el monto abonado por las piezas", comentó el joyero, que tiene un local en la calle Maipú.

El orfebre que, según dijo, no se dedica a la compra y venta de oro, deslizó algunas sospechas acerca de los guiños de los uniformados para firmar "por compromiso" los movimientos de mercadería que aparecen en los libros.


El pulido y el lingote
Los trámites legales que deben cumplir los comerciantes que trabajan en el mercado legal y que algunos joyeros eluden en forma manifiesta son algunas de las piezas de un engranaje armado para comercializar piezas sustraídas, en el que también operan algunos comerciantes inescrupulosos que reciben empeños de joyas, que en algunos casos con el tiempo se lavan a través de falsos robos. ¿Cuál es el destino del oro sustraído? Todo dependerá de la calidad de la mercadería.

"Si se trata de joyas en buen estado, se pulen y se colocan nuevamente en el mercado. Si son alhajas grabadas con nombres familiares se funden en lingotes porque obviamente no se pueden exhibir en una vitrina", explica el joyero consultado.

Aunque el orfebre y un colega también de larga tradición en el rubro aclararon que no les "consta" dijeron que a sus oídos llegaron rumores acerca del periplo que recorren las alhajas sustraídas en viviendas. Esas versiones dicen que las "joyas de orfebrería antigua son comercializadas en Miami. Si son piezas comunes, primero se funden en lingotes y luego son vendidos en comercios de la Capital Federal o de la provincia de Buenos Aires".

Otro orfebre consultado comentó que ellos elaboran piezas y viven "de su trabajo" y se diferenció de quienes se dedican a la compraventa de alhajas. "El tema de las compraventas es un rubro aparte. A los tipos que compran o venden oro les hacés una pregunta técnica y no saben responderla por no ser joyeros. Son capitalistas que hoy se dedican a esto y mañana prestan plata con tarjeta, venden autos, compran departamentos o hacen timbas financieras", aseguró.

El joyero con un local en la calle Maipú desde hace varios años explicó algunas de las manganetas que se realizan en comercialización de piezas de metal. "Te dicen que te pagan 100 pesos el gramo de oro pero, para bajar el precio, le ponen mercurio a la pieza. Entonces el oro se vuelve blanco y te dicen que no es de 18 kilates. Otra manera para disminuir el valor es manchar la soldadura de la pieza con ácido nítrico. Con esa excusa, te dicen que es un oro más bajo que el 18 kilates", dijo.

Su colega también contó algunas de las tretas de algunos comerciantes inescrupulosos que llenan páginas de avisos con ofertas sumamente atractivas. Y reprodujo algunos de los diálogos que se escuchan en esos negocios entre personas que ofertan sus joyas e interesados en adquirirlas. "Usted me dijo que me daban 101 pesos" (el gramo de oro), reclama el sorprendido cliente. "Sí, pero por alhajas antiguas", responde quien está detrás del mostrador. Y enseguida aclara que no "valen (las alhajas) por lo que pesan sino por la antigüedad".

El joyero que tiene un taller desde hace 15 años en la calle Maipú se preguntó "cuál es el negocio si venden a un promedio de 80 pesos el gramo de oro, y te compran a 101 cuando en el mercado internacional el valor es de 57 pesos. Si fuera tan rentable tendría que estar abarrotado el aeropuerto de Ezeiza de gente de Nueva York y de Londres que vendría a vender acá".

También existe en el mercado un oscuro negocio de empeños ilegales que permite a algunos joyeros hacer diferencias económicas. Uno de los comerciantes explicó cómo operan estos personajes que no trabajan con documentación transparente: "Se empeñan piezas por el 30 ó el 40 por ciento del valor en el mercado. Nadie te va dar el 100 por ciento, ni el Banco Municipal. Te dan un recibito que no es oficial, que puede ser incluso sin membrete. Los tipos prestan plata y reciben una joya en caución, aunque no están habilitados para hacerlo", dijo.

El orfebre señaló que "el negocio" de estos comerciantes es que "el deudor no pueda levantar la deuda y quedarse con las joyas porque es el último recurso de mucha gente. El que va a empeñar está listo. Hay una publicidad que menciona un número de un teléfono y que dice no venda, empeñe".

Uno de los comerciantes allegado a la Asociación de Joyerías, Relojerías y Afines de Rosario aclaró algunos malentendidos que vinculan a los comerciantes de la calle Maipú con actividades non sanctas: "El tema de la calle Maipú es un mito. La gente cree que todos nos dedicamos a la compra de oro y que las alhajas que hacemos no son realmente de calidad. En Rosario tenemos una cantidad de joyeros y relojeros que son los mejores del país. Tenemos colegas que han sido premiados por trabajos en concursos internacionales", afirmó. En otros sitios parece claro que no merecen distinciones.
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La joyería donde una vecina de Echesortu descubrió 37 piezas robadas en su casa.

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