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domingo,
05 de
febrero de
2006 |
Incontinencia urinaria: consulta a tiempo
La mitad de las mujeres presentan incontinencia urinaria en algún momento de su vida y en general, tienen el doble de frecuencia que los hombres de sufrir sus consecuencias. La incontinencia no es un resultado inevitable del envejecimiento. Hay casi siempre una causa para que se presente y hoy puede ser tratada con éxito en el 95% de los casos.
La incontinencia urinaria es una enfermedad crónica y silenciosa, y se estima que sólo el 10% consulta al médico por este motivo. La vergüenza y los mitos como que la pérdida ocasional es normal a determinada edad hacen que la consulta se postergue y en muchos casos nunca se realice.
En EE.UU. 12 millones de mujeres la padecen. Afecta a la población adolescente en un 20%, y se incrementa proporcionalmente en mujeres de 50 años a cifras que superan el 50% de la población femenina.
Los efectos psicosociales de la incontinencia suelen llevar implícitos numerosos trastornos emocionales entre los que se encuentran la pérdida de autoestima y la discontinuidad en las actividades laborales, sexuales y sociales. Muchos se niegan a alejarse de su entorno familiar por temor a enfrentarse con situaciones embarazosas, limitando sus tareas habituales y su independencia.
Entre los problemas psicosociales más frecuentes se encuentran los siguientes:
Vergüenza de sí mismo y ante los demás.
Reacciones emocionales de inseguridad.
Inhibición afectiva.
Ansiedad, depresión y tristeza.
Inhibición de la sexualidad.
Incapacidad para enfrentar los problemas.
Aislamiento social.
Diagnóstico correcto
La incontinencia urinaria (IU) consiste en la pérdida involuntaria de orina. La persona puede tener una necesidad imperiosa y repentina de orinar pero es incapaz de retener la orina. Los escapes pueden producirse al estornudar, reír, realizar algún esfuerzo o ejercicio físico. Supone un problema higiénico, social y psíquico.
La incontinencia no es una enfermedad en sí misma, sino la consecuencia de una alteración durante el llenado de la vejiga o por un problema esfinteriano, a veces no siempre asociado a prolapso urogenital.
Puede manifestarse a cualquier edad y en ambos sexos. Sin embargo, es más frecuente en las mujeres.
En primer lugar debe confirmarse que se trata de una pérdida de orina totalmente involuntaria y objetivamente demostrable. Para establecer un diagnóstico correcto hay que establecer los factores externos y los trastornos de las vías urinarias que originan la incontinencia. Será necesaria una exploración física minuciosa y estudios de laboratorio y urodinámicos.
Existen tres tipos de incontinencia urinaria: de esfuerzo, de urgencia y mixta:
Incontinencia de esfuerzo: afecta al 50% de las pacientes y es la pérdida de orina en relación a los esfuerzos abdominales como tos, risa, cambios posturales y está originada en una deficiencia del esfínter urinario uretral.
Incontinencia urinaria de urgencia: afecta al 25% de las personas, produce la necesidad imperiosa de orinar, siendo común que la orina se escape antes de llegar al baño. Es más frecuente en mujeres mayores; se origina por contracciones involuntarias de la vejiga y sus causas pueden ser infecciones, factores irritativos, o neurológicos entre otros.
Incontinencia urinaria mixta: afecta al 25% de las mujeres incontinentes. Es un mix entre la de esfuerzo y la de urgencia.
La incontinencia se produce cuando la presión dentro de la vejiga es superior a la presión en la uretra. Este trastorno puede deberse a una hiperactividad del músculo vesical (detrusor) que, en algunos casos, es motivada por un problema neurológico; por una alteración del esfínter externo y de los músculos del suelo pélvico; por el fallo del esfínter interno por relajación inapropiada o lesión orgánica; o por un daño neuronal.
Otros factores asociados a la aparición del problema son la debilidad muscular, y las cirugías pelvianas.
El embarazo y la edad provocan una pérdida de elasticidad y de tensión en el suelo pélvico, por lo que la vejiga y la uretra caen y sus mecanismos de continencia sólo son efectivos en reposo. Este tipo de incontinencia no está asociada a la necesidad de orinar.
Hoy los tratamientos brindan niveles elevados de curación y de mejoría de la calidad de vida entre un 85 y un 95% de las personas tratadas. Si bien es una enfermedad que genera incomodidad, no hay razón para que la mujer deje de tener una vida activa y satisfactoria ya que existen tratamientos muy efectivos.
El primer paso es la consulta médica, y de ser necesario el estudio urodinámico manejado por el urólogo especializado puede ser clave para llegar a un diagnóstico adecuado que permita dar una solución de fondo. Los tratamientos se dividen en quirúrgicos y no quirúrgicos.
Entre los tratamientos no quirúrgicos hay medicamentos, ejercicios del piso pelviano y cambios de conductas corporales (dieta, descenso de peso, ingesta de líquidos) e inyectables intrauretrales (agentes expansores de volumen comúnmente denominado implantes o bulking agents). Estos últimos constituyen un tratamiento no invasivo y consisten en la inyección de agentes biocompatibles que por su efecto de masa hacen bulto debajo de la mucosa, produciendo el cierre de la uretra y aumentando su resistencia a la fuga no deseada de orina.
Además existen diferentes soluciones quirúrgicas según el tipo de incontinencia, las características de la vejiga y la uretra. Otras alternativas quirúrgicas, en casos muy especiales, son la toxina botulínica intravesical y la neuromodulación.
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