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domingo,
29 de
enero de
2006 |
Recoleta: aristocracia e historia
El ahora coqueto barrio de Recoleta, donde artesanos, músicos, malabaristas, tangueros y otros atractivos se ofrecen al turista como pan caliente, fue en sus orígenes asiento de rancheríos. Parece que don Juan de Garay repartía nuestras tierras como si fueran suyas: en 1580, Rodrigo Ortiz de Zárate, fue el destinatario de este lugar al que pronto convirtió en una chacra, la de "Los ombúes".
A comienzos del siglo XVII el lugar les fue donado a los franciscanos. En 1706 estos laboriosos frailes ya habían construido la Iglesia y el Convento del Pilar. Fue en 1876, en ocasión de declararse la epidemia de fiebre amarilla, cuando las familias de clase alta residentes en Monserrat y San Telmo, construyeron palacetes rodeados de prolijos parques por estos lares y tenían sus quintas en Barracas.
Conocer la Recoleta es una asignatura pendiente. Puede empezar a otearse la Biblioteca Nacional ideada y construida por Clorindo Testa y los arquitectos Bulrich y Cazzaniga. Luego ver el Monumento a Rubén Darío, que capitaneó el movimiento modernista en nuestra literatura. Y la plaza Bartolomé Mitre, en la barranca.
"Francia a la Argentina" es otra obra de arte realizada por el escultor francés Emile Peynot. Allí, la Plaza Francia.
Enfrente, el arquitecto Alejandro Bustillo remodeló y adaptó el entonces edificio de Obras Sanitarias que hoy es el Museo de Bellas Artes. Lo rodea la plaza Justo José de Urquiza, llena de estatuas y lo enfrenta la Confitería de las Artes.
Cerca, la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Buenos Aires, de estilo neoclásico y el Centro de Exposiciones del Gobierno de la Ciudad. El puente para llegar hasta este centro constituye un mirador de la ciudad de importancia.
En un lugar donde se bailaba el tango, se instaló el Palais de Glace, ahora espacio cultural. A su lado, el monumento al General Carlos María de Alvear es uno de los bronces más logrados de la ciudad. En Junín 1930 se levanta el edificio del Centro Cultural Recoleta, antiguamente el convento de los frailes recoletos y luego asilo de ancianos. Unido a espacios que pertenecen al Paseo del Pilar, (Shopping dedicado al diseño) es este un complejo cultural en permanente renovación.
El paseo se completa con la visita a la Iglesia Nuestra Señora del Pilar y sus claustros devenidos en museo sacro. En frente, está La Biela con su gomero histórico que le dio sombra a los porteños amantes de los bares y confiterías desde comienzos del siglo pasado. "Nos encontramos en la veredita", se decían Bioy Casares y Borges por teléfono antes de sus charlas.
Otra forma de conocer este barrio es seguir la avenida Alvear, donde se encuentra la Embajada de Brasil, la de Francia, el ex palacio Atucha, el Jockey Club, la Galería Alvear, el monumento a Torcuato de Alvear y la plaza Intendente Alvear. Fue este intendente, el primero de la ciudad, que la creó en 1885. El diseño y la tendencia francesa la destacan, con sus jardines, sus fachadas monumentales, su herrería artística y sus imponentes mansardas y cornisas con portales de llamadores de bronce.
La Subsecretaría de Turismo de Buenos Aires realiza los dos recorridos con guías de lunes a sábados de 7.30 a 18.
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