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domingo,
29 de
enero de
2006 |
Interiores: causa y efecto
Jorge Besso
Con estos dos conceptos estamos frente al matrimonio más duradero de la historia y con un porvenir asegurado. La pareja conformada por la causa y el efecto es de alta estabilidad ya que a primera vista no puede ser el uno sin el otro, en tanto y en cuanto no se concibe un efecto sin una causa que lo ha causado. De esta forma el mencionado efecto es subsidiario a la causa: en términos generales si conocemos la causa de algo tenemos el efecto bajo control, ya sea porque lo podemos evitar o bien suprimir actuando sobre la causa.
Del matrimonio más famoso conocemos más y mejor al efecto que a la causa, ya que muchas veces estas últimas son desconocidas. Hay en principio un camino que va de la causa al efecto, pero no siempre es recíproco pues a veces no podemos desandar el camino anterior, ya que el supuesto recorrido del efecto a la causa en muchas ocasiones no es visible. Causa y efecto son dos categorías esenciales de todos los días, de todos los tiempos y de todos los ámbitos. Es decir, dos conceptos aplicables a la ciencia, la religión, la economía y la política.
Con toda probabilidad son menos aplicables en el campo del arte donde es difícil saber cuál es la causa de que los cuadros de Van Gogh sean los más caros del mundo. Otro terreno de gran incertidumbre gira cotidianamente en torno a la meteorología en donde los pronósticos muchas veces no se cumplen a partir de que las causas y los efectos bailan sus danzas cada uno por su cuenta. Un segmento no menos importante es la mencionada economía, una ciencia más bien nueva donde no se excluye la incertidumbre, a tal punto que les llegó el Nobel a investigadores económicos, con psicólogos incluidos, que nos vinieron a informar o alertar de la presencia de factores subjetivos en los comportamientos económicos de los humanos. Gracias por lo que nos enseñan los científicos top.
Habría que decirles, sin embargo, que tal vez no haya "comportamientos económicos", simplemente se trata de comportamientos humanos que en última instancia no son estandarizables, algo con lo que sueñan, cada vez más, los poderes. Causa y efecto tienen un encuentro muy especial en el síntoma, o en los síntomas ya sea en el plano individual o en el social. El síntoma es un efecto especialmente privilegiado en tanto es "leíble", o si se prefiere entendible o comprensible de forma tal que el susodicho síntoma (en principio) ofrece un camino más que auspicioso para tratar de llegar desde el efecto hasta la causa.
Pero muchas veces apagamos los síntomas, es decir nos ocupamos de los efectos sin que toquemos las causas. De esa manera las causas siguen fieles a sus ansias de determinación, quedando al acecho de una mejor ocasión para cumplir su misión. Sin embargo hay un plano de la causa especialmente importante y es, precisamente, la causa como misión. Las más notables misiones en la historia de la humanidad occidental la han llevado adelante (y lo siguen haciendo) las religiones proclives como son en el empeño de purificar el alma de los otros, y al mismo tiempo incapaces de confesar lo inconfesable de sus propias almas.
Claro está que cuando la religión se mezcla con la política las causas adquieren su máximo punto de densidad, y en ese momento son sacadas del horno del poder para enviar al horno a miles (o millones según las casos) de seres que no pueden intervenir en aquel horno. Bien mirada la política nunca se separa de la religión, ni la religión de la política, ambas practican la misma "política", o ambas practican la misma "religión", según se mire. Pero lo que es seguro es que coinciden en punto esencial: ambas persiguen fieles.
En este caso la palabra "persiguen" se refiere tanto a que su objetivo es conseguir fieles, o conservarlos como también llegado el caso perseguirlos literalmente si se trata de seres que se muestran reticentes a los beneficios de la docilidad y de la fidelidad. En la política del más alto nivel del mundo, los más elevados ideales son tan altos que no sólo son irrenunciables, sino que impulsan a misiones para llevar la paz y la democracia a los incivilizados.
El problema es que la democracia no se lleva, se practica. Es decir no se exporta, ni se importa, ni se extrae como vendría a ser el caso del petróleo que viene a ser la causa (se nos dice) de la guerra de Bush y compañía (una sociedad que de ninguna manera es anónima, pues sus accionistas son más que visibles). El problema es que estamos demasiado acostumbrados a ver a las determinaciones económicas como la causa esencial y única de múltiples y variados efectos.
No se trata sólo de la sobrevaloración de lo económico, sino de la pasión por una determinación única: una causa única capaz de originar y de guiar el orden de las cosas. Lo cierto es que existe una suerte de hueco entre la causa y el efecto, del mismo modo que la mayoría de las veces hay más de una causa respecto de un fenómeno o de un síntoma; lo que se conoce como una "sobredeterminación" respecto del complejo encadenamiento de causas y efectos, que por lo general tampoco son únicos.
Esta complejidad está muy lejos de ser desalentadora por una razón simple, y es que tanto las sociedades como los individuos tienen el mismo límite: ni los que tienen el poder tienen el poder de manejarlo todo, o sea manejar todas las causas y sus efectos. Ni los individuos tienen el poder de manejar todas sus cosas, lo que quiere decir que las cosas siempre pueden ser distintas a como nos dicen que son o a como creemos que son, sobre todo cuando nos sumerge la obediencia de vida.
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