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 domingo, 22 de enero de 2006  
Lecturas: una debacle anunciada

Julieta Grosso

Las transformaciones que registró Buenos Aires desde su fundación, la disolución de los pactos sociales provocada por las situaciones de pánico colectivo y una reflexión sobre la dinámica "sucesiva" del tiempo, son los tres ejes visibles que explora "El año del desierto", obra con la que el escritor Pedro Mairal se aparta radicalmente de su novela anterior, "Una noche con Sabrina Love".

Para su segunda novela, Mairal eligió una historia en la que sobran los riesgos y escasean las concesiones: con una estructura que parte de un referente verídico -un clima enrarecido similar a los episodios de diciembre de 2001- y rápidamente muta a un registro fantástico, el libro revisa 500 años de historia argentina en forma retrospectiva, desde la actualidad hasta 1492.

"Tengo ideas que me cuesta mucho trabajar y otras que me llegan así de golpe y me fulminan, como es el caso del surgimiento de esta novela. Tenía la imagen de una torre espejada reflejada sobre un pastizal. Paralelamente, cerca de 2001 me ofrecieron irme a vivir al exterior y me di cuenta de que no quería irme: tenía la sensación de que si me iba a vivir a otro país Buenos Aires iba a dejar de existir, de alguna manera", explica Mairal.

"Por otra parte, entre 2001 y 2002 hubo una sensación generalizada de caída estrepitosa. En los tiempos donde tuvimos cinco presidentes en una semana, recuerdo que en el trabajo se colgó la computadora y alguien dijo «¡Se colgó para siempre!». En el libro yo exagero esa paranoia y la llevo al extremo: instalo la velocidad de esos días y redoblo la apuesta", destaca.

"El año del desierto" arranca con el derrotero de María Neylan Valdén, joven empleada de una compañía de inversión que mientras espera a su novio en una esquina del microcentro queda atrapada en la batalla que libran la policía y un grupo de manifestantes que llega para participar de una marcha contra la "intemperie" en Plaza de Mayo.

A efectos de la ficción, la intemperie es una suerte de vendaval despiadado que arrasa con toda representación urbana y esparce un pastizal espeso allí donde antes había casas o edificios. Sobre ese escenario oscilante se despliega la historia de María, que pronto abandona su estampa de recepcionista atildada para emprender una huida que entre otros episodios la obliga a ejercer la prostitución y hasta a cometer un crimen.

"El libro empieza con un episodio parecido a la crisis de diciembre de 2001, pero que se va desplazando hasta volverse irreconocible. A partir de ahí, todo el tiempo se repite toda la historia argentina para atrás, mientras la protagonista no se da cuenta, o por lo menos no lo explicita", señala Mairal.

El sentido de tragedia que atraviesa la historia le permite al escritor establecer un puente con ciertos aspectos de la idiosincrasia nacional: "Me parece que los argentinos tenemos una afinidad por la destrucción, por la distopía, que es lo contrario a la utopía", asegura.

"Hay un texto de (Roberto) Arlt que habla de las demoliciones que se hicieron en 1930 para construir Diagonal Norte y Diagonal Sur. El describe en una de sus aguafuertes cómo la gente se detiene a ver el proceso de demolición y dice en un tramo: «La destrucción es un espectáculo agradable a los ojos del hombre». En sintonía con eso, el libro está narrado en sentido inverso para narrar la caída y no el surgimiento de la ciudad".

Mairal, que logró cierto reconocimiento cuando en 1998 obtuvo el Premio Clarín de Novela con "Una noche con Sabrina Love" -luego llevada al cine con dirección de Alejandro Agresti y el protagónico de Cecilia Roth- asegura que esa intersección entre realismo y fantasía es uno de los motores de la narración.

"Me interesa siempre instalar primero lo real y cosas con las que el lector se identifica para que lo fantástico entre después con más naturalidad. En la novela empiezan a aparecer cosas raras de a poco, pero esa base realista genera una transición más tranquila hacia el registro fantástico", señala.

Si en "La peste", la obra cumbre del escritor Albert Camus que también relata cómo un episodio de pánico colectivo trastoca las coordenadas de una ciudad, se intuía la persistencia de un tejido humano solidario que permanecía inmune a la catástrofe, en "El año del desierto" sucede casi todo lo contrario: no hay resquicio para el optimismo.

"Acá el tejido humano aparece como roto de entrada. Hay como pequeños vestigios y la cosa se va atomizando: la protagonista descubre que nadie te protege de nada y prospera el sálvase quien pueda. Creo que esa diferencia está dada porque Camus es un europeo y de algún modo los europeos creen bastante en el Estado y en ese tejido social", apunta Mairal.

"Para los latinoamericanos, en cambio, el Estado es el enemigo -analiza-. En mi novela ese desamparo está llevado a un extremo, como si la intemperie fuera humana antes que física o geográfica". (Télam)
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Géneros. Mairal se propone avanzar desde un registro realista a otro fantástico.

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