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domingo,
22 de
enero de
2006 |
Un barrio de vecinos aterrados por
el rumor de las balas y la muerte
En los últimos 30 días hubo diez baleados en la zona donde vive Torombolo Pérez, quien también resultó herido. Los habitantes se sienten al acecho de tiros ajenos en un lugar donde la violencia ya se cobró vidas
Leo Graciarena / La Capital
"Tablada está en una etapa de resignación. A todos los problemas cotidianos hay que sumarle que estos pibes se revientan a tiros en cualquier parte. No tienen paz". La sensación al hablar con los vecinos es que poco cambió en barrio Tablada desde el homicidio de Sergio Romero, el 23 de junio de 2004, la muerte que desnudó el accionar de una gavilla de delincuentes que contaba con una sistemática cobertura policial. En los últimos treinta días, en jurisdicción de la seccional 16ª, hubo diez heridos de bala. La reciente saga se inició con los dos disparos, uno de escopeta, que recibió Guillermo Adrián "Torombolo" Pérez, el último jueves del año pasado. Y continuó con la balacera de la que fue objeto Ariel Alberto Aguilera la madrugada del jueves 5 de enero pasado. Así hasta llegar a diez. "Para el laburante vivir en esta zona (por el límite entre Tablada y Villa Manuelita) se hace casi insoportable. Podés ligarte un tiro sin comerla ni beberla. No podés ni salir a tomar fresco a la vereda", murmuró un vecino.
Tablada es inmenso. Crece y se desarrolla entre 27 de Febrero y Uriburu y desde San Martín hasta el acceso Sur. Pero es casi en el límite con la villa Manuelita donde el vecindario parece asfixiarse sin asistencia por el accionar de al menos dos bandas que pelean por el control de la venta de drogas. Cuando se habla de "bandas que pelean por el control", sin embargo, no se debe pensar en personajes como el mítico colombiano Pablo Escobar Gaviria. La cosa es más precaria, pero con divisiones jerárquicas parecidas. "Hoy se están peleando por quién vende. Hay un grupo que les disputa la venta a los que están ahora. Y no hay que descartar a otro que tiene relación con Los Monos de barrio Las Flores", explicó un investigador policial que dio los nombres de guerra de "las bandas", pero como no hay elementos para probarlo en la Justicia "hay que andar con cautela".
En ese cuadrado delimitado por Ayolas, Uriburu, Ayacucho y el río, todo parece ser más violento. "La gente está desesperada por sobrevivir y a lo mejor eso les impide ver que a su lado se están matando unos a otros", comentó una trabajadora social que pide la reserva de su identidad, reiterada exigencia para hablar sobre el clima del barrio. "Están entre dos fuegos: la policía que no los protege y estos pibes, que son choros curtidos y están perdidos, cagándose a tiros para demostrar que se la aguantan", explicó. En esta zona del barrio a los protagonistas que infunden miedo sólo se los conoce por apodos. Cuando las investigaciones policiales o judiciales avanzan, se pueden divulgar nombres y apellidos.
"Para entender qué pasa en este barrio hay que tener en cuenta muchos factores, entre ellos el alto índice de desocupación, la elevada deserción escolar y el consumo de drogas baratas. Acá los pibitos de la calle se matan con la bolsita con pegamento. Están usando el pegamento de los parches de bicicleta porque es más barato. Cuando te acercás a los quioscos y preguntás por qué les venden, te dicen: «yo que sé para qué lo usan. Aparte tengo que darle de comer a mi familia»", cuenta la trabajadora social, agregando que el pomito de solución cuesta 50 centavos. "Acá ya no hay madres adolescentes. Hay madres niñas", añade.
Mientras los vecinos del barrio caminan por la calle, el silencio del miedo al vuelto va ganando la pulseada. "Si hablás y das tu nombre, te toman por ortiva y es cuestión de tiempo para que te la pongan. Y acá, todos tenemos hijos y nos conocemos mucho", explicó uno de los habitantes en la frontera barrial. "El problema es que somos pobres y ya no tenemos derecho ni a salir a tomar un poco de aire a la vereda, porque por ahí pasan estos loquitos y te ligás un tiro", confió otra vecina en su vereda con zanja.
tiene el vecino. "Más allá de la realidad que se viva en la 16ª, y no es para defenderlos, muchos de estos tipos (por los delincuentes más mencionados en las crónicas policiales) tienen familiares que son policías. Y eso siempre complica las cosas", se sinceró un investigador de la Unidad Regional II. "Ellos (por los policías) son los más pesados. Con qué ánimo vas a denunciar si sabés que el padre, el tío o el amante son policías", preguntaba una vecina.
El 29 de diciembre de 2005, Adrián Guillermo Pérez, Torombolo, había sido alcanzado por al menos dos disparos, uno de escopeta, e internado en el Clemente Alvarez, donde seguía hasta ayer, con fractura de fémur. Desde la seccional 16ª, se precisó que había sido herido a las 22.15 en Centeno y Necochea. En el sumario policial dejaron constancia que Torombolo "se había resistido a un robo". Pero algunas fuentes consignaron que los balazos fueron "por una mejicaneada a uno de los vendedores de droga". Esto enardeció a sus allegados. "Todo lo que escriben de Torombolo es mentira", escribió un lector a La Capital. "No es ningún narco, ni ladrón. Tiene bronca (por problemas) como cualquier persona", detalló. "El no va a quedar rengo ni hizo ninguna mejicaneada", insistía.
Torombolo tiene 22 años, más de una docena de antecedentes penales y pasó en prisión 16 de los últimos 24 meses. Seis de esos meses estuvo procesado por el crimen de Sergio Romero, por el que fue apresado a fines de junio de 2004. Y diez por el homicidio de Norberto Acuña, asesinado en una lluvia de balas la noche de Reyes de 2005 en Santa Rosa de Lima al 100. En octubre pasado salió en libertad de la cárcel de Coronda, en la que estuvo entre los evangélicos del pabellón 5 Norte, tras ser absuelto por la Justicia. Sobre la balacera que lo tuvo como blanco hay dos versiones, que si bien son diferentes, tienen al agredido y al agresor en común.
La primera que cuentan algunos voceros policiales, y de la que se hacen eco pocos vecinos, es que "Torombolo y Moneda levantaron al Negro Domingo -ligado a la venta de droga- y lo cagaron a palos en el puente de Seguí y Cepeda (150 metros de Grandoli hacia el río). Después le cortajearon las cubiertas del Peugeot 206 y lo dejaron tirado". La segunda, que suena más fuerte, es que "Torombolo tuvo un problema (intentó robarle) con la mujer del Negro Domingo. Cuando el Negro se enteró se la juró. Pero en el medio apareció un tal Mamadera (familiar del Negro Domingo), que le dijo a Torombolo que arreglara las cosas. Y cuando este fue a hablar, le pegaron dos tiros, el peor fue el escopetazo que le arrancó parte del músculo de la pierna", detalló un vecino de la zona. Otro confió: "Torombolo quedó tirado. Nadie lo levantó. Lo tuvo que buscar el padre, que se comió las puteadas de los que andaban por el barrio". El Negro Domingo está desaparecido y en el aire quedó una advertencia.
"Si esto fue una venganza, ya vamos a tener el vuelto", comentó un vocero policial cuando se enteró de lo sucedido. El jueves 5 de enero, es decir una semana más tarde, Ariel Alberto Aguilera, de 31 años, fue baleado por un pibe en bicicleta en Necochea y Presidente Quintana. Aguilera, que según algunos vecinos sería el apodado Mamadera, estuvo preso una temporada en la seccional 16ª y vive en la misma cuadra que Torombolo. En el barrio señalan como el agresor a un pibe de 16 años cuyo apodo está ligado al dinero y ya estuvo mencionado en la investigación del crimen de Acuña.
Campo de mortajas
La zona en conflicto es jurisdicción de la seccional 16ª y tiene el apoyo del destacamento 24ª, de Grandoli y Güiraldes. "Cada vez que vas a la 16ª a hacer la denuncia, te dicen que no tienen personal, gasoil para la patrulla, hasta que cada bala que disparan la tienen que comprar", cuenta un vecino. "Una vez nos reunimos con el comisario y con el inspector de zona. Nos dijeron «lo vamos a solucionar»", explicó el hombre. Pero la sensación de desprotección no sólo la
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Una zona muy peligrosa.
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