|
domingo,
22 de
enero de
2006 |
Interiores: fantasmas
Jorge Besso
Los fantasmas son seres de difícil ubicación ya que no tienen un domicilio cierto, por lo tanto resultan existentes de imposible constatación. Tampoco tienen, que se sepa, un correo electrónico con el que podamos intercambiar mensajes, lo cual permitiría que puedan anticiparnos su llegada, de forma de terminar de una vez por todas con la inveterada costumbre de aparecer cuando quieren. Que no tengan un domicilio cierto no significa que no existan, sino que habitan en ese lugar tan fantástico que es la imaginación humana que, con toda evidencia, es ilimitada.
En suma, como se trata de una evidencia, es algo que no requiere demostración, ya que las pruebas saltan a la vista en referencia a los múltiples ejemplos del poder de la creación, y de la inventiva humana en cuyas bases se encuentra la imaginación. Al punto que no habría que hablar de la "imaginación humana" sino simplemente de la imaginación, sobreentendiéndose que se trata de la imaginación en los humanos ya que en definitiva es lo que más nos separa de nuestros hermanos biológicos.
Llegados a este punto inmediatamente pensamos en la razón que la filosofía muchas veces la escribe con mayúscula, dándole el lugar supremo dentro de las facultades humanas. En este sentido la razón tiene todo el prestigio, en cambio en los ambientes académicos a la imaginación se la conoce como la loca de la casa. Obviamente la casa es el ser humano. Con todo, desobviar lo obvio suele ser una tarea imprescindible, razón por la cual cabe preguntarse en cuál habitación de la casa habita "la loca", además de interrogarnos por qué es la loca. Una pregunta no va sin la otra, ya que es difícil imaginar a la imaginación habitando alguno de los centros o alguno de los rincones de un organismo de alta complejidad como el organismo humano.
La loca no puede habitar en otro lugar que en la cabeza, al igual que la razón. Pero habría que decir que cuando hablamos de la cabeza, no estamos hablando exactamente del cerebro. La cabeza resulta ser lo más alto del ser humano, que al mismo tiempo es un hecho anatómico como una metáfora, del mismo modo que el corazón es tanto un músculo como la sede de las metáforas del amor y del desamor. En dicha cabeza se dan las condiciones anatómicas y neurológicas necesarias para que haya un pensamiento. Pero que sean necesarias no quiere decir que sean suficientes.
En este sentido viene a cuento una frase, una sentencia de Aristóteles: "El alma nunca piensa sin imágenes". Naturalmente alma aquí quiere decir psiquis que es donde habita la imaginación, responsable a su vez de las imágenes que nos habitan sin las cuales no podríamos pensar, según el filósofo griego. A lo que podríamos agregar que tampoco podríamos crear, recordar, reflexionar o cualquiera de las operaciones mentales. Sin embargo, faltaría dar cuenta de que por qué a la imaginación siendo tan importante, se la tilda como la loca de la casa.
Sucede que en la imaginación se encuentra una de las bases de la locura, despojando, al menos inicialmente, el sentido negativo que se asocia a la locura (cabe recordar que la locura forma parte de la condición humana). También en el sentido de que el miedo a la locura representa uno de los miedos ancestrales de los humanos, en tanto y en cuanto con la locura pasa lo mismo que con la muerte, así como el que se muere siempre es el otro, del mismo modo los locos siempre son los otros. Lo que representa una certeza de enorme fragilidad ya que a lo largo de la existencia en algún rincón, o acaso en algún centro de la mente, de una u otra manera se agita el fantasma de volverse loco.
¿Qué son los fantasmas; y además existen? El concepto más usual de fantasma se refiere al retorno de los muertos a la vida con la debida aclaración de que dicho retorno no puede ser exactamente al estado anterior. La cuestión es que los fantasmas configuran una visión quimérica que aun no existiendo en la realidad alcanzan a tener una suerte de presencia que se acapara del sujeto dejándolo más inmerso en lo fantasmagórico que en la realidad. De modo que a las preguntas planteadas se las puede contestar con una fórmula paradójica: los fantasmas no tienen existencia pero tienen presencia.
Es decir que los fantasmas son una suerte de seres virtuales que habitan en la imaginación humana que es ilimitada por definición y por funcionamiento, capaz de crear y también capaz de dar realidad a lo que sea. O, más todavía, sobrepasar la realidad hasta el punto de poder ir más allá de la muerte en tanto que los fantasmas no dejan de ser, en primer lugar, una negación de la muerte. Finalmente, los fantasmas además de habitar en la imaginación, más precisamente en la realidad psíquica, circulan por los rincones negativos del ser porque los fantasmas no pueden ser otra cosa que pesimistas, ya que un fantasma optimista carece de prestigio y de atractivo.
A lo largo de nuestra existencia cada cual se las tiene que ver con sus fantasmas, en tanto los susodichos no pueden ser disueltos ni con sólidos, ni con líquidos. Por el contrario, habría que reconocer estas presencias, es decir nuestros temores que nos ayudan a conocernos mejor, en el sentido de conocer las fobias de cada uno que es uno de los nidos preferidos de los fantasmas. Por último el otro lugar elegido por los fantasmas para instalar su presencia es la intolerancia, una de las prácticas más difundidas entre los humanos.
Coincidentemente la tolerancia no tiene demasiado prestigio, la mayoría de las veces va asociada a ceder, y con toda probabilidad hace que lo más difícil de tolerar es que el otro sea otro. Sin embargo es el primer paso para disfrutarlo.
enviar nota por e-mail
|
|
|