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domingo,
22 de
enero de
2006 |
Ellas preguntan
Mi hijo de cinco años pretende que estemos la mayor parte del tiempo atendiéndolo y mimándolo. Se pone muy celoso cuando con el papá nos ocupamos de su hermanito; se enoja, se encierra en su pieza para meterse con la computadora con jueguitos muy agresivos donde los personajes se persiguen o se matan.
¿Eso es normal?
Nora.
Se supone y es de esperar que todo ser humano que ha alcanzado la adultez haya logrado en alguna medida desasirse de la autoridad parental. Esta última es una operación que se torna necesaria pero difícilmente se lleva a cabo sin experimentar dolor.
El niño es sumamente egoísta y pretende el amor total de sus padres. Cuando ante determinadas situaciones se siente relegado, cree que sus sentimientos no le son correspondidos plenamente. Ante esa decepción se resguarda en sus fantasías que suelen desplegarse en los juegos. Se trata de una forma interesante de aliviar lo doloroso. Si indagamos el contenido de esta imaginería infantil, sorprende por la gran hostilidad que puede llegar a manifestar. Pero, es un disfraz porque la intención no es tan maligna.
Los niños en sus fantasías sustituyen a los padres por personas más grandiosas, pero estos sustitutos están dotados con rasgos que pertenecen a sus progenitores, el niño lo que logra en lugar de eliminarlos es elevarlos, enaltecerlos. Además en sus ensoñaciones intenta elaborar la gran nostalgia y añoranza por aquello que se perdió: la edad dichosa donde el padre era el súper héroe.
Graciela Lemberger
Psicoanalista
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