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 domingo, 22 de enero de 2006  
Tiempo de ocio: cómo sobrevivir en vacaciones

Las larguísimas vacaciones de los niños y adolescentes crean una situación muy especial a las familias, sobre todo cuando los adultos tienen que continuar su ritmo normal de trabajo durante el verano. Clubes y colonias de vacaciones, si están a nuestro alcance, ayudan a ocupar parte de ese tiempo libre. Pero hay una parte de ese proceso que está a cargo exclusivo de los padres y las madres que suman a sus tareas cotidianas este "trabajito de verano".

Para toda la familia las vacaciones son una prueba, un test de convivencia, de cuánto cambiamos en el año transcurrido, de nuevos usos del tiempo libre, y de la libertad que podemos ir otorgando a los niños o adolescentes. Es el momento de evaluar una vez más sus posibilidades y su capacidad de elegir entre las nuevas compañías o actividades que en su ocio pueden encontrar.

Es necesario que los adultos estemos cerca de ellos para disfrutar y valorar el crecimiento que manifiestan en relación al verano pasado; pero también para orientarlos y ubicarlos ante lo nuevo, en aquello que el verano pasado no les llamaba la atención.

¿Entonces, tenemos vacaciones como padres y madres? Tal vez sí algunos descansos, y muchos premios. Ya que cada hora de atención que brindemos a nuestros hijos va a sembrar valores, afectos y conocimientos profundos; estaremos apoyando su desarrollo y sumando tranquilidad a corto, mediano o largo plazo. Mientras los estamos criando podemos tener algún recreo, pero nunca vacaciones.

Sin embargo, el trabajo de la crianza puede ser muy placentero. Aprovechando que los chicos tienen más tiempo hagamos el esfuerzo de compartir algunas situaciones especiales con ellos que nos gratifiquen a todos. Recordemos que es cierto lo que dicen las abuelas: "Crecen tan rápido!"


Toda la familia
Esperadas y anheladas, las vacaciones se van cargando con todas nuestras expectativas de descanso y gratificación. Las posibilidades económicas y de organización de cada familia delimitarán el plan que se confecciona.

Pero al ser un período de actividad diferente, tienen implicaciones que no figuran en ningún tour como cambiar nuestro ritmo cotidiano, el contacto que tenemos con nuestra familia, desautomatizar los hábitos que nos llevan a experimentar necesidades y posibilidades nuevas, u olvidadas, de nuestra persona y de esa combinación mágica que es el grupo familiar. Llegamos a sentir de manera muy real que la nuestra, en vacaciones, es "otra familia".

Algunas personas se angustian porque intuyen que en su pareja o en su familia hay conflictos que se controlan no encarándolos como sucede durante el año. Temen que puedan estallar en ese momento de mala manera. Este temor tiene cierto fundamento y merece ser examinado a fondo.

Pero hay muchos roces e irritaciones que se deben simplemente a la saturación y al exceso de contacto. Estamos preparados para percibir las inestabilidades que el tiempo libre puede promover en los chicos, y decimos: "Cómo no se van a pelear, si están todo el día juntos". Los adultos no somos tan distintos. No sólo los niños necesitan colonias de vacaciones. El tiempo con otros grupos, y el tiempo para uno mismo ayudan a la renovación interior que luego aportará aires frescos a la familia y a la pareja.


Advertir y valorar los cambios
Si asumimos la responsabilidad de estar en familia en vacaciones, preparémonos para compartir, escuchar, y dejarnos sorprender. Como todo suceso cíclico, las vacaciones nos hacen tomar conciencia del transcurso del tiempo, y las señales más notables provienen de los chicos. En las familias con niños o adolescentes, un adulto atareado puede no tener idea de cuántos de los cambios de sus hijos le han pasado inadvertidos durante el año. Qué nuevas cosas puede disfrutar ahora con ellos, qué asuntos han pasado a la esfera de la reserva personal de un niño o de una niña que ya es púber, qué hacen y cómo la pasan en esas horas en las que no solemos verlos y de las que escuchamos un sólo comentario: "bien"

Si algunos cambios parecen negativos o alarmantes, será la mejor oportunidad para que padres y madres se den por enterados y comiencen a ocuparse. Los adultos, como los árboles, nunca dejamos de crecer. Sería un grave error suponer que nuestra pareja o nuestros mayores están "siempre igual" o sólo acumulan deterioro y achaques. Quien sepa preguntar y escuchar, no solamente puede recuperar el placer de las cosas compartidas desde siempre; también percibirá lo nuevo, ganará en el contacto con esa persona que sigue trabajando para entenderse con un mundo cambiante. Nuevos diálogos y facetas de la relación pueden crearse en esta exploración.

¿Y qué pasa con nosotros? Quizás lo que necesitamos es apropiarnos de un poco de tiempo sin miedo ni ansiedad. Captar nuestro propio latido, privilegio y lujo de estar vivos, a pesar de los pesares de cada día. ¿Será posible que el tiempo vacío, el "vagar" de las vacaciones nos deje abiertas estas puertas?

Patricia C. D'Angelo

Psicóloga

Terapeuta familiar
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