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domingo,
22 de
enero de
2006 |
Educación: una tarea pendiente
La educación es la columna vertebral de todos los procesos que conforman la sociedad. Si bien este es un consenso internacional, aún queda mucho por hacer para garantizar la satisfacción de las necesidades básicas educativas. En Latinoamérica, el analfabetismo representa uno de los problemas más importantes a resolver. Si bien Argentina tiene uno de los índices más bajos de la región, las cifras son alarmantes. Según el último censo del Indec, más de 960.000 argentinos nunca fueron a la escuela.
A este cuadro se suma otro fenómeno preocupante: 3.695.830 argentinos nunca terminaron la educación primaria y pasan a integrar, por lo tanto, la categoría de "analfabetos funcionales", es decir, aquellos que no tienen la capacidad de comprender lo que leen ni de expresarse con claridad tanto en forma verbal como escrita. Incluso se habla de "analfabetos académicos", o sea aquellos ingresantes a la universidad que no pueden comprender, argumentar o entender una consigna.
La mal llamada descentralización educativa dejó a la educación atada a los vaivenes económicos y políticos de cada provincia, e inserta en un contexto general de pobreza y marginalidad. Un ejemplo de esto es la diferencia entre la provincia de Buenos Aires donde el analfabetismo llega al 0,5%, inferior al de España, pero en provincias como Misiones, Corrientes o Santiago del Estero rondan el 6%, y en El Chaco la cifra se eleva al 9 %.
Estos datos cuantitativos muestran una de las caras más ocultas y preocupantes de la exclusión social en el país. Como respuesta a estos números, el ministro de Educación, Daniel Filmus, planteó que se debe profundizar el trabajo en la contención familiar, en el apoyo económico a través de becas y libros y, fundamentalmente, en lo pedagógico.
Si bien conviven experiencias disímiles de alfabetización que no se agotan en enseñar a leer, escribir y calcular, sino que consiste en preparar a una persona para que regrese al sistema educativo, devolverle confianza en sus saberes, conciencia de sus derechos, manejo de la tecnología y una serie de habilidades para tomar decisiones de manera autónoma, esto no alcanza. En septiembre próximo pasado el Gobierno lanzó un Programa Nacional de Alfabetización y Terminalidad de la escolaridad básica que combina programas televisivos ,de radio y videos que funciona a partir de convenios con las provincias y ONG y sobre la base de una red de voluntarios.
Pero como dijo Filmus, falta una política nacional de educación de adultos, políticas específicas y falta mejorar en la legislación el deber del Estado de proveer educación para toda la vida. Todo este accionar es un punto de partida muy importante, pero son prácticas aisladas o regionalizadas que no llegan a todos. Desde 1989 no existen en el país políticas nacionales para enfrentar el fenómeno del analfabetismo, que quedó sujeto a iniciativas aisladas, impulsadas por algunos gobiernos provinciales y organizaciones sociales y comunitarias.
Muchas veces resulta fácil reducir el analfabetismo a un problema educativo, pero va mucho más allá porque la escuela no actúa en el vacío, sino en medio de condicionamientos sociales y culturales. ¿Qué hacer desde la escuela; cómo compensar en algunas horas de clase los efectos de la nutrición deficiente de familias golpeadas por la desocupación y el riesgo social? Si bien en las escuelas hay docentes con conocimientos disciplinarios, pedagógicos y didácticos, y alumnos con saberes de la vida cotidiana, a veces, los maestros no pueden retrabajarlos o retomarlos en el aula.
Ante tal situación, ¿se aísla la escuela con sus conocimiento dentro de un escenario conservador, viendo lo que le es ajeno como un mal social; se debe achicar el espacio entre la brecha sociocultural y generacional a través de la construcción conjunta con los alumnos? Ser docente hoy es un gran desafío. Requiere profunda especialización aunque con escasos recursos para realizarlo, supone estar atentos a lo que suceda alrededor, aunque a veces sin posibilidad de dar respuesta a lo que sucede y, por último, implica ser profesional con lo que esa palabra significa.
Por eso es de vital importancia que maestros, profesores, padres, alumnos y representantes del Estado revaloricen el lugar de la escuela y de quienes enseñan. Los analfabetos no son más que víctimas de un sistema que los excluye. El día que comprendamos que la educación es una herramienta de transformación social, de democratización y de desarrollo económico nos haremos cargo de los que nos toca a cada uno como ciudadano.
Carina Cabo de Donnet
Pedagoga
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