Yo creo: "Un nombre para tener en la memoria"

José L. Cavazza / Escenario

Recuerden este nombre: Frank Flynn. Para hacerse una idea de qué se trata, es un hombre que perdió la identidad, que existe pero que ya no es el mismo. La espera no será larga, apenas hasta marzo, y entonces él aparecerá, tal vez caminando por las vías con su mochila al hombro, tal cual lo vimos la última vez, en la última parte del año anterior. Para esperarlo, podemos juntar cosas afines frente al televisor apagado: por ejemplo, la novela ovidiana "El último mundo", de Christoph Ransmayr, donde un joven romano cruza el Mar Negro y se interna en las montañas que rodean a la ciudad de Tomi en busca de Publio Ovidio Nason, un poeta italiano desterrado del régimen de Augusto. Nadie sabe si está vivo o muerto. Otra: el "Pay Pack & Dollow", el álbum involuntariamente póstumo de Papa (John) Phillips junto a sus amigos Stones, después de deambular tres décadas como el triste fantasma del verano del amor, indigesto de tantos químicos, y añorando aquellos años en que fue una verdadera maquinita de hacer hits como "California Dreamin" y "Monday Monday". No soportó el paso del tiempo y murió al final de aquel año, el 2001. Nada de esto importa demasiado, supongo. ¿Quién puede tomarse en serio a alguien que cantaba "faltan sólo 24 años para el año 2000, y tal vez todo sea diferente entonces"? Como negarlo: el número 24 me obliga a pensar nuevamente en Frank Flynn. Y fíjense la ironía: hay un pianista nacido en La Habana en 1921 bajo el nombre de Frank Emilio Flynn que grabó muchos discos de jazz, danzones y rumbas y que Blue Note le editó en 1999 el disco "Ancestral Reflections", que, obviamente, no es nuestro Frank Flynn. Nuestro hombre ya nació, pero recién en marzo aparecerá por estas tierras. Dicen que tiene un nuevo romance, esta vez con Diane, una de los nuevos personajes de la temporada. La nueva mujer tiene un hijo y por supuesto no sabe nada del pasado de Frank Flynn. Es decir, desconoce absolutamente que una vez existió un hombre llamado Jack Bauer, que una vez, tras 24 horas infernales, abandonó la CTU para empezar una nueva vida. Pero antes, para poder llevar a cabo su plan, decidió morirse. O desaparecer. Como el poeta Nasón de la novela de Ransmayr o el Papa John, temblando de heroína y dejando tras de sí metros de audio.