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sábado,
21 de
enero de
2006 |
El juego de escurrirse
La del jueves a la noche fue la cuarta fuga ocurrida en el CAT desde que abrió sus puertas en julio de 2003. La más importante fue la de fines de noviembre del año pasado y más allá de la cantidad de evadidos: al margen de que esa madrugada fugaron 20 de los 35 internos que había en el lugar y de las dudas que despertó el escape, el instituto parece haber iniciado allí una crisis, o al menos su exteriorización.
En este marco, en el que se presentó una fuga multitudinaria como el resultado de la acción de un escuadrón de 20 émulos del Hombre Araña trepando un muro de seis metros, y se pretendió fingir un motín para tapar una golpiza cuesta creer en la pureza de una nueva fuga un mes después. Tal vez quienes conviven en lo cotidiano con las reglas de una cárcel pueden entender mejor cómo los internos obtienen la sierra, la esconden, la usan y escapan en el mayor de los silencios.
"Claro que es algo molesto, esto no nos hace para nada bien", confiaba, desde su lógica, un policía con experiencia en ese tipo de lugares. "Es como un juego de gato y ratón, a ver quién es más vivo. Nosotros estamos para que no se escapen y ellos para tratar de fugarse". Al parecer, las fugas en los penales de menores no serían causales de demasiado estrés a la hora de recapturar a los evadidos. "No tienen plata, no tienen nada para hacer. Sólo tienen dos caminos: vuelven con su familia o vuelven a caer acá por otro robo", agregó el oficial.
Tal vez eso explique por qué de los diez internos del pabellón 1 se fugaron seis. Al parecer, hay chicos que prefieren irse por la puerta y con permiso de un juez de Menores. Y con intenciones más claras de no regresar.
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