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sábado,
21 de
enero de
2006 |
Cortocircuitos entre Argentina e Italia
Marta Cabeza (*)
En la extensa historia de los vínculos entre Argentina e Italia se marcará el 2004 como el año en que los roces entre los gobiernos permitieron que el malestar formara parte, quizás por primera vez, de las relaciones entre estos dos países. Y esta circunstancia tiene aún consecuencias sobre nuestros días. En los años previos, tanto en la crisis económica y política del 2001 como durante el gobierno de transición de Eduardo Duhalde, la relación bilateral se mantuvo en inmejorables condiciones contando el gobierno argentino con el apoyo constante de Italia.
En enero del 2003 se logró la firma de un acuerdo de transición con el FMI, luego de superados los obstáculos que principalmente provenían de los cuadros técnicos del organismo de crédito. En esta puja fue importante la presión de los países centrales, Estados Unidos y los Estados europeos, que defendieron la posición argentina temiendo un efecto contagio en la región. Y en esta etapa el apoyo italiano no faltó: como una consecuencia inmediata del acuerdo del país con el FMI, la aseguradora estatal para las exportaciones italianas, Sace, resolvió reanudar operaciones con la Argentina.
Durante la primera gira europea del presidente Kirchner a mediados de julio de 2003 Italia no estuvo en la lista de países visitados por problemas de incompatibilidad de agendas entre los mandatarios. Sin embargo, durante este viaje el canciller Bielsa desembarcó en Roma y fue recibido por su colega, el entonces canciller Franco Frattini. Allí, Bielsa enfrentó dos temas espinosos: el reclamo de los ahorristas italianos tenedores de bonos del Estado argentino, golpeados por el default, y el aumento de tarifas que pretenden varios grupos italianos con inversiones en la Argentina. Comenzaba así a perfilarse la situación de crisis por la que atravesaría la relación de la Argentina con Italia.
Todo se intensifica cuando durante los primeros meses del gobierno de Kirchner se hace pública la propuesta argentina de canje de la deuda externa con una considerable quita en su valor nominal.
Desde el 2000 y hasta la caída del presidente De la Rúa, el gobierno argentino emitió bonos intensivamente: tan sólo en Italia distribuyó títulos entre más de 430.000 tenedores, entre ahorristas particulares y fondos de inversión, con un monto cercano a los 14 mil millones de dólares. Después del acuerdo logrado en septiembre del 2003 con el FMI, la Argentina sale al mundo a recomponer su deuda privada. El 22 del mismo mes, el país presenta en Dubai, India, la oferta de pagar hasta el 25% los bonos privados en manos de ahorristas y fondos especulativos. Esta decisión, como era de esperarse, no fue bien recibida por los dueños de los bonos, aunque no todos coincidían a la hora de identificar a los responsables.
En Italia, el ex ministro de las Reformas Institucionales, Umberto Bossi, líder de la Liga del Norte, cargó las responsabilidades contra los bancos: "Colocaron los bonos conociendo los riesgos, pero eludiendo informar a los ahorristas, con el objetivo de aligerar sus carteras de bonos argentinos".
El vicecanciller italiano visitó Argentina a principios de septiembre de 2004, tratando de lograr alguna solución al tema: el gobierno de Berlusconi no quería mostrarse inactivo y recibir los reproches de los más de 400 mil ahorristas italianos afectados.
Ciertamente hubo momentos de alta tensión durante diciembre del 2004 y enero del 2005. En estos meses tienen lugar las declaraciones de Kirchner acerca de la ingratitud de los italianos en torno al tema de la deuda comparándola con la que los argentinos habían tenido para con ellos en las épocas de la inmigración.
El 12 de enero del 2005 la administración Kirchner lanzó oficialmente el canje de la deuda y las reacciones italianas no se hicieron esperar: sincerando la posición política el ministro de Economía, Doménico Siniscalco, declaró en la Cámara de Diputados italiana que a pesar que el Ejecutivo peninsular había actuado sobre el asunto con "gran firmeza" ante diversos organismos internacionales, los instrumentos de presión prácticamente se habían acabado. Es así que, en la compleja estructura de relaciones bilaterales con los Estados del Viejo Mundo, la relación con Italia fue una de las más perjudicadas por las consecuencias del canje de los bonos de la deuda argentina y los perjuicios sobre los ahorristas peninsulares.
La diplomacia presidencial ha sido un recurso crecientemente empleado por mandatarios de todo el mundo, incluido Kirchner, pero en este caso parece no funcionar adecuadamente por la ausencia de una adecuada sintonía entre los dos jefes de Estado. Algunos no dudan en calificar al premier italiano como el primer ministro italiano más alejado de América latina -y de la Argentina en particular- de las últimas décadas.
El 25 de febrero del 2005 se cerró oficialmente el canje de la deuda privada argentina y los motivos que causaron los enfrentamientos entre Italia y Argentina comenzaron gradualmente a ser superados. Se estima que al menos 8.000 millones de dólares en títulos han quedado en manos de más de 200 mil ahorristas italianos que prefirieron no entrar en el canje. Lentamente, a mediados de ese año comienzan a llegar las primeras señales de una recomposición en las relaciones bilaterales: el 29 de junio Berlusconi en el Palacio Chigi, sede del gobierno de Roma, recibe sorpresivamente al canciller Bielsa. De esta reunión surge la promesa de una visita del actual canciller Fini a la Argentina que se concretaría en los primeros meses del 2006. Unos días después se produce la esperada reunión de los cancilleres Bielsa y Fini quienes decidieron restablecer una serie de comisiones sobre temas específicos a nivel bilateral que se encontraban suspendidas y que lentamente se retomarían los viajes de altos funcionarios a la Argentina y a Italia, suspendidos como consecuencia de las diferencias públicas.
La llegada de un nuevo embajador italiano a Buenos Aires, Stefano Ronca, en noviembre del 2005 renueva los impulsos para superar el desencuentro. Algún tiempo más deberá pasar para que el mal momento quede totalmente olvidado, pero sin dudas la historia en común y los espacios compartidos por ambos países permitirán cerrar cicatrices a medida que callen los reproches mutuos y se sinceren los intereses en juego.
(*) Secretaria académica de
la Maestría en Integración y Cooperación Internacional, UNR.
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