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sábado,
21 de
enero de
2006 |
Entrevista
Osvaldo Redondo: sin compromisos
Un mano a mano con uno de los arquitectos independientes más respetados de la ciudad
Aníbal Fucaraccio / arquitecto
Su perfil no encaja en los estereotipos habituales. Osvaldo Redondo se convirtió en uno de los arquitectos más respetados de la ciudad en base a un discurso solvente y directo que no deja lugar a las segundas lecturas. El autor del edificio de la Caja de Abogados (Montevideo y Balcarce) es un apasionado de la profesión pero no se obsesiona con ella. Y utilizó esa saludable distancia para forjar un estilo visceral, frontal y polémico, siempre alejado de los compromisos institucionales.
Cómodamente sentado en su moderno estudio ubicado en el primer piso de un edificio en la ribera central que él mismo construyó, con un cigarrillo como incondicional aliado de conversación y con permanentes referencias a anécdotas que supo concebir en su evolución disciplinar, Redondo mostró osadía y suficiencia para criticar la estrategia municipal de subdivisión de distritos y el sistema que se utiliza en los concursos de ideas y proyectos. Un mano a mano con un personaje incisivo y audaz -al hablar y al construir-, que reveló que vive las cosas que tienen que ver con la arquitectura con "muchísima intensidad".
-Sos uno de los pocos rosarinos que tuvo la posibilidad, con la Caja de Abogados, de construir después de un concurso ganado, ¿por qué creés que pasa esto?
-Creo que es por la mala interpretación que hacen los dirigentes acerca del valor del rol del arquitecto. Me parece que en los concursos somos nosotros quienes debemos pedir garantías, y no al revés. Hay que evaluar previamente la seriedad y la solvencia del que viene a golpear la puerta del Colegio de Arquitectos para concursar una obra. Habría que comprometerlo para construir esa obra porque se molesta a una matrícula entera que trabaja gratis para una persona que no asume ningún compromiso. Muchos concursos no se llevan a cabo porque son generados con objetivos políticos. Pasa cuando algún intendente se le ocurre prometer cualquier pavada para la campaña y consigue un montón de tarados que le hacen los dibujitos. Una vez que pasó la campaña revolean los "dibujitos" al medio del río. La culpa la tenemos los arquitectos. Por eso, en el caso de la Caja de Abogados tuvimos la suerte de encontrar un cliente serio.
-¿Qué sentís cuando ves los Centros de Distrito Municipales hechos por Siza, Forero o el que se construirá de Pelli?
-El argumento de la Municipalidad es inválido. No creo que nadie haya venido a Rosario a ver el Distrito de Siza. Es más, he llevado a más de un colega amigo a mostrarle algunos de los Distritos, pasaron por la puerta y ni se dieron cuenta.
-¿Son malas obras o es malo el mecanismo?
-El mecanismo es el equivocado. Y hay un error conceptual enorme al creer que la subdivisión de la ciudad en Distritos arranca con la construcción de estos edificios. Eso es mentira. Una organización distrital funciona si la organización política empieza por ser distrital. Y además, si el funcionamiento de la ciudad se da en consecuencia.
-¿Dónde está la falla del planteo municipal?
-Sacando el caso de Villa Hortensia que sirvió para recuperar una obra importante para la ciudad, el primero que se construyó fue el Distrito Oeste, al efecto de prestar servicios a la gente de la zona. Pero como no hay colectivos que te acerquen a ese Centro, entonces cualquier señor del Distrito para hacer trámites tiene que tomarse dos colectivos o tiene que ir en bicicleta. Si no hay una ciudad estructurada, que funcione subdividida, lo que se está haciendo en realidad es forzar las cosas.
-¿Cómo debería ser?
-Al revés. Incluso debería haber representantes políticos en el Concejo de cada Distrito. Los políticos tendrían que dejar de decidir estos edificios poniendo un dedo en el mapa, sin considerar la composición social y otros problemas de los sectores afectados. Por ejemplo, el Distrito Noroeste reúne la zona más rica con la más pobre de la ciudad: están los de Fisherton y los tobas. ¿Qué tiene en común? Para que haya una verdadera subdivisión hay que generar cambios políticos, modificaciones en la estructura y el funcionamiento urbano, los subcentros deben funcionar como tales y los servicios deben estar acordes con esa política. La ciudad de México funciona así, donde cada colonia tiene una relativa independencia con respecto al gobierno municipal. Tienen hasta policía propia.
-¿Qué te sugieren los edificios de Siza y Forero?
-No me emocionan para nada.
Los premios, un reconocimiento
-¿Qué te significan los premios?
-Son una gran alegría y un reconocimiento al esfuerzo, que no es mayor ni menor que el que hicieron otros para conseguir lo mismo. Se deben relativizar porque son fruto de la opinión de terceros. Se dan eventualmente cuando algunos de esos terceros -que son los encargados de dar el premio- coinciden con las ideas que sugeriste en el proyecto o en la obra. Probablemente puede ocurrir que ante la misma cantidad y calidad de proyectos, otro jurado hubiera decidido otra cosa. La calidad de un concurso depende más de la calidad de los jurados que de la calidad de los participantes.
-¿Sos un obsesivo a la hora del trabajo?
-Soy un obsesivo trabajando pero no vivo pensando en el laburo. Tengo una vida bastante plena en la que la arquitectura sólo es una faceta importante. Disfruto mucho de la arquitectura y es lo único que sé hacer, pero además tengo una familia con cuatro hijos, un nieto y dos por venir, tengo amigos, practico deportes y manejo grupos juveniles de rugby. Esa cantidad de actividades me permiten relajarme y no vivir obsesionado con la arquitectura las 24 horas del día.
-¿Qué cosas no traicionás ni negociás a la hora de proyectar o aceptar un encargo?
-No resigno mi dignidad. Es la palabra que más se ajusta porque la dignidad es como la virginidad, se pierde una sola vez y no la recuperás más. Ser digno significa hacer el mayor esfuerzo posible para conseguir el mejor resultado. He perdido obras y clientes por no someterme a determinadas concesiones.
-¿Qué obras de Rosario te gustan?
-Dentro de las obras contemporáneas me gustan algunos edificios de Pantarotto, sobre todo por el manejo del hormigón y su forma de construir esculturas con ese material. También me gusta el edificio de Viotti y Luetich en Buenos Aires y avenida Belgrano. Y además, hay un montón de casas en el macrocentro que me gustan mucho y no sé quiénes son los autores. Esas casas son lo mejor que se está haciendo ahora y son fruto de una generación que va de intermedia para joven. También hay algunas cosas interesantes en los barrios cerrados. Esas obras han provocado que me vuelva a detener con el auto para contemplarlas.
-¿Hay algo que no harías nunca?
-Nunca digas nunca. Algunos dicen que se empieza a hacer arquitectura cuando se tiene la panza llena. Igualmente, no haría ninguna cosa que atente contra mi dignidad profesional.
-¿Qué obra te gustaría construir?
-La próxima. La mejor obra siempre es la que está por venir.
-¿Cómo te definirías?
-He sido independiente y no sólo en lo profesional. Eso tiene ventajas y desventajas. Te da la posibilidad de no ir a un congreso e ir a jugar al fútbol pero también hace que demasiada independencia sea entendida como alguien que no tiene controles y entonces te hacen a un lado. Esta cuestión es como la manta corta: cuando te tapás la cabeza, te destapás los pies.
La Caja de Abogados "una obra muy poco contaminada"
-¿Qué sentís cuando se pone a la Caja de Abogados entre los edificios más representativos de la arquitectura contemporánea rosarina?
-No sé si es tan así. Puede ser hoy la obra que más quiero. Fue la primera vez que pude hacer lo que se me dio la gana. Esa es otra de las grandes ventajas que tienen los concursos: no tenés al cliente hablándote al oído marcándote cosas, además te encontrás con un cliente que te respeta, que tiene la plata y te cumple. En esa obra no tengo excusas, lo que está bien es mérito propio y lo que no está bien es demérito. No hay otros que tengan la culpa de algún mal paso. Eso hace que yo le tenga a la Caja un afecto muy particular. Creo que es una obra que está muy poco contaminada.
-¿Cuál creés que es la cualidad más importante de esa obra?
-La síntesis. Cuando se encara un proyecto, la primera tarea es meditar sobre cuáles son las claves a resolver. Es una obra muy densa con una gran cantidad de metros cuadrados construidos (5 mil) en un terreno chico (500) y no lo aparenta, parece como si estuviera holgada. En realidad, allí había dos cuestiones muy importantes a descifrar. Una era la resolución de los ingresos ya que había dos entradas al local bancario (una por la calle y otra a través del hall), un acceso al edificio, otro al auditorio, más el de las oficinas, el de la Caja y el de los autos. Siete ingresos distintos en 17 metros, eso da un promedio de dos metros por acceso y entonces había que hacer algo al respecto. El otro tema clave era el de las cocheras ya que el terreno era muy apretado y se necesitaba una gran cantidad de cocheras para servir a un edificio de alta ocupación.
-¿Cómo fue el proceso de proyecto de ese edificio?
-En ese proyecto, el primer dibujo fue el definitivo. Dimos vueltas y buscamos otras alternativas pero quedamos en la idea de girar alrededor de un núcleo y a partir de allí generar un vacío propio y un lleno. Teniendo en cuenta la estructura urbana de llenos y vacíos, de esa manera nos garantizábamos que la obra iba a ser siempre la misma a pesar de lo que hagan al lado. Así, la fachada oeste es la más importante del edificio, se contrapone a Tribunales de manera perpendicular y no compite en ningún momento. Además esa fachada es la que permitió resolver la mayoría de los ingresos. Todo eso no fue producto de un razonamiento lógico, fue intuición pura. Fueron pensamientos que se cayeron en el papel y a partir de ahí todo fue más fácil. Así, las demás cuestiones se comenzaron a resolver de manera natural. Creo que es contaminación cero.
-¿Qué importancia le otorgás a la imagen en el proceso creativo?
-La imagen es un resultado y como tal debe ser buscado. El primer dibujo de fachada que hicimos de la Caja fue el que presentamos en el concurso. Una idea siempre significa una imagen.
-¿Cuándo te diste cuenta de que ese proyecto era bueno?
-Un buen proyecto es el que después de resolver las claves de un determinado programa comienza a solucionar todo de forma natural. Cuando se consiguen soluciones obvias es porque el proyecto es bueno. Luego viene la etapa de esculpir la obra como una labor artística. Ya deja de ser una cuestión de puertas, ventanas o marcos. Es como decía Le Corbusier: "El juego de los volúmenes bajo la luz". A partir de allí se comienzan a elegir texturas, ciegos, llenos, transparencias, opacos y sombras. Se resuelven los elementos u objetos y sus vinculaciones. Es otro el nivel de decisión. Pero uno se puede permitir lujos si están previamente (o simultáneamente) resueltas las claves importantes del proyecto.
-¿Qué conceptos manejás a la hora de elegir los materiales?
-No sé si hay una elección de los materiales. En la Caja, desde el primer dibujo ya se sabía que iba a ser hormigón. Nunca nos encontramos con la disyuntiva sobre qué podía ser ese volumen ciego, siempre fue hormigón y el vidrio siempre fue vidrio. Y la manifestación horizontal de la caja siempre fue aluminio. Son decisiones naturales que ocurren en forma simultánea con el diseño original. De alguna manera, cada material tiene sus capacidades de trabajo y es como que es sugerido por el proyecto.
-¿Qué debe tener en cuenta una buena obra de arquitectura?
-Si una obra no tiene en cuenta la cuestión tecnológica, lo funcional, lo cultural y lo normativo entonces no es una obra de arquitectura. Es otra cosa, una escultura. No hay que confundir síntesis con simplificación. Aquellos que se apartan de las cuestiones molestas sin resolver los problemas claves sólo apelan a la simplificación, eso no es síntesis.
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