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domingo,
15 de
enero de
2006 |
Chile
Chiloé, por el sur del mundo
Las casas de colores brillantes son el leit motiv de la isla y una señal para los navegantes que pueden divisarlas desde la costa
Fabiana Monti / La Capital
Lugares para recorrer no faltan. Tampoco leyendas y mitologías para escuchar, comidas típicas para saborear y las bravías aguas del océano para sumergirse o practicar deportes náuticos, siempre y cuando se soporte el frío. La estampa de esta isla, bien al sur del mundo, son los brillantes colores de las casas construidas con tejuelas de alerce, cuestión de relevancia para los navegantes ya que pueden divisar la tierra desde el medio de la atormentada mar.
Chiloé está ubicado a 1.057 kilómetros de la capital de Chile, Santiago, y a 57 de Puerto Montt, capital de la Décima Región de los Lagos. Tiene una extensión de más de 9.100 kilómetros cuadrados y es considerada la segunda mayor isla de Sudamérica. En el archipiélago se cruzan el mar, la cordillera de la costa, pequeñas isla, montañas y miles de historias ya que mantiene las marcas de haber sido el último bastión español.
Chiloé conforma una provincia de más de 150 mil habitantes denominados chilotes que cada noche transforman el lugar en un reino de mitos y leyendas que desaparecen sobrepasados por la naturaleza que se deja vislumbrar a la luz del día (ver aparte).
Para llegar hay que ir hasta uno de los últimos puntos del continente -Pargua- y ahí disfrutar de media hora de navegación por el canal de Chacao, a través de ferrys o transbordadores que arriban a la villa. Después, los destinos se multiplican de acuerdo a la inquietud que lleve el visitante para su recorrida.
El camino va llevando al viajero por la historia y una de las ciudades más visitadas es Ancud, donde sobresale su arquitectura con madera nativa tanto en las casas como en las iglesias antiguas. Además de la tradicional plaza de armas, se impone el Fuerte San Antonio, un recinto histórico que se sitúa en la parte más alta de la ciudad y constituye uno bello mirador de la zona. El Museo Regional está rodeado por siete torreones de estilo colonial español y hay muestras permanentes y transitorias que recrean el clima de aquellas épocas de conquista.
El viajero puede anclar en Ancud y realizar distintas excursiones como a Mar Brava y Península de Lacuy, o llegarse hasta Quemchi, un poblado tranquilo y silencioso en una bahía protegida que enfrenta la isla de Caucahue.
Un dato a tener en cuenta de Chiloé es que existen dos tipos de mares. Uno llamado interior, con aguas un poco más calmas, y el otro que posee la bravura del Océano Pacífico.
Siguiendo por caminos internos de la isla se puede acceder por una ruta pavimentada a Dalcachue, famosa por las ferias que se realizan los domingos por las mañanas, donde confluyen la cestería y los tejidos traidos de lugares vecinos.
Su iglesia es mostrada con orgullo por ser Patrimonio de la Humanidad. Y opciones hay muchas más, pero si no se llega a la capital, poco podrá decirse de haber conocido lo más característico de este archipiélago.
El punto neurálgico de la isla es su capital Castro, un importante centro de servicios y punto de partida y llegada a diferentes excursiones.
La ciudad fue fundada en el año 1567 por Don Martín Ruiz de Gamboa, y su nombre fue colocado en honor al licenciado López García de Castro, presidente de la Real Audiencia de Lima.
El viajero no dejará de sorprenderse por unas construcciones únicas en su género, casas de colores construidas sobre palafitos que soportan estoicamente la subidas y bajadas de la mareas y en donde viven mayoritariamente los pescadores.
La avenida costera bordea la ciudad y en ella se ubican las caletas de pescadores, el fondeadero de embarcaciones y los típicos palafitos.
Y para no ser menos Castro también tiene su "Feria Campesina Lillo", un complejo turístico comercial donde se ofrecen artesanías y productos regionales complementados con marisquerías.
Un plato que no puede dejar de probarse es el "curanto al hoyo", una comida que se cuece en un hoyo en la tierra y, a diferencia del curanto criollo, está compuesta principalmente por cholgas, almejas "choritos" y picorocos. Suele estar acompañado por "milcaos" que se hace a base de papa rallada o "chapeleles" que es una masa hecha con harina cruda, entre otras comidas típicas.
Castro también posee una importante cantidad de edificios históricos como la Iglesia de san Francisco, que se emplaza típicamente frente la plaza principal, con maderas del lugar y de estilo neogótico. Esta construcción fue también declarada Patrimonio Histórico de la Humanidad.
Y Chiloé no se termina en Castro sino que continúa brindando opciones como Chonchi, su Parque Nacional, donde existe una reserva natural de gran valor, Quellón, y un sinnúmero de localidades y pequeñas islas que dan ganas de recorrer.
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Fotos
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La isla atesora leyendas que se entretejen con la naturaleza.
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