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 domingo, 15 de enero de 2006  
[Primera persona] - Héctor Piccoli
Poeta entre dos lenguas
Traducción y escritura se traman en el intenso hacer del director de Biblioteca eLe

Osvaldo Aguirre / La Capital

Poeta, traductor de alemán, profesor universitario bilingüe y editor, Héctor A. Piccoli (Rosario, 1951) despliega en cada uno de sus ámbitos un rigor tan absoluto como la pasión que lo impulsa. En 1995 fundó Biblioteca eLe, editorial del Libro electrónico (www.bibliele.com), un emprendimiento valorado en el exterior y todavía poco conocido en Rosario. Con ese sello ha publicado en CD rom las obras completas de Sigmund Freud, Luis de Góngora, Miguel de Cervantes y César Vallejo, y el "Peregrino Querubínico", de Angelus Silesius, en traducción de Piccoli, entre otros títulos. La docencia es otro campo importante de su actividad, a través de la Facultad de Humanidades y Artes (es profesor en la Escuela de Lenguas y en la Escuela de Letras) y del Instituto Georg Trakl, del que es director.

Como poeta, Piccoli es autor de libros que con el paso del tiempo se han convertido en objeto de culto: "Permutaciones" (con Enrique Olivay, 1975), "Si no a enhestar el oro oído" (donde empezó a publicar poemas en alemán, 1983), "Filiación del rumor" (1993) y "Fractales" (2002). También ha dado a conocer un "Manifiesto fractal", donde critica líneas dominantes de la poesía argentina actual.

-¿Cómo evaluás los casi once años de Biblioteca eLe?

-Yo me equivoqué en una cosa, en la valoración de la velocidad, del impacto que iba a tener el advenimiento del libro electrónico y de la cultura del hipertexto. Considerando la potencialidad de este nuevo soporte para el estudio y la investigación, creí que iba a ser asimilado con rapidez por el público, sobre todo por los estudiantes y los académicos. No obstante, por razones que no termino de entender (me sentiría inclinado a pensar que se trata de un problema antropológico), al público le ha costado adaptarse más de lo esperado. Es un fenómeno curioso. Si es que para usar este instrumento, que te permite acceder al contenido de un libro de una manera que el libro impreso no te puede permitir, tuvieras que hacer tres semestres de álgebra, dos de lógica... Pero no es así, es algo sencillo, incluso para personas sin ninguna formación especial. La gente evalúa el tema con argumentos impertinentes. El más común es "el libro electrónico no me lo puedo llevar a la cama", o "me cansa leer en pantalla". Con ese tipo de argumentos no se va a ningún lado: no se necesita ser Julio Verne para imaginar que dentro de muy, muy poco tiempo habrá libros electrónicos físicos (me refiero a un hardware ad-hoc, que no será, por supuesto un libro, sino una biblioteca entera) increíblemente más amigables que el libro mejor impreso. Yo me equivoqué entonces en el tempo del proceso. Hay evidentemente una configuración en el modo de leer del gran público que es mucho más profunda de lo que creí, hábitos de lectura enraizados con un vigor que no evalué en aquel entonces -cuando fundamos con mi mujer la editorial- en su exacta dimensión.

-Pero el proyecto continúa.

-Sí. La mayoría de nuestras ventas son al exterior, por internet. Pero sigue siendo importante desde el punto de vista del mercado contar con una presencia física de los CDs en las librerías, y acá es muy difícil conseguir que una distribuidora te dé bolilla, si no tenés más de cien títulos. Y eso que nuestro L.E.I. (libro electrónico de investigación), desarrollado por el ingeniero Omar Seri, está al nivel del mejor (¡y escasísimo!) software internacional de su tipo. Porque: ¿qué se entiende por libro electrónico? ¿La mera digitalización de un texto impreso o una arquitectura hipertextual con una clara idea de las prestaciones que ha de brindar un libro de investigación, con una navegabilidad transparente y sobre todo con potentes, muy potentes funciones de búsqueda? En este sentido conozco muy pocas muestras que respondan a un concepto sólido de libro.

-¿Cómo les fue con la edición de la obra de Freud?

-Desde el punto de vista de la venta fue el título más exitoso. Tan exitoso que se pirateó en todos lados. La primera versión coincidió con la masificación de la piratería del CD. Eso fue un golpe tremendo para nosotros. Después compramos un software británico de protección, funciona como una suerte de envoltura. En la segunda versión agregamos al título, entre otras cosas, un diccionario lexical, etimológico y de uso de los términos psicoanalíticos freudianos, con ejemplos en alemán y en español. Es un diccionario de cuño preponderantemente lingüístico, basado en el alemán, y en este sentido viene a llenar un vacío dejado por las abundantes enciclopedias existentes en el mercado.

-¿Cuál es tu ámbito preferido como traductor?

-Naturalmente, el de la lírica. Creo que es lógico en el caso de alguien que sólo escribe poesía. Pienso incluso en determinada lírica. ¿Cómo traducir poemas con formas "clásicas", canónicas? Por ejemplo, ¿cómo traducir un soneto? Es una cuestión histórica: porque así como hay una historia de la literatura hay una historia de la traducción. De momento parece ser un trabajo casi anacrónico y sin ninguna duda diría que es un trabajo que ninguna editorial paga. La pregunta aparece también en la práctica docente. A veces, en las mesas de examen de literatura en otros idiomas que no son mi especialidad, les pregunto a los chicos qué versiones de los poemas tratados les parecen mejores, y significativamente no son en general las traducciones que cuidan el metro y la rima las que prefieren. Un hecho notable: si vos, cincuenta años atrás, hubieras pensado traducir un soneto que no tuviera rima y que tal vez aun no tuviera metro, te hubieran mandado al psiquiatra. A nadie se le iba a ocurrir. Hoy parece que es al revés, el respeto de la forma suena "artificioso"; y frente a las versiones "libres" uno se pregunta dónde ha quedado el soneto.

-¿Coincidís con la definición del traductor como alguien en suspenso entre dos lenguas?

-(Suspira) Es por cierto una definición plástica, concisa y en absoluto desacertada. El traductor es un ser condenado por el destino a ser siempre criticado. En determinados campos se ha instaurado una especie de moda de crítica al traductor. Yo les digo a mis alumnos que en general esa gente que abunda en iracundia respecto del traductor no tiene idea de qué es manejar otra lengua. Y en muchos casos no maneja bien ni siquiera la propia. A mí no me interesan tanto las "problemáticas de la traducción", me interesa más bien su práctica concreta. Gran parte de los artículos que aparecen bajo el título de "teorías de la traducción" no pasa de ser una serie de comentarios más o menos afortunados, más o menos disparatados, sobre el hecho de traducir. Esos artículos están para mí a años luz de ser teorías, ya que carecen del aparato conceptual y de la consistencia necesarios.

-¿Escribir poesía en alemán tiene que ver con tu actividad como traductor?

-Escribir poesía en alemán fue algo que implicó un cambio cualitativo (y decisivo) en mi relación con la otra lengua. Pero no tiene nada que ver con la traducción. Mucha gente me pregunta por qué no aparece una versión en español de los poemas escritos en alemán. Bueno, porque la edición no fue pensada como bilingüe en ese sentido, la respuesta es ésa. La traducción es otra cosa; la traducción es una destreza específica. Por esa razón, traducirse a sí mismo resulta tan difícil como si se estuviera ante el texto de un extraño. Cuando escribís en otro idioma no estás traduciendo: si escribo algo en alemán, lo pienso en alemán.

-Los poemas en alemán empiezan a aparecer en tu segundo libro, "Si no a enhestar el oro oído".

--Sí, hay un par en el segundo y después una colección más importante en "Filiación del rumor", además de algunos sueltos en internet, en "Fractales". El cuerpo principal, claro, está en español. En "Fractales" presento una serie de modelos "ciberpoéticos" y lo que llamo "módulos instrumentales": un analizador de endecasílabos y otro de alejandrinos. Lo que propongo es una suerte de reformulación de la poética sobre base informática (pienso sobre todo en una poética anterior al Sturm und Drang). También hago allí en un texto -que con toda intención llamo manifiesto, esa palabra tan anacrónica- una serie de apreciaciones generales con respecto a lo que uno ve que es la lírica de hoy, a lo que a uno le parece que tiene sentido escribir, en fin, a mi posición como poeta en su circunstancia.

-¿Cuál es esa posición?

-La poesía a la que me refiero allí es la que -reconociendo por cierto antecedentes muy anteriores- toma cuerpo definitivo (y no sólo en español) en la década del 60. Se podría caracterizar esta tendencia como aquélla que, descuidando la forma por principio, renuncia de antemano a todo pulimento metafórico y, si no pretende dar testimonio crítico del orden político-social mediante lo que concibe como un "contenido" autónomo (poesía "mensajística"), intenta con medios pueriles auratizar la cotidianeidad banal. De algún modo, se entiende siempre como "antipoesía", aproximándose por lo tanto al máximo, desde el punto de vista del léxico y del ritmo, al lenguaje coloquial. En el "Manifiesto fractal" digo también: "Allanando sin piedad la poesía con argumentos de falsa contemporaneidad, el siglo XX «poetizó» un importante caudal de su prosa literaria más representativa. Recuperemos ahora la magia, la función conjural de la palabra: repoeticemos nosotros la poesía." La poesía que sustento como valor supone tan sólo estar escrita como texto y no se reduce por supuesto a un tipo, a un modelo o esquema determinado. Debe obedecer, eso sí -como el arte en general-, a un imperativo de contemporaneidad; y lo genuinamente contemporáneo no puede confundirse con lo trivial ni con lo meramente actual. Debo decir, no obstante, que hay ahora un significativo número de jóvenes escritores interesados en cuestiones clave de la poesía: lanzar una seria mirada retrospectiva a la poética, reconsiderar la calidad rítmico-musical del verso, etcétera.
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En la picota. "El traductor es un ser condenado a ser criticado", dice Piccoli.

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