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domingo,
15 de
enero de
2006 |
Instantánea
"Escritor de develación, Correas trató con esa materia que no puede abarcarse a sí misma y que en las célebres páginas sartreanas llevan el nombre de conciencia de la mala fe. Sus clases de gran profesor eran un ensayo de fina diplomacia y del arte del vilipendio clandestino. La injuria quedaba flotando en el repliegue de la frase mientras Correas, existencialista, pensaba en que un sigiloso denuesto podía tomarse como homenaje y buena lectura. Incomodaba, y nosotros, sus amigos recientes, poníamos diversas defensas frente a su presencia incomodante. Solitario, desesperado, así también era su literatura (...). Consideraba cada artículo o reseña como una miniatura en la que se jugaba todo un decir elegante y despojado. Por poco que fuera, dejaba una vibración en el aire y el vago sentimiento de la antigua alianza entre escritura y existencia. Suicida, no lo veremos más con su traje apretado y antiguo. Carlos Correas mantenía su rara distinción en medio del retiro, la desdicha y la indiferencia" (de "Adiós a Carlos Correas", texto del grupo editor de la revista "El Ojo Mocho", 2000)
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