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domingo,
15 de
enero de
2006 |
"Hay que parar la máquina"
La salud del presidente Kirchner ha preocupado a los argentinos en más de una ocasión. Sin embargo, tanto desde su entorno familiar como su médico personal se encargaron de aclarar en todos los casos que nunca pasó por situaciones graves.
El 8 de abril de 2004, mientras descansaba en El Calafate, presentó un fuerte dolor en el estómago, con náuseas, vómitos y una hemorragia digestiva. Inmediatamente se lo trasladó hasta el hospital del lugar y desde allí fue derivado a Río Gallegos. Pronto se aclaró todo. El presidente se había automedicado un analgésico antiinflamatorio para calmar un dolor producto de un tratamiento de conducto.
El 11 de febrero de 2005, Kirchner se internó en el Hospital Argerich y se realizó un chequeo. No se informó de los resultados a la opinión pública.
Hace un par de semanas, el diario Clarín confirmó que el presidente padece colon irritable. Y de inmediato surgieron especulaciones en torno a su salud porque su estadía en Río Gallegos se prolongó más de lo previsto. Otra vez, desde muy cerca suyo, se dijo que simplemente había resuelto prolongar el descanso.
El diario La Nueva Provincia, de Bahía Blanca, aseguró que el senador Carlos Reutemann viajó a Nueva York y que hizo gestiones ante un equipo médico que lo atendió oportunamente para que haga lo propio con el presidente. Es más, afirmó que los especialistas llegarían a nuestro país el mes próximo.
En algún momento, cuando surgió el primer inconveniente en la salud de Kirchner, el ex presidente Eduardo Duhalde deslizó un consejo: "Hay que parar la máquina", sentenció.
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