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jueves,
12 de
enero de
2006 |
Una reflexión
sobre la muerte
La vida es como un reloj de arena cuyos granos son los años. Acaba de caer el 2005. Otro grano abajo y arriba uno menos. Y así nuestra vida mengua lentamente hasta el inevitable último grano, que marca la hora de partir a un reino cuya frontera ningún viajero puede volver a cruzar. Cuando era joven no pensaba en esto o lo consideraba una lejana perspectiva. Cayeron muchos años, y antes que lo pudiera ver, entré en la vejez. Ahora sí lo pienso. Pero no hay edad para salir de la vida: la muerte nos acecha constantemente y puede interceptarnos en cualquier momento y lugar. Y ya que no podremos escapar de ella, porque siempre nos atrapará, aprendamos a no temerle, a verla venir con tranquilidad, a recibirla a pie firme, y a morir bien. La muerte se hace cuesta arriba para quienes se espantan de sólo mencionarla, cuesta abajo para los que comprenden que la terminación de la vida es un hecho tan natural como su comienzo; y es un accidente inopinado para aquellos que no piensan en ella o la creen aún muy lejos.
Carlos Alberto Parachú
LE 6.012.558
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