Yo creo: "Que U2 pueda tocar en el Gigante"

José L. Cavazza / La Capital

Pasó Navidad y nada, pero queda Reyes, y la esperanza se renueva. Los pedidos quedan en pie. Los mismos regalos, la misma espera. En fin, las mismas palabras: que se estrene un filme tan negro que llegue a mezclar el relato de aquella "Casta maldita" de Kubrick con el tipo de desarrollo de una película de Tarantino; que se vuelva a hacer una buena película en Rosario; que aparezca una banda de rock rosarina que te vuele los sesos, que surja un grupo de jazz en la ciudad que sea moderno, tenga swing y sea creativo, y que al fin crezca el jacarandá al frente de mi ventana. Que pueda leer una novela con el mismo entusiasmo con que leí por primera vez un libro de Franz Kafka, "Rayuela" o "Las enseñanzas de don Juan". Poder escuchar un disco nuevo y emocionarme como cuando descubrí el "Disco Blanco" de los Beatles, el "Blue Train" de Coltrane, los tangos cantados por el Polaco Goyeneche, las vocecitas de Hope Sandoval y Chet Baker, el tenor de Dexter después del de Lester, en fin, un disco que sintetice la atonalidad y las disonancias de Sonic Youth y Charles Mingus y las melodías de John-Paul-George-Ringo... en realidad, un disco con escasas probabilidades de vida; o que alguna vez uno de esos grandes recitales internacionales que llegan a Buenos Aires se realice en Rosario; que pueda recibir del amigo muerto un email que me tranquilice, de que todo está okey, de que la muerte no se opone a la vida ni es el final de todo sino que se trata de un gato esponjoso que vamos criando desde siempre, ojalá me escriba eso y entonces se lo comunicaré a los amigos, para que también se tranquilicen, y que después pueda darle una mano de pintura a la sala donde está la ventana desde la cual pretendo ver crecer el jacarandá. La Navidad pasó y fue como un rayo montado a un par de renos endemoniados, que Reyes llegará pronto y algo traerá de toda esta misiva tan propia de revista de espectáculos y cultura. Y si no llegan los discos, los libros, las películas y los recitales pedidos, hay que inventarlos, escribir sus prólogos, críticas y coberturas; dar largas charlas al respecto en los bares de la ciudad y luego pegar grandes carteles en la calle anunciando que U2 tocará en el Gigante.