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 miércoles, 28 de diciembre de 2005  
Crece el tráfico de chicos en Haití
La falta de control estatal hace que haya instituciones donde se venden bebés por unos 10.000 dólares

El entusiasmo ha quedado en el pasado. Cuando Alphonse Nkuzimana dejó Ruanda para ir a Haití, creía que podía hacer algo para ayudar a la república caribeña de Haití, el país más pobre de América latina. Pero dos años después, sus ilusiones han desaparecido. "No entiendo a la gente. Los haitianos no tienen vínculos con su pasado africano", afirma, en un intento por explicar por qué él, un africano negro proveniente de un país igualmente pobre, no puede comprender la realidad de Haití.

Nkuzimana es el representante de la Pan American Development Foundation (Padf) in Haiti, dedicada especialmente a los niños. Aquí ha chocado con una sociedad desgarrada hasta en las más fundamentales relaciones familiares. "Entregan a sus niños sin que se les mueva una pestaña", relata. "Esta es una parte muy confusa del alma haitiana". Y esa confusa situación es aprovechada por entidades dirigidas a la guarda de niños que los vende por 10 mil dólares.

En estos casos no existe el amor paternal, mucho menos el espíritu de familia. En Africa, de donde son originarios la mayoría de los haitianos, esto sería impensable. "A veces creo que es imposible ayudar a Haití", dice con resignación.

A pocos kilómetros de la capital, Puerto Príncipe, se encuentra el orfanato God's Littlest Angels, de la estadounidense Dixie Jones. En dos edificios se alojan más de 100 niños para los que Jones busca padres adoptivos principalmente en Norteamérica y Europa.

En la entrada, detrás de la puerta de acero enrejada, está sentada en una silla una joven mujer con un bebé en sus brazos. Es su hijo, al que ya ha traído hace varias semanas para darlo en adopción. No puede alimentarlo porque ya tiene otros cinco. Ahora viene una vez a la semana para verlo. "Me rompería el corazón", dice Dixie cuando se imagina entregar a su propio hijo y esperar a que viva con extraños en un país lejano.

En Haití, entregar a los hijos es una triste tradición. Antes eran los niños del campo quienes eran llevados con las familias y parientes más pudientes de la ciudad para que tuvieran mejores oportunidades de educación. La mayoría de estos niños terminaba como esclavos.

La estrechez económica y la miseria social obliga a muchos padres a llevar a sus hijos a los orfanatos. Oficialmente existen en el país, de 9 millones de habitantes, unos 50 establecimientos de este tipo. La mayoría de los pequeños son entregados en adopción a parejas en Francia, Bélgica, Suiza, Canadá y Estados Unidos. El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) estima que 1.300 niños haitianos son trasladados anualmente al extranjero.

Organizaciones independientes creen sin embargo que el número de orfanatos y niños es mucho mayor. Muchas de esas instituciones tienen como único fin la venta de niños fuera del país, aseguran. Los comerciantes exigen 10.000 dólares o más por la rápida entrega de un menor con los papeles en regla. Lo que suceda a los niños en el extranjero no interesa a nadie. No hay controles del Estado, y la corrupción es omnipresente. (DPA)
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Una mujer pasa con su niño en brazos en inmediaciones de un retén de la ONU.

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