[Lecturas]

Caminando en círculos

Ensayo. "Personas en loop. Ensayos sobre cultura pop", de Diedrich Diederichsen. Interzona, Buenos Aires, 2005, 199 páginas, $ 32.

Irina Garbatzky

"She's leaving home, bye bye" soltaba la voz de Paul Mc Cartney en uno de los discos más emblemáticos de los años 60: "La banda de corazones solitarios del Sargento Pepper". La canción narraba la historia de una jovencita que abandonaba a sus padres, dejando tan sólo una nota "en la que esperaba haber dicho más" y registraba una de las metas que pertenecieron al ideario de una generación. El mismo tema de los Beatles sirve de epígrafe al primer ensayo de Diedrich Diederichsen (Hamburgo, 1957). El autor sostiene allí que, en la cultura europea de posguerra, las personas renunciaron a la tensión entre vagar y progresar para volver a la frecuencia del loop. Pero ¿qué es un loop?

"Personas en loop. Ensayos sobre cultura pop" reúne algunos de los imaginarios colectivos de mediados del siglo XX. A lo largo de diez artículos -publicados por primera vez en español-, el autor bordea los límites de los estudios culturales y profundiza sobre las temáticas de la industria cultural y el mercado del arte.

"La cultura popular posee imágenes, sentimientos y metáforas del imaginario social que posibilitan su codificación, su visibilidad y su discusión antes de que puedan ser formulados en otros ámbitos, como el político", señala el autor. El loop, esa palabra que indica la repetición mecánica de un fragmento musical, resume a toda una generación de jóvenes viajeros que, -como la protagonista del tema de Lennon & Mc Cartney-, renunciaron a la seguridad de la clase media para buscar el "crecimiento espiritual". Progresar era lo contrario de caminar en círculos; sin embargo, en la cultura del progreso, todo "viaje hacia sí mismo" incluyó la necesidad de volver libremente a casa.

Romper con la idea de desarrollo sería la consecuencia más inmediata del loop, pero esto ocurriría recién con la música tecno, en donde el loop se concibió como la improvisación infinita. El otro camino de ruptura sería la destrucción contracultural. En el artículo: "Fines del verano contracultural", Diederichsen nos recuerda que una noche de 1969 Charles Manson, uno de los promotores de la contracultura de pelos largos y alucinógenos, entró en la lujosa casa de Roman Polanski para asesinar a nueve personas, entre ellas la actriz Sharon Tate. Manson dejó en esa velada una de las imágenes más utilizadas por el cine de terror de los años siguientes: escribió en la pared largas frases -que también eran letras de los Beatles- con la sangre de sus víctimas.

En las rúbricas del pop se encuentran la mezcla y los planos horizontales. Señala Diederichsen que los verdaderos estetas de la cultura pop fueron los productores. Joe Meek, uno de los primeros "ingenieros de sonido", advirtió que el sonido debía fabricarse, y que para esto no se podía partir de formatos preestablecidos sino que había que "producirlo". El mundo de la música (y por qué no el del arte en general) comenzó a ser el de los productores y los managers, los especialistas del pop.

En el final, el autor opone los términos de generación, multitud y vida como conceptos que atraviesan las ideologías en la Europa actual. Su punto de partida es "Los desocupados felices", un grupo berlinés que llevó como estandarte de su resistencia el valor por el desempleo. Los ensayos de Diederichsen cuestionan la sociedad capitalista de los últimos años a través de estas anécdotas y construyen figuras interesantes, como pueden serlo el tecno como metáfora de la temporalidad actual o la música popular en cineastas de "culto" como Tarantino y Kubrick.