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 sábado, 24 de diciembre de 2005  
Para beber: espíritu veraniego

Gabriela Gasparini

El calor nos lleva a buscar nuevas formas de refrescar el cuerpo y el alma, y un trago que para mí simboliza el espíritu veraniego es la caipirinha, cuyo ingrediente fundamental es la cachaça. Me puse a pensar que si me propusieran escoger una frase que resumiera la esencia que distingue al pueblo brasileño, mi elección sería el verso de la canción que dice: "Murió de samba, de cachaça y de alegría". Porque este destilado de caña de azúcar forma parte indiscutible de la cultura de Brasil, riega su historia, su música, su gastronomía, y hasta ciertas costumbres religiosas.

Su fortuito nacimiento se remonta a la época de la colonia cuando los portugueses decidieron introducir la caña con la intención de poder dejar de lado el azúcar de remolacha que se usaba en ese tiempo en Europa. Entre 1532 y 1548, en el ingenio de la Capitanía de San Vicente, alguien se dio cuenta de que el jugo de caña que dejaban para alimentar los animales fermentaba, y que tammbién podía ser destilado, y así empezó su producción.

A mediados del siglo XVI el aguardiente se constituyó en la principal moneda para la compra de esclavos a Africa, y los ingenios comenzaron a dividir sus actividades entre el azúcar y la cachaça. Ni lerdos ni perezosos, los dueños de las plantaciones se la daban a beber a los esclavos porque luego de unos buenos tragos trabajan con más ahínco. Rápidamente pasó a ser el alcohol preferido entre la población más humilde, era barato y su alta graduación aseguraba rápidos estímulos.

Igual que como pasó con los productos originarios de otros países americanos, hubo varios intentos por parte de la Corona para prohibir su consumo debido a que la predilección de la que era objeto tiraba abajo la venta de vinos portugueses. Como eso fue imposible la gravó con altísimos impuestos, a tal punto que en 1756 su recaudación fue lo que más contribuyó a la reconstrucción de Lisboa que había sido destruida por un terremoto. Con el tiempo su identificación como producto verdaderamente nacional llevó a la cachaça a convertirse en uno de los símbolos de la revolución pernambucana.

La importancia que se le da en Brasil es de tal magnitud que el ex presidente Itamar Franco, cuando fue gobernador de Minas Gerais, instituyó al 21 de mayo como el Día Provincial de la Cachaça. En esa fecha durante las celebraciones se recomienda a las reparticiones oficiales servir el aguardiente nacional con panes de queso, porque aseguran que es una buena pareja. Hay una anécdota que pinta sin tapujos la devoción que despierta esta bebida. Bernardo Guimaraes, escritor y miembro de la Academia de Letras, tenía una notable debilidad por la cachaça. Profesor de derecho en la Facultad de San Pablo, su vida bohemia y su inclinación a los festejos interminables llevó a su familia a prohibirle que saliera solo de su casa.

Hombre de muchos recursos, dicen que Guimaraes fue el creador del primer "cachaçoducto". Hizo empalmar un caño de plomo desde su escritorio a un tonel instalado en el fondo de su propiedad junto al que pasaba un callejón, y hasta allí llegaba un amigo voluntarioso cuya misión era recargar el barril cada vez que fuera necesario.

Fuente: "Cachaca.com y otros"

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