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sábado,
24 de
diciembre de
2005 |
Ellas preguntan
Graciela, hablaste de los sueños y de las alergias, a mí me encanta lo oculto, siempre me pregunto que hay detrás de esos hechos. ¿No sería más fácil no preguntarse tanto?
María.
Pretendemos ser dueños absolutos de nosotros mismos. Pero, a menudo sucede que nos topamos con síntomas molestos, ritos nocturnos como fijarse una y otra vez si las llaves del gas están bien cerradas antes de irnos a acostar o malestares corporales como jaquecas y estornudos que surgen sin razón aparente, o dificultades y miedo irracional al subir a un ascensor o asistir a lugares con mucha gente.
También nos sorprenden las equivocaciones cometidas cuando hablamos: queremos decir algo y decimos otra cosa o cambiamos y olvidamos nombres. Ni hablar de los trastornos que nos ocasionan las pérdidas u olvidos de objetos queridos o necesitados. Los sueños suelen ser algunas veces agradables, pero en otras ocasiones son densos, descabellados, trastornan el buen dormir presentándose como verdaderos enigmas.
Todos estos accidentes pueden conducir a diferentes caminos; al del “no pienso” que respondería a no plantearse demasiadas preguntas en búsqueda de la “buena salud”, como también preguntarnos por eso que pasa y hace que no podamos sentirnos amos de todos nuestros actos. Es que los tropiezos denotan que no todo es manejado desde la conciencia.
La cuestión es ¿qué quieren decir? ¿qué significan? Cuando alguien renuncia a descartar o desconocer que algo le está sucediendo y acepta la prueba de dejar de controlar sus pensamientos para darle lugar al interrogante que abren estos acontecimientos “no manejables” puede llegar a solicitar una consulta con un profesional.
Graciela Lemberger
Psicoanalista
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