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viernes,
23 de
diciembre de
2005 |
Editorial:
Los militares y la sociedad
Recientes conceptos expresados por el presidente Néstor Kirchner volvieron a poner sobre el tapete un tema que para el futuro de la Argentina resulta clave: el rol de los militares en la transformación nacional, en el marco de las instituciones democráticas definitivamente consolidadas tras la recuperación plasmada el 30 de octubre de 1983.
El jefe del Estado fue explícito en cuanto al papel que deben desempeñar las Fuerzas Armadas, cuya historia a partir del trágico 6 de septiembre de 1930 -cuando derrocaron al gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen- quedó funestamente signada por su permanente tendencia a interrumpir el orden democrático para instaurar dictaduras de derecha de fuerte cariz autoritario, una de las cuales dejó como saldo de su devastador paso treinta mil desaparecidos y la destrucción del aparato productivo nacional.
La gestión de Kirchner se ha caracterizado por la plena reivindicación de la lucha de los organismos de derechos humanos contra la impunidad y en búsqueda de la justicia. Pero el primer mandatario no olvida que el ejército que reprimió, torturó y mató en la década del setenta del siglo pasado es el mismo -aunque no lo parezca- que protagonizó la gesta de la independencia nacional y muchos de cuyos integrantes lucharon con heroísmo inigualable en la guerra de Malvinas.
Y por eso, en la ceremonia de la entrega de sables a los cadetes egresados aseguró que se debe "cambiar la lógica en las relaciones cívico-militares que contrapone ambos conceptos como contradictorios". "Tenemos que reemplazar esa visión arcaica por un vínculo distinto que relacione al conjunto de la sociedad con las Fuerzas Armadas", dijo el presidente en tan significativo momento antes de remarcar cuál es el camino que se debe recorrer para que tal sustitución se produzca con éxito: "Como ciudadanos tenemos el deber y el derecho de conocer los hechos de nuestra historia reciente para aprender de ellos y no repetirlos", a fin de "obtener justicia" por las atrocidades cometidas, "pero sin rencores".
La base de la argumentación resulta inobjetable: no es sobre el olvido, ni por intermedio de la actitud del avestruz que esconde la cabeza, que se podrá conseguir la reconciliación anhelada por Kirchner. La sociedad civil no debe prejuzgar a los militares por el mero hecho de integrar la fuerza, pero para que ello ocurra acaso haya que recorrer un tramo más de un arduo camino.
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