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viernes,
23 de
diciembre de
2005 |
Seguidores del
padre Ignacio
Hace poco tiempo pasé unas tres semanas en casa de mi mamá, en barrio Rucci. Muchas veces leí en esta sección las quejas de los vecinos sobre los atropellos que cometen los visitantes de la capilla Natividad del Señor, del padre Ignacio, pero como no resido en Rosario pensé que se trataba de una exageración. Debo pedir disculpas a esas personas, ya que no sólo no exageraban, sino que además era escasa la descripción que hacían del problema. No sé dónde vive el padre Ignacio Peries, pero creo que no le sería nada grato que a mitad de la madrugada de un día de descanso, como es el domingo, lleguen a la puerta de su casa varios colectivos con personas que bajan a los gritos, choferes que deja n los motores en marcha y accionan sus bocinas sin importales nada, usando como baños los jardines de los monoblocks y demás. Esta gente supongo que tiene sus necesidades espirituales y por eso concurre a misa, y eso respetable, pero no significa que tenga el derecho de ser desaforada en un barrio que no es el suyo, que los recibe de facto, porque no creo que alguien haya elegido que cada domingo o cualquier otro día de la semana que caiga una fecha religiosa la tranquilidad sea quebrada por estos visitantes molestos. Las personas encargadas de las actividades de la capilla deberían ocuparse no sólo de los numeritos y de recaudar limosnas de los visitantes que concurren al lugar, sino que tendrían que prestar atención y dar solución a problemas como estos. Dudo que Ignacio esté enterado de esto, pero tengo la esperanza de que si se entera hará algo.
Guillermo Acosta
[email protected]
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