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| sábado,
12 de
noviembre de
2005 |
Editorial
Industria que da el ejemplo
El vino, la bebida alcohólica nacional por excelencia, ha comenzado a seducir definitivamente a los consumidores del exterior y el hecho se vislumbra en el asombroso crecimiento anual de las exportaciones, estimado en un treinta por ciento. La clave del éxito es haber privilegiado la calidad de la producción sobre la cantidad.
El dato no debe ser de ningún modo subestimado a la hora de definir la actualidad de la economía argentina: dando ejemplo de cuál es el camino a recorrer si lo que se pretende es el éxito, la industria vitivinícola protagonizó un salto impresionante, nada menos que un nuevo y significativo récord en las exportaciones. El crecimiento del treinta por ciento anual se reflejará en que este año las ventas al exterior llegarían a los 410 millones de dólares, mucho más que los 210 millones de 2004. ¿Cuáles son las razones de tan explícito avance?
Las respuestas posibles abarcan un multiforme registro pero la clave parece ser una sola: no mucho tiempo atrás el país era sólo conocido por la abundancia de su producción de vinos, hoy en cambio ha empezado a ser valorado esencialmente por su calidad. Es que el impulsor fundamental del salto fue el vino fino fraccionado, esencialmente el varietal tinto argentino por excelencia, el Malbec -el blanco es el Torrontés-. El consumidor del Primer Mundo ha comenzado a ver con buenos ojos la "denominación de origen controlada" argentina.
Y no se trata, por cierto, de una casualidad, sino de una elección acertada de las compañías productoras que se tomó hace tiempo. Porque no es la industria vitivinícola justamente una en que la inversión realizada pueda recuperarse de manera veloz, sino todo lo contrario: se necesita lo que en la jerga se denomina "espalda" para recoger los frutos de la apuesta.
Ahora el nivel de exportaciones argentino amenaza al chileno, a pesar de que la nación trasandina -cuyos vinos no son en absoluto superiores en calidad a los nuestros-, merced a estrategias lúcidas y consistentes había sabido ganarse un cómodo primer lugar en Hispanoamérica.
Estados Unidos, el Reino Unido, Canadá, Brasil y los Países Bajos son, en ese orden, los principales compradores de vino argentino. El sueño a cumplir ahora es situarse entre los primeros cinco exportadores del globo, objetivo que no debe considerarse utópico en función del brillante progreso obtenido.
En tanto, otras industrias vinculadas a las "commodities" pueden y deberían tomar lecciones de la vitivinícola: el secreto consiste en agregarle valor al producto bruto. Habrá que tomar nota e imitar el ejemplo dado por el vino.
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