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| sábado,
12 de
noviembre de
2005 |
Una educación
decadente
Observar la realidad de una educación decadente, frustrante para las nuevas generaciones, es sólo el proceso profundizado desde la instauración de la democracia en 1983. Es que los sucesivos gobiernos, provinciales y nacionales, no tuvieron ni tienen la decisión política de asumirla como prioridad necesaria e insustituible para protagonizar un cambio trascendente en la sociedad. En nuestro ámbito se suceden ministros y funcionarios carentes de eficiencia o incompetentes. Las excepciones son muy escasas. Para estar al frente de la cartera educativa se requiere de un estadista, una persona solidaria con capacidad creativa, organizativa y ejecutiva, capaz de transformar lo que subsiste como un anacronismo para el momento actual, en un ministerio desburocratizado y descentralizado, despolitizado, con otros niveles de ejecutividad, con una normativa actualizada. Si no se actúa en profundidad, los conflictos de todo orden continuarán provocando daños irreparables por décadas.
Osvaldo Urrutia
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